En el mes donde todo parece terminar, se abre la oportunidad.
Feliz Navidad,
es la alegría asustada de la mujer que arriesga,
y la confianza serena del receptor de la promesa.
Es el entusiasmo incierto de los peregrinos en ruta, tras una estrella.
Es la emoción humilde de los excluidos, testigos hoy del milagro.
Y es el gozo lúcido de Dios encarnado en niño,
cuando empieza a vaciarse por completo.
Esa fiesta celebramos, esa historia compartimos, esa promesa anhelamos:
Feliz Navidad!!!
José María Rodríguez Olaizola
Por Valeria Valdéz
valevaldez_77@hotmail.com
Para muchos llegar a diciembre es tener la sensación de que el “año pasó volando”. Esa, y otras expresiones se intercambian en los diálogos cotidianos: “¡qué bárbaro un año más!”, “por fin se termina este año!”, “esperemos que el próximo sea mejor”, “pasó rapidísimo este año”.
Sentimientos y emociones se entrecruzan en el corazón: muchos se sienten inundados por la nostalgia de lo que dejamos; otros se sienten atravesados por los enojos, luchas e incertidumbres de un año difícil en nuestro país; algunos se proyectan y sueñan con vacaciones y tiempo de descanso; otros, ahí van, apretados con los exámenes y los cierres de notas.
Diciembre nos ayuda a levantar la mirada y poner el corazón en Aquel que nos amó primero, que se enamoró de la Humanidad y que decidió quedarse con nosotros.
Llegar al último mes del año significa tomar conciencia de nuestro ser, existiendo. Un año que nos atravesó, o mejor dicho, fuimos atravesando un año con innumerables experiencias, encuentros, iniciativas, personas significativas, desencuentros, aciertos, esperanzas, rabietas, sueños, búsquedas, despedidas y dolores, y tanto para agradecer.
Un misterio de amor único
Más allá de todas estas situaciones, diciembre puede ser una oportunidad de apertura más que de clausura; más que comenzar a cerrar un año, paradójicamente es una invitación a abrirnos a un acontecimiento que renueva nuestra esperanza, que nos ayuda a levantar la mirada y poner el corazón en Aquel que nos amó primero, que se enamoró de la Humanidad y que decidió quedarse con nosotros, entre nosotros, para nosotros…
Diciembre invita a “zambullirse” y “refrescarse” en un misterio de amor único e insondable. Cada uno en el lugar dónde y cómo se encuentre, intentemos comprender y contemplar esta locura de amor de nuestro Dios: Él, el Emanuel, el Dios con nosotros, es el Dios que “puso todo patas para arriba”.
Él, que siendo todopoderoso se hace frágil y necesitado, que teniendo poder desea hacerse insignificante, que siendo Rey elige la periferia, lo precario y humilde.
Él, que siendo grande se hace pequeño, que siendo infinito se hace chiquito, que siendo todopoderoso se hace frágil y necesitado, que teniendo poder desea hacerse insignificante, que siendo Rey elige la periferia, lo precario y humilde. Teniendo todo, nace sin nada, siendo rico se hace pobre. ¡Qué locura tan grande que nos haya elegido! Porque después de más de dos mil años sigue naciendo… Sí, secretamente sigue naciendo allí en lo frágil y entre los frágiles, en lo vulnerable y entre los vulnerables, en lo insignificante y entre los insignificantes, en lo pequeño y en los últimos.
Algo más que un regalo
Si nos concentramos un momento, cada año podemos descubrir algo más de este regalo que es la Navidad, que es un bello tesoro para celebrar y agradecer, pero también un tesoro infinito por seguir descubriendo, ahondando e intentando penetrar esos nuevos sentidos en este aquí y ahora que vivimos.
Podemos detenernos un momento a pensar en la fragilidad que atravesamos como país, en este recambio institucional, con el caos financiero, la inestabilidad económica y tantas perspectivas nada halagüeñas que se avecinan y que afectan a tantos hermanos, sobre todo los más empobrecidos. ¡Cuánta incertidumbre y desasosiego! Y allí Jesús quiere nacer… ¿cuál será la Navidad que está escondida en esta realidad que vamos transitando? ¿Será la esperanza un motivo para celebrar? Contagiémonos de esa esperanza fuerte que se arraiga en la Palabra: “El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz” (Is. 9, 2.6-7).
Cuando el mundo prioriza el perfeccionismo, la inmediatez, la ley del más fuerte y el descarte del distinto e indefenso, Dios elige nuestra humanidad frágil.
Sintonicemos con el mundo. Desde hace tanto tiempo, escuchamos el clamor de una paz auténtica en aquellos pueblos donde la guerra sigue sacudiendo y destruyendo todo a su paso; tantos hermanos refugiados que gritan por una vida con sentido y dignidad, huyendo y arriesgando la propia existencia en embarcaciones precarias o en caminos inhóspitos. Ni hablar del grito de nuestro planeta, cuyo “desafío urgente es proteger nuestra casa común”. La Humanidad nos pide un cambio de mentalidad, una conversión profunda “que nos permita abrigar la esperanza en las coordenadas del espacio y del tiempo”[2]. Y aquí es donde Él quiere nacer.
Cuando el mundo prioriza el perfeccionismo, el rendimiento, lo “cool”, la inmediatez, la ley del más fuerte y el descarte del distinto, de lo débil e indefenso, Dios elige nuestra humanidad frágil. Prefiere al herido, al pobre, al devastado, al sufriente y doliente de nuestro mundo. Él nos elige, nos prefiere, nos escoge, aun siendo “el más pequeño de todos los pueblos” (Dn. 3, 26-29.34-41). Él mismo asume en su propia carne esta humanidad que somos, fragmentada y vulnerable, para plantar su “tienda” entre nosotros.
Dios habita nuestra humanidad
¡Eso es Navidad! La certeza de que nuestro Dios, es el Señor de la Historia que se encarna en nuestra historia y desea habitar nuestra humanidad.
La Navidad es frágil y vulnerable, como toda vida pequeña que nace. La Navidad es ese Niño que irrumpe en nuestro interior y que motiva los sentimientos más nobles por un mundo mejor. También fue Navidad, esa experiencia que tuvimos durante el año donde hicimos nacer, despertar o hacer crecer la vida de un niño/a, de un/a joven, de un amigo/a, de un hermana/o.
Navidad es la llamada a acunar y a cuidar el Misterio del Dios hecho Niño en la vida de cada persona, en la familia y en la comunidad, con la sencillez y el asombro de los niños y de los pastores. Entonces, en estos días que se aproximan, dispongamos el corazón al encuentro con el Misterio del Amor más grande, del Dios hecho Niño, del Emmanuel, el Dios con nosotros…
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2023