Así habla la Biblia

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Géneros literarios en la Sagrada Escritura. Segunda entrega: el mito

Algunas ideas a modo de introducción

  • Paúl Ricoeur, filósofo francés dice: “El concepto de pecado original es un saber falso y, por consiguiente, hay que eliminarlo como tal saber… nunca sé dirá suficientemente el mal que hizo a la cristiandad la interpretación literal, habría que decir ‘historicista’, del mito adánico al llevarla a la profesión de historia absurda…”.
  • La doctrina del pecado original ha marcado profundamente la actitud cristiana frente al mal y la culpa.
  • Este dogma es inaceptable por la afirmación de que la falta de uno sólo acarreó la condena de todos los inocentes.
  • Sin embargo, la expresión “pecado original” esta ahí y demasiado metida… es preciso “repensarla” para aliviar a la gente de un mandato tan agobiante, en nombre de Dios.
  • El diálogo con las grandes religiones puede ayudar mucho. Es más: la teología podría ir a la escuela de otras religiones para aprender las respuestas a ciertas preguntas.
  • Este dogma nunca fue enseñado por la teología de la Iglesia
  • Dado el espacio concedido a este tema, lo que sigue son solamente unos apuntes con la intención de dar a conocer el estado actual de la cuestión.

Repensando y describiendo el verdadero mensaje

Recuerdo lo que está escrito en el número de septiembre. Para captar mejor el mensaje de este tercer capítulo del Génesis es necesario tener en cuenta: el hecho histórico; el género literario (la manera de expresarse de los antiguos) y el mensaje que Dios quiere transmitir.

El hecho histórico: el escritor sagrado escribe 1000 años antes de Cristo. El desmesurado rey Salomón -que pretendía ser como Dios- se casó con la hija del rey de Egipto. Esta erigió altares contrarios a Yahvé. Los hebreos acudían a los bosques donde se encontraban con las prostitutas sagradas, devotas de Astarté, diosa de la fecundidad, generalmente desnuda (=la serpiente). Salomón es Adán; Eva, el pueblo que se deja llevar. El autor hace política en contra de Salomón que pervierte a su pueblo fomentando la idolatría.

El género literario, el mito: El mito es uno de los tantos modos con que los antiguos se expresaban: una narración dramática a través de la cual expresaban una verdad, no histórica, pero profundamente humana que vale para todos y para siempre.

“La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: ‘¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?’. La mujer le respondió: ‘Podemos comer de los frutos de todos los árboles del jardín. Pero, respecto del árbol que está en el medio del jardín, Dios nos ha dicho: No coman de él, ni lo toquen, por que, de lo contrario, quedarán sujetos a la muerte’. La serpiente dijo a la mujer: ‘No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal’. Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomo de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos entretejiendo hojas de higuera.” (Gén 3, 1-7).

Todavía en ese pasaje no se dice que la serpiente sea el demonio. Más adelante será identificada como Satán. La serpiente en Oriente antiguo era signo de sabiduría; pero, al mismo tiempo, era símbolo de la astucia y de los poderes mágicos. Si se lee bien el pasaje se notará como, hipócritamente, la serpiente -aquí animal salvaje- trata de confundir a Eva y da vuelta el mandato de Yahvé: lo presenta como un ser que compite y, al mismo tiempo, egoísta, que no quiere que los hombres sean como Él y que por eso pone un límite a la pareja mediante la prohibición. La mujer llevada por la avidez come y da de comer a su marido.

Comer de los frutos… los frutos son las consecuencias de las acciones. Se les abren los ojos, experimentan su realidad real: son “criaturas”.

El autor yahvista, con mucha perspicacia, se da cuenta de que lo que pasa en el tiempo de Salomón de alguna manera está en el corazón de todos los humanos. Por eso lo coloca en los orígenes de la humanidad.

El mensaje: nótese la importancia de conocer los géneros literarios. Se tomó el pasaje como si fuera histórico. El inventor del pecado original fue San Agustín (354-430). Los escritores griegos anteriores no conocen la interpretación agustiniana. El influjo en Occidente de San Agustín ha sido determinante. El precio fue alto, aún hasta nuestros días.

Todas las religiones conocen un “pecado esencial”. Intentan expresar que el mal tiene dimensiones cósmicas y sociales.

¿Qué hemos recibido como mensaje?

Dice Schökel [1]: En orden a intentar recuperar al máximo la riqueza y el sentido profundo que encierra este pasaje, conviene “desaprender” en gran medida lo que la catequesis y la predicación tradicionales nos han enseñado. Se nos decía que el ser humano había sido creado en estado de inocencia, de gracia y de perfección absolutas y que, a causa del primer pecado de la pareja en el Paraíso, ese estado original se perdió. Consecuencias de esta interpretación: Dios tenía un proyecto perfecto, y el hombre y la mujer lo desbarataron con su pecado; Dios no había hecho las cosas tan bien como parecía; la mujer queda convertida en un mero instrumento de pecado, una especie de monstruo tentador; el hombre aparece como un estúpido, víctima inconsciente de las artimañas tentadoras de la mujer.

El pasaje nos muestra a la serpiente y a la mujer unidas en torno a un árbol misterioso llamado ‘árbol de la ciencia del bien y del mal’. La tentadora aquí no es la mujer (como en los mitos de los pueblos vecinos en el cual se basa este pasaje), sino la serpiente, y la seducción tampoco proviene de la mujer, sino del fruto que ‘era una delicia de ver y deseable para adquirir conocimiento’. La mujer hará partícipe al hombre del fruto del árbol que, como veremos luego, no tiene nada que ver con la sexualidad.

El ‘árbol de la ciencia del bien y del mal’ es el símbolo que ocupa el lugar central del relato….

Esto nos lleva a entender que la gran tentación del ser humano y su perdición es ponerse a sí mismo como medida única de todas las cosas y colocar su propio interés como norma suprema, prescindiendo de Dios. Cada vez que el ser humano ha actuado así a lo largo de la historia los resultados siempre fueron -y siguen siendo- el sacrificio injusto de otros seres, la aparición del mal bajo la forma de egolatría, placer, despotismo… y ésta sí que fue la experiencia constante de Israel como pueblo….

El mito ilustra muy bien el planteamiento que vienen haciendo los sabios de Israel: el mal en el mundo, en las naciones y en la sociedad, no tiene otro origen que el mismo ser humano cuando se deja atrapar y dominar por la terrenalidad  -“adamacidad”- que lleva dentro. En este caso, Israel sabe por experiencia propia lo que es vivir bajo el dominio despótico de una serie de reyes que, en nombre de Dios, lo hundieron en la más absoluta pobreza. (Cualquier referencia a la actualidad, es pura coincidencia).

Y en definitiva, la historia de la Humanidad, la historia de nuestros pueblos ¿no está llena también de casos similares? Aquí está la clave para entender la dinámica oculta que lleva consigo toda tiranía, todo totalitarismo, y que nosotros desde nuestra fe convencida y comprometida tenemos que desenmascarar”.

Adán y Eva pecaron desobedeciendo el mandato de Yahvé. Esta desobediencia pasó a todos los humanos. Es hereditario, o sea, todos nacemos pecadores por herencia paterna. Esta herencia ha puesto bajo una luz perniciosa la corporeidad y la sexualidad. El pecado no fue un pecado de sexo.

El bautismo nos purifica del pecado original. Los niños no bautizados no van al cielo. Así se explica la preocupación de nuestras abuelas de bautizar cuanto antes a nuestros pequeños para arrancarlos de las garras del demonio. Esta formulación clásica resulta inaceptable y entró en crisis por el año 1950.

¿Qué es lo que se está formulando hoy?

No hubo primeros padres; no hubo primer pecado. El mito no habla de pecado. Se vuelve a recordar -porque esto parece muy extraño a lo que tenemos incorporado desde a niñez el pasaje denominado “pecado original”- que no es histórico: es una reflexión sapiencial sobre el origen del mal.

La humanidad no es pecadora a lo largo de toda historia porque una pareja comió una fruta. No es una cuestión de herencia, es la descripción de una situación trágica.

Entonces ¿cuál es el mensaje para nuestra época?

  1. El ser humano es responsable de su destino “la gloriosa libertad”. El gran drama de la libertad humana. Es el ser humano el que debe libremente discernir lo que está bien de lo que está mal.
  2. El ser humano debe asumir los límites, la finitud y la falibilidad en su existencia concreta.

También es cierto que nacemos debilitados por el entorno cultural… y ¡vaya cómo! El panorama mundial es horroroso. No es una herencia sino que nacemos en una situación de desgracia y esto porque los pecados de los hombres en cierta manera nos determinan si no estamos atentos.

Nuevamente, como en el número anterior, este es el significado de los once primeros capítulos del Génesis: muestran el fracaso de la vida en la sociedad. Poco después de la salida del paraíso Caín mata a su hermano Abel; la invención de la ciudad, y de la metalurgia, es decir de las armas, etc. La maldad de los humanos va en aumento hasta que llega el diluvio.

El pasaje del capítulo 3 es muy actual para nosotros si leemos toda su hondura psicológica y religiosa.

Los humanos, llevados por la avidez:

1º Desobedecemos: no a una ley, sino a la vida misma y a ser felices que es el anhelo fuertemente anidado en nuestro yo profundo.

Pero desobedecemos porque:

2º Queremos ser como Dios: omnipotentes, sin medida, por que queremos saberlo todo, y esto

3º Somos desconfiados: Adán y Eva creyeron más a la serpiente que a Dios. Creemos más a los impulsos desviados de nuestro ser que a lo que Dios puso en lo profundo de nuestro corazón. Por lo tanto…

4º Ya no hay amor: competimos con Dios porque creemos que nos engaña. Nos volvemos esclavos cuando Él nos quiso hijos… lo sentimos un tirano.

Somos llamados a la unidad pero usando mal nuestra libertad rompemos con los otros, con nosotros mismos, con la naturaleza y por lo tanto con Dios. Aunque a simple vista no parezca ¡todo está relacionado! Después de la desobediencia, Dios misericordioso, promete  la liberación que traerá Jesús de Nazaret.

Como se puede apreciar, una vez más hay que concluir que no se debe leer la Sagrada Biblia literalmente.  Hay que tener en cuenta los géneros literarios de los escritores antiguos. Debemos hacer un esfuerzo para enviar un mensaje comprensible para las personas de hoy.

[1] SCHÖKEL, L. A., “La Biblia de nuestro pueblo”. Biblia del Peregrino. América Latina

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