«La paz esté contigo»

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¿Se puede vivir sin conflicto?

Por Roberto Monarca //

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Cuando se nos suman las dificultades, cuando vivimos sobrepasados de tareas, problemáticas, cuando personas o situaciones nos asedian, nos surge habitualmente esta frase: “dejame en paz”.

Es la expresión del anhelo de querer hacer a un lado todo lo que nos acorrala, y regresar o querer habitar en una situación donde no existen los problemas. O, al menos, que no nos hundan.

Es que todos queremos “estar en paz”, entendiéndose como una situación de armonía con los demás y conmigo mismo, donde voy desarrollando todas mis potencialidades, donde me sienta siempre querido, respetado, valorado y seguro, donde todo me salga bien, lo más parecido a Narnia que hemos escuchado.

Pues sucede que en el mundo que habitamos las situaciones problemáticas, conflictivas, disruptivas, limitantes o como queramos llamarlas, existieron, existen y existirán, anhelar que no estén, es como anhelar que el agua no moje.

“Dejame en paz”, más bien, debiera ser entendido como la posibilidad de tomarnos un espacio y un tiempo para serenarnos y desde lo más profundo de cada quien, tomar distancia y rearmarnos frente a situaciones que nos están desbordando, de modo de poder retomar nuestro centro personal y desde éste enfrentar lo que estamos viniendo. Con la serenidad interior de quien se sabe desde ya ganador, no tanto porque se cumplirá lo que se desea, sino porque la fe nos dice que, como en Jesús, la vida triunfa sobre la muerte, aunque a veces pareciera que estamos pidiendo, aunque sea, un empate.

“Les doy mi paz”

¿De dónde surge esta certeza y esta actitud? Para los creyentes, de la vivencia del mismo Jesús. 

El evangelista Juan nos trae estas palabras de Jesús:Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!”. ¿Cuándo pronuncia Jesús estas palabras? En los momentos previos de su pasión. No en Galilea, donde es bien recibido, sino en Jerusalén, donde las amenazas y acechanzas cada vez se hacen más difíciles, donde los líderes religiosos están tramando su muerte, luego de haber anunciado la traición de Judas y las negaciones de Pedro.

Y en medio de estas circunstancias extremadamente desfavorables, Jesús nos regala su paz.

Jesús confía en Dios Padre que lo ha acompañado a lo largo de su vida. Y ésta es su paz: una que es compatible con las situaciones de dificultad.

Nadie da lo que no tiene, y en Jesús éste es un momento de profunda serenidad, de lealtad a las opciones que ha ido construyendo, de sostener los hechos y acciones realizadas, siguiendo las inspiraciones del Padre Dios; es la paz profunda de quien está en armonía propia con todas las dimensiones de su vida. No porque las cosas le han salido siempre bien, sino porque confía en Dios Padre que lo ha acompañado a lo largo de su vida. Y ésta es la paz de Jesús: una paz que es compatible con las situaciones de dificultad.

Paz personal, paz social

Sin duda que esta actitud de entender qué es la paz la podemos ampliar desde la dimensión personal a la dimensión social.

La paz no será entonces la ausencia de conflictos y problemáticas, sino la búsqueda de afrontarlas desde el respeto, la escucha, la construcción común, el reconocernos parte de un todo, con lo arduo que pueda parecer.

La paz no será entonces la ausencia de conflictos y problemáticas, sino la búsqueda de afrontarlas desde el respeto, la escucha, la construcción común, el reconocernos parte de un todo.

Esta paz no será “como la del mundo”, que se parece más a la paz de los cementerios, donde las diferencias y dificultades parecen querer solucionarse con el aplastamiento de lo distinto, con el ninguneo de los otros dado que nada bueno pueden aportar, con la extrema dificultad de escuchar de corazón al otro –escuchar que no es simplemente oír-, con la imposibilidad de pensar sistemas alternativos e incluyentes, con la primacía de la lógica absolutista del vamos por todo. 

No como la del mundo, que a veces se contenta en una paz armada, lista para saltar por el aire ante la menor chispa, paz que se impone por la fuerza o una paz que sólo se sustenta en el bienestar material, en las ganancias obtenidas, en la carrera por quién tiene más avances tecnológicos; situaciones que, en el fondo, no llenan la vida. 

“Paz a ustedes”

Varias de las primeras apariciones de Jesús Resucitado comienzan de la misma manera. Jesús dice “Paz a ustedes”, a sus discípulos que están encerrados, por temor a que les suceda a ellos lo mismo que le sucedió a Jesús. 

“Paz a ustedes”, resume los deseos de Jesús hacia nosotros: voy a estar con ustedes, Dios no los abandona, la plenitud de vida se hará presente en ustedes, háganle lugar y tendrán paz.

Una paz que requiere reconocernos como somos, reconocernos limitados y que muchas veces nuestras acciones no han sido siempre las mejores. Reconciliarnos para lograr la paz, que no es ignorar lo que ha pasado, sino mirarlo de frente.

¿Además de una recomendación personal, es posible lograr esto socialmente? Aunque parezcan extraños, con todas sus limitaciones, hemos tenido experiencias donde esto es posible. Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, José Mugica… son expresiones de políticos que han buscado caminos de auténtica paz, sin que ello signifique ignorar lo pasado, sino mirarlo desde una perspectiva superadora, de modo que el pasado no sea un ancla sino eslabones de un camino, eslabones tristes y terribles, pero eslabones al fin.

Es interesante, también, ver que estas personas que mencionamos en el párrafo anterior y muchas otras que tal vez conozcamos, no basan su paz personal en el alcance y acumulación de bienes, en el reconocimiento social, en la distracción y evasión de los problemas, no en vano vemos una proliferación de cursos, encuentros, experiencias, adquisición de determinadas velas, sahumerios, imágenes, etc, para alcanzar armonía y serenidad, que den la ilusión de ser dueño absoluto de la vida y de lo que pase en ella y lo que logran, generalmente, es que evada, como lo hacen tantas otras sustancias.

“La paz esté contigo”

Aunque parezca un momento de recreo litúrgico, en el momento previo a la comunión existe este gesto de la paz. No es para saludar a alguien por el campeonato de su equipo, o avisarle a otra persona que recuerde que dejó el pollo en el horno sino desearle, a quien tengo cerca, sea conocido o no, que esta paz y serenidad de Jesús que nace del sentirse amado por Dios y reconciliado con Él, habite en su vida. No es tanto para celebrar que somos amigos, sino para desearle al otro que Jesús esté en su vida.

Al hacerse previo a la recepción de la Eucaristía, es un preludio del efecto que queremos se produzca en nosotros al tenerlo a Jesús como alimento: el de hacernos y vivir como vivió él, con sus criterios y opciones, con su forma de mirar a los demás y así hacemos uno con él.

De allí que no sería un signo muy elocuente que sólo salude a aquellos con los que me llevo bien. Más aún, en algunas situaciones este gesto de la paz ha sido oportunidad de auténtica reconciliación, en el sentido de desearle al otro, con el que tal vez no me llevo tan bien, el mayor bien para su vida, lo que requerirá después que pueda reconciliarme con esta persona, desde el perdón ofrecido y aceptado.

“La paz de Dios tomará bajo su cuidado sus corazones”

Así le escribía Pablo a los Filipenses. Una comunidad de creyentes que, como muchas de las primeras comunidades, sufrían persecución por querer vivir cada día el mensaje de Jesús. Ahora, Pablo no le escribía sentado en un sofá, sino que él mismo estaba preso por anunciar a Jesús y las consecuencias de seguirlo. Y es desde esta situación personal que les escribe, casi de la misma manera que podía hacerlo con nosotros hoy.

“No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús”.

Una buena recomendación, para cada uno de nosotros, en los tiempos y circunstancias que nos tocan vivir.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2025

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