«Dios está en la adolescencia»

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El rock nacional, lugar de expresión donde Dios no queda afuera

La música juvenil no siempre está escrita por los jóvenes. Sin embargo muchos cantantes y compositores sienten como ellos y que les ayudan a expresar lo que no saben o no pueden decir. Denuncias, dudas y certezas se expresan y expresaron a lo largo de más de cincuenta años de rock nacional, en sus distintas presentaciones: pesado, metal, pop, sinfónico. Porque desde siempre, la música fue un vehículo para expresar lo que sentimos y nos pasa con respecto a los grandes temas de nuestra existencia: el amor, la felicidad, las relaciones, el mal, los conflictos, la fe, las incertidumbres. A través del canto, hombres y mujeres de distintos tiempos han sabido expresar con profundidad y simpleza su condición humana. ¿Qué mejor que la música para pronunciar lo misteriosa que es la vida? Aquello que es difícil de definir o contener en palabras, muchas veces fluye y se manifiesta en una melodía escuchada en la radio o en unos acordes pulsados en la guitarra.

Por eso, las canciones son una fuente casi inagotable de temáticas que alguien decidió afrontar poéticamente. En esa fuente, casi como un catálogo, escuchamos también hablar de Dios. Hay infinidad de imágenes y representaciones de Dios que nos dan ideas de cómo Lo intuimos, pensamos y buscamos.

La música popular de nuestra tierra y nuestra lengua, como el rock nacional, también habla de Dios. Si nos sumergimos un poco en las letras de estas canciones, podemos ir recreando el trabajo del artista, como aquel que talla en madera y hace aflorar una imagen: en cada canción encontramos algo de ese Dios, una perspectiva, una mirada, una forma de encontrarlo, de comunicarse con él, una crítica o un grito por no verlo o sentirlo ausente.

No vas a encontrar en estás páginas un decálogo de apariciones de la palabra “Dios” en la música popular juvenil de Argentina, al estilo del buscador de Google, sino un recorrido sobre cómo los artistas —en este caso, muchos del rock— miran y muestran su imagen de Dios.

“¿Dónde está Dios…?”

charly_02Los primeros pasos del rock en Argentina coinciden con una etapa de búsqueda de identidad cultural y musical durante los años ‘60 y ‘70, donde encontramos un deseo de manifestar y definir quién es ese Dios. En una de las bandas más representativas y significativas de esos orígenes y despertar musical, Charly García expresa —para sus certezas de niño adolescente— dónde  se encuentra Dios: en el cielo. Y en esa infancia se ubica claramente el lugar de cada cosa: “mi casa, mi padre, Jesús”.

Mirábamos de pie por la ventana al sol,
al cielo, las nubes y a Dios.

 

Aunque enseguida, en la misma canción, se pregunta por el desconcierto que significaba dejar de saber “dónde encontrarlo” en la juventud:

Y ahora miro atrás un poco
y hace tanto que pasó.
¿Dónde está Dios…?
¡Dime quién me lo robó!

Dime quién me lo robó (Sui Generis, Vida, 1972)

Tan sólo un año más tarde, y expresado por el mismo autor, encontramos una imagen de Dios surgida quizá a partir del enojo o rebeldía adolescente. Dios ya no está en el cielo, en lo alto, sino que es un simple empleado… al quién se debe entregar algo a cambio de otra cosa:

Dios es empleado en un mostrador.
Da para recibir.
¿Quién me dará un crédito, mi Señor?
Sólo se sonreír.

Confesiones de invierno (Sui Generis, Confesiones de invierno, 1973)

SPINETTA 2.JPGEn esos primeros años del rock nacional destacan reiteradas apelaciones a Dios, que lo muestran en distintas imágenes. Charly, Vox Dei, Raúl Porchetto, León Gieco… son autores e intérpretes que reiteradamente no sólo hacen mención a Dios, sino que se cuestionan su fe.  Y si hacemos casi un recorrido a la par por el crecimiento y el desarrollo del rock nacional, podríamos decir que unos años más tarde, en su juventud, Luis Alberto Spinetta nos regala una reflexión ya no desde la rebeldía y las preguntas, sino con una afirmación contundente: Dios está en la adolescencia.

Acá, hoy:

Ella sólo intenta ser feliz.
Tropezando está.
Ah, si pudiera,
si ella quisiera abrirse del ser.
Tal vez podría ver
que su Dios está en la adolescencia
Ya que Dios es un mundo
en el que amar es la eternidad
que uno busca.
Y no lo pienses más.

 Dios de adolescencia (Invisible, Durazno sangrando, 1975)

 

“Mi dios no juega dados, quizás…”

Durante la década del ‘80, especialmente a partir del despertar de la democracia, el rock se fue desarrollando y diversificando, y hubo espacio para ampliar y desplegar nuevas búsquedas e ideas personales. En ese contexto, Carlos “Indio” Solari habla de un Dios interior, como un susurro de la conciencia, incluso imaginando el mecanismo interno por el que se comunica íntimamente:

Siempre tengo a mi lado a mi dios.
Así
me das más
Un susurro muy especial
Así me das más.
«Motor psico»: el mercado de todo amor.

Mi dios no juega dados,
quizás… esté a mi favor.

Motor Psico (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Oktubre, 1986)

ceratiLos años que siguieron, tanto a nivel social, cultural y económico, fueron años de consumo, de crisis económicas, del capitalismo en su máxima expresión, del individualismo exacerbado. En fin, una muestra condensada justo antes de cerrar el siglo de todos los síntomas de lo que llamamos ”posmodernidad“. En ese caos, en esa mezcla, desde la música escuchamos búsquedas de respuestas, gritos y preguntas de las más variadas. Gustavo Cerati, al comienzo de esos años, diferencia esta etapa “acelerada” que nos tocaba vivir, del Dios que ya creó todo y ahora descansa:

En el comienzo fue un Big Bang y fue caliente.
Solo Dios sabe que es el séptimo día,
el abismo y la luna.

En el séptimo día
no descansaré…

En el séptimo día (Soda Stereo, Canción animal, 1990)

aznarY en medio de las crisis sociales, el hambre y la exclusión fruto de sistemas económicos fracasados, Pedro Aznar nos hizo fijar la mirada en un Dios sufriente y concreto, que vive en la calle, volviendo así a la evangélica mirada de nuestro prójimo, imagen concreta de Dios:

Los chicos de la calle,
dignidad en rotos trajes.
Pobre dios en carne viva y sin altar,
no los baja de su cruz sólo rezar…

Los chicos de la calle (Pedro Aznar, David y Goliat, 1991)

Esos años, junto con el aumento de las desigualdades, trajeron infinidad de innovaciones tecnológicas que cambiaron nuestra vida cotidiana, la cultura y hasta la forma de hacer música. Apareció la era de Internet, ese nuevo mundo infinito lleno de información, velocidad y posibilidades. Así, el “Indio” Solari hace una nueva afirmación sobre Dios:

Para Alien Duce

Dios es digital.

Alien Duce (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Último bondi a Finisterre, 1998)

 

“Que es sin duda mi Dios…”

El comienzo de siglo fue para muchos de nosotros un gran signo de pregunta. La vertiginosidad del tiempo y los cambios, la era de la inmediatez del celular y las redes sociales: no paramos de estar hipercomunicados, pero muchas veces desencontrados; superinformados, quizá olvidando un poco nuestro ser interior. Adrián Dárgelos imagina a Dios en este nuevo contexto:

Soy víctima de un dios
frágil temperamental,
que en vez de rezar por mí
se fue a bailar,
quiso vivir como un mortal.


… un dios,
díscolo y muy singular (…)
Y llegó hasta el fin, de confundir

su impunidad, se creyó omnisciente.

El Loco (Babasónicos, Jessico, 2001)

Pero esa invasión virtual de datos y comunicación no impide que dejemos de sentir la necesidad de Dios, de abandonarnos en un Dios amoroso en medio de nuestros problemas y angustias que nos hacen saber finitos… humanos. Pity Alvarez asoció esta necesidad de Dios con el sol que sale, calienta y abraza:

 Está saliendo el sol
que es sin duda mi dios.


Padre sol nuestro que estás en los cielos,
guíame si no está bien la vida que llevo.
No dejes nunca de brillar,
porque eso me pone bien
cuando estoy un poco mal.

 Está saliendo el sol (Pity Alvarez – Intoxicados, No es sólo rock and roll, 2003)

indioEs verdad, hoy las certezas no abundan. No las hay en la música y el arte de nuestros días, y tampoco en las concepciones de los grandes postulados. No hay verdades inamovibles, porque vivimos en la era de la subjetividad. Así como para un trovador Dios es el sol de cada día —lejano, distinto, fuente de vida—, para otro, Dios ya ni siquiera “aparece” en nuestro devenir cotidiano:

Dios no está en los detalles de hoy.

Flight 956 (Indio Solari, Porco Rex, 2007)

¿Es éste un Dios demasiado similar a nosotros mismos, hasta en los trastornos más comunes de nuestra personalidad?

 Sé que Dios es bipolar.
Cambiará como el mar lo que siento.
Es algo natural.

Fuerza natural (Gustavo Cerati, Fuerza natural,  2009)

 Están también los que prefieren negar la existencia de Dios, resaltando la necesidad de confianza en el hombre únicamente:

Alguien te dirá “que hay otra vida”.
Yo, que vos, mejor me aferraría (y sin dudar)
a los huesos que hoy habitás.
Anda a encontrar, cuando no haya mundo,
a Dios, a Buda o a Jehová.

Haciendo eses (Ella es tan cargosa, Botella al mar, 2010)

 Y los que prefieren imaginar a un Dios distanciado de nosotros, no porque él desee alejarse y abandonarnos, sino por nuestra propia estupidez y negación:

 Dios no está de nuestro lado hoy.
Él no quiere a los idiotas.
Dios no está de nuestro lado hoy.
Él no cree en los idiotas.

 Los idiotas (Bestia Bebé, Jungla de metal 2, 2015)

 

Como ves, en la música popular podemos encontrar cientos de imágenes de Dios, desde todos los puntos de vista: buenas, malas, agradecidas, defraudadas. Lo que no podemos decir es que Dios pasa desapercibido para los artistas… ni para nosotros, miembros y participantes de la cultura. Para el rock nacional —el nuestro, el que escuchamos y por el que muchas veces nos hacemos entender con otros— Dios es parte de la cultura, más allá de creer o de no creer. Más allá de tener o no tener fe. Porque Dios también está más allá de los que tienen o no fe.

Dios, finalmente, siempre está presente. Tenemos una tendencia natural a pensar en lo trascendente. Llevamos un signo de pregunta, que clama de distintas maneras ser respondido. Y es en la música donde muchas veces encuentra esa respuesta.

Por Juan Pablo Dolcini • redaccion@boletinsalesiano.com.ar

Boletín Salesiano – Septiembre 2016

 

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