Fue ayer mismo cuando hablando con una joven esposa que se encuentra pasando momentos de dificultad, ella me dijo: “Intento vivir con fe y desde la fe, pero además puedo decirle con toda certeza que cada mañana, cuando me despierto, lo primero que hago al poner mis pies en el suelo es rezar mi oración a María Auxiliadora”.
Como se pueden imaginar, mi pensamiento voló rápido hacia Don Bosco y esa certeza absoluta que tenía en la Virgen. Casi en broma, una vez él dijo: “Si se llega a saber que alguno de ustedes ha orado, pero en vano, voy a escribir de inmediato una carta a San Bernardo diciéndole que está equivocado al decir: ‘Acuérdate, oh piadosísima, Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio, haya sido abandonado de Ti’. Pero pueden estar seguros de que no tendré que escribir ninguna carta a san Bernardo”.
Me imagino que para aquella joven esposa y para otras muchísimas personas que viven esta confianza absoluta en la Madre del Cielo, el sentimiento es el mismo: la confianza en María Auxiliadora es certeza de que nunca seremos defraudados.
Todo esto me habla de algo más que de un pensamiento piadoso acerca de Don Bosco. Contemplar la devoción sencilla de miles y miles de personas en María, en los más diversos santuarios del mundo, me conmueve. Y ver lo que significa María Auxiliadora en nuestro “mundo salesiano” de Valdocco, en la Basílica de Turín, toca profundamente el corazón. Me imagino a Don Bosco pisando ese mismo patio y “enamorando” cada día a sus muchachos, a sus jóvenes y a sus primeros salesianos con este amor a la Madre del Cielo.
Si queremos transitar una senda acertada como educadores salesianos, no podemos hacerlo sin hacer latir fuertemente el corazón de nuestros muchachos ante la Madre. Sin esto, nuestra educación de “buenos cristianos” carece de algo esencial. Puedo asegurarles que yendo por el mundo sigo viendo cada día auténticos “milagros” fruto de la educación salesiana, de un sistema preventivo donde se sigue confiando en una presencia que hace razonable la exigencia, que pone a Dios como sentido de la vida y que hace sentir el verdadero afecto del educador que sólo busca el bien de estos jóvenes, preparándoles para la vida y haciéndoles crecer.
La Virgen de Don Bosco se representa siempre con un gran manto de reparación, refugio de protección. En su primer sueño, Don Bosco dice que María lo tomó con la bondad de las manos. Él nunca dejará aquella mano. Así, lo extraordinario florecerá en lo ordinario, porque esta es la verdadera fe. Podríamos decir que donde está María, allí está Don Bosco.
Cuando esto es así, cuando se ve tanta vida en las casas salesianas del mundo y el bien que se hace, uno puede seguir diciendo: “Todo lo ha hecho Ella (…). Confíen en María Auxiliadora y verán lo que son los milagros”.
Que la Madre los siga bendiciendo con ese amor que solo las madres saben dar.
Don Ángel Fernández Artime