Un lugar donde la fe se transforma en obras para celebrar la vida y no aflojar a las dificultades
Una provincia con un gran entorno natural y una significativa comunidad de pueblos originarios, donde la fe marca la vida cotidiana y es motivo de celebración.
Allí, en la ciudad de Formosa, los salesianos animan una gran obra pastoral y educativa desde hace ya setenta años. Allí, Don Bosco es motivo de encuentro y alegría, ayuda en los tiempos difíciles y oportunidad de superación para chicos y jóvenes.
Mano a mano con Don Bosco
En 1949, siendo todavía territorio nacional, los salesianos Enrique Ferlini y José María Ortuondo, fundaron la obra de Don Bosco en Formosa. Desde un comienzo intentaron dar respuestas a las distintas particularidades que la realidad de la zona les presentaba, marcada por las constantes inundaciones y un contexto de escasas oportunidades socioeconómicas. Recién en junio de 1955 Formosa pasó a ser provincia.
A la par de las primeras catequesis y oratorios, ese mismo año crearon el Batallón de Exploradores Nº 55 para congregar a todos los chicos y jóvenes de los alrededores.
Los salesianos Enrique Ferlini y José María Ortuondo, fundaron la obra de Don Bosco en Formosa.
En una ciudad donde todo se iba constituyendo, la Iglesia no era ajena a ello. En 1964 se levantó un gran templo parroquial, colocando un cartel bien claro: “Templo de María Auxiliadora construido por el pueblo”. Actualmente es centro de una gran actividad que comprende a otras nueve capillas.
Unos años más tarde, en 1967, se abren los primeros cursos de corte y confección para mujeres en el centro de capacitación laboral María Auxiliadora.
A fines de la década del setenta, para dar un lugar a los lustrabotas y canillitas de la ciudad se abre lo que hoy es el Hogar Don Bosco: un centro de día para casi cincuenta chicos y adolescentes en situación de riesgo educativo, que encuentran un lugar donde desayunar y almorzar; cursar la primaria y tener un acompañamiento durante la secundaria. Por la tarde, jóvenes y adultos toman parte de los cursos de formación profesional que funcionan en las mismas instalaciones: carpintería, electricidad, cocina e informática.
Y en 1992 se crea la primera emisora católica de la ciudad, FM Radio Manantial, que al día de hoy en el 93.7 llega a miles de hogares de toda la ciudad con un mensaje cristiano y salesiano.
En 1992 se crea la primera emisora católica de la ciudad, FM Radio Manantial.
Los niveles inicial, primario y secundario del colegio Don Bosco, fundado en 1971, y el primario y secundario de la escuela Domingo Savio completan la propuesta educativo pastoral de esta hermosa presencia salesiana.
Mano a mano con Dios
Una imponente cruz recibe a quienes llegan por tierra a la ciudad de Formosa. Un símbolo visible de la fe católica arraigada en este pueblo que hace setenta años recibió a los salesianos con los brazos abiertos.
Muchos vecinos comienzan su jornada con la misa de seis y media del padre Francisco Tiberi. A sus 87 años, despierta cada mañana con su tradicional “¡Buenos días!” a varias decenas de fieles de la parroquia María Auxiliadora.
Muchos vecinos comienzan su jornada con la misa de seis y media del padre Francisco Tiberi. A sus 87 años, despierta cada mañana con su tradicional “¡Buenos días!” a varias decenas de fieles de la parroquia María Auxiliadora.
Una defensa costera de varios metros de alto protege a parte de la ciudad de las crecidas del río, no siempre con éxito. En torno a esta “barrera” se agrupan numerosos barrios en constante emergencia frente a las inundaciones. Allí se encuentran varias de las nueve capillas de la parroquia, donde a la celebración de la Eucaristía se suman las celebraciones de la Palabra y los encuentros de oración de los numerosos laicos que animan cada comunidad. Oratorios, catequesis, comedores y distintos grupos de la Familia Salesiana son protagonistas también de cada templo.
Mano a mano con la fe popular
En 1983, la ciudad de Formosa sufrió una de las peores inundaciones de su historia. Salesianos y laicos visitaron a las familias y fundaron una capilla en uno de los barrios más afectados: Laguna Siam. Allí creció providencialmente la devoción al Divino Niño Jesús, que movió a la comunidad a construir un imponente santuario en su honor. Cada día 25 del mes, cientos de personas se congregan en torno al Niño en una celebración que desborda el Santuario y debe realizarse en un playón frente al templo.
En Formosa, la fe acompaña la vida de la gente, con sus alegrías y sus tristezas. Celebran la fe las familias al ir juntas a misa el día que las hijas cumplen quince años. Celebran la fe los cientos de jóvenes reunidos en la capilla del Pilar para la vigilia de Pentecostés. Celebran la fe los vecinos de los barrios de la “barrera” al reunirse en torno a la Eucaristía un jueves por la noche, en el frente de la casa de un vecino.
El salesiano Marcelo Valsecchi les pregunta a los fieles por aquellas cosas que les generan angustia. ¿Las respuestas? La falta de trabajo, la inseguridad, el problema de la droga, las peleas entre vecinos… es decir, la realidad de cada día. Pero es en la fe donde la gente encuentra respuestas para enfrentar esa realidad muchas veces acallada o cegada por el poder político o empresarial. Una fe que ayuda no solo a soportar, sino que busca transformar y mejorar.
Mano a mano con la diversidad
Cada una de estas propuestas tan distintas son el rostro que tiene Don Bosco hoy en Formosa, porque distintas son también las personas de esta obra salesiana: chicos, adolescentes y jóvenes con distintas posibilidades; vecinos; parroquianos; padres y madres de familia. Integrantes de los pueblos originarios. Hermanos que reparten sus días entre el Paraguay y la Argentina.
En un lugar de frontera, es la fe la que no tiene límites para convocar, sanar y ayudar a vivir a tantas personas que encuentran en la obra de Don Bosco una oportunidad para superarse. •
“Es un lugar de oportunidades si uno se quiere superar”
Enzo Galeano, 19 años
Cuando la inundación de 2016 se llevó las pocas cosas que tenían en su casa —que compartía con su mamá— a la primera persona a la que Enzo se le ocurrió llamar fue al hermano Lucas Mautino.
Eran las siete de la mañana: “Me contestó rápido. Vino y habló con mi mamá. Nos consiguió un lugar donde guardar lo poco que nos había quedado. Se siente mucha impotencia cuando no podés ayudar a tu familia. Era la naturaleza: no estaba a mi alcance la solución”.
Desde chico, Enzo va todos los días al Hogar Don Bosco.
Allí terminó la primaria, lo acompañaron mientras cursaba la secundaria y lo alentaron a continuar sus estudios.
“Ahora empecé el profesorado de Educación Física. No estaba tan seguro, porque eran muchos los requisitos. Pero me habló el hermano Isaac y me dio un poco más de aliento. Ya aprobé el curso de ingreso, y ahora estoy cursando”, cuenta.
Practicante de judo, cuando todavía iba al secundario varios profesores del hogar lo incentivaron a realizar un curso de instructor en entrenamiento funcional. Hoy da clases y sigue viniendo al hogar a que le den una mano con apoyo escolar: “El hogar es un lugar de oportunidades si alguien se quiere superar”.
“Venir acá era lo más lindo que podía tener un chico”
Nolberto Ojeda, 30 años.
Su mamá se fue de Buenos Aires con siete de sus diez hijos, escapándose de la infidelidad y el maltrato de su pareja. Como era paraguaya, decidió quedarse en Formosa, para estar lo más cerca que podía de su familia. “El barrio era todo monte”, recuerda Nolberto. “Yo ligaba la parte más fea de la casa; no porque mi mamá no me quisiera, pero como era hombre, mis hermanas usaban la habitación que menos goteaba”.
Cuando las personas del Hogar Don Bosco fueron a su barrio a inscribir chicos no pasaron por su casa. Él quería saber de qué se trataba, así que fue con un amigo “de colado”. “Venir acá era lo más lindo que podía tener un chico. Teníamos escuela por la mañana y por la tarde juegos y talleres”, recuerda.
En el hogar pudo terminar la primaria y lo ayudaron a continuar el secundario. Se anotó en el profesorado de Educación Física, no sin complicaciones. “El primer año lo perdí por problemas con mi padrastro, que siempre le pegaba a mi mamá. Fue todo un año de sufrimiento. Retomé en 2010. Sí o sí me tenía que recibir. Y lo hice”.
La mamá de Nolberto falleció hace dos años. “No me pude recibir antes como para decirle: ‘Mirá, logré un objetivo’. Eso fue lo más doloroso. Pero aunque no esté mi mamá, yo sí o sí tengo que salir adelante. Lo que me enseñaron en el hogar, al conocer a Dios y a Don Bosco, es que nunca tengo que creerme más que nadie”.
Hoy trabaja en el hogar realizando una suplencia. “Intento darles lo mejor a los chicos con lo poco que sé”, dice Nolberto, un pibe y un maestro del Hogar, que enseña con el ejemplo.
“Vivimos una linda experiencia de familia”
Myriam Roza, Hija de María Auxiliadora
1987: el mismo año en que Myriam entraba al aspirantado, las Hijas de María Auxiliadora se instalaban en Formosa. Myriam, formoseña, había conocido a las hermanas cuando iban a misionar al colegio Don Bosco. Desde 2017 vive en esta ciudad, donde las hermanas animan un centro comunitario en el barrio Nam Qom.
Allí todos los vecinos son del pueblo qom. Se brinda apoyo escolar, desayuno y almuerzo a unos treinta chicos, que luego de comer cursan la escuela primaria en el turno tarde. También trabajan con otros organismos públicos y privados, y allí funciona además una extensión del centro de capacitación laboral María Auxiliadora.
“Es una cultura distinta. Acá Dios te enseña y te prepara a vivir la paciencia. Y a construir día a día”, comenta Myriam, no sin mencionar las dificultades. Entre ellas, el alcohol y las drogas. “Si pudiéramos traer algunos profesionales que les puedan hacer un seguimiento nos vendría muy bien. Tienen miedo que los internen. Entonces se cierran y no hacen el proceso de recuperación”, agrega.
Llega el momento de almorzar. Chicos y chicas rezan la bendición en español y en lengua qom. “Tenemos que respetar la cultura. Son 32 años ya que las hermanas trabajan acá. Compartimos mucho con los salesianos, es una experiencia linda, de familia. Hay mucho camino hecho”, agrega Myriam.
“Bajaron del barco con un pequeño librito: el Evangelio”
Darío Fernández, 87 años
Ir a ver los barcos que llegaban al puerto era una diversión para los chicos y jóvenes de Formosa en 1949. Darío Fernández era uno de esos tantos muchachos que estaban allí el 18 de febrero, cuando bajaron de un barco los salesianos Enrique Ferlini y José María Ortuondo.
Ellos fueron los fundadores de la obra salesiana en la ciudad. Y Darío estuvo desde el primer momento a su lado. Fue explorador, cooperador salesiano, catequista, instructor deportivo, administrador y conductor de un programa de radio.
Conversando con él podemos conocer un poco más de la personalidad reflexiva del padre Ferlini, y también de la mentalidad práctica y concreta de Ortuondo. Y tomar conciencia de las “novedades” traídas por los salesianos a la ciudad: el primer cine, una de las primeras piletas de natación, la radio… Sin embargo, para don Darío lo más importante que trajeron los salesianos fue otra cosa. “Bajaron del barco con un pequeño librito: el Evangelio”.
Por Ezequiel Herrero y Santiago Valdemoros • redacción@boletinsalesiano.com.ar
BOLETÍN SALESIANO – JULIO 2019