Acompañarlos a llegar… a la cima

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“Agua en la cabeza” así lo llamaban los Comechingones al cerro más alto de la provincia de Córdoba. Y es que en la cima, dónde el cielo envuelve el alma de sus visitantes se puede divisar una lagunilla que le da sentido a su nombre y tal vez sirva para aliviar la sed de quienes buscan algunas respuestas. Y es que el cerro Champaqui, con sus 2884 mts, se ha convertido en un lugar muy especial para ascender sobre la belleza natural, permitiendo a chicos y grandes vivir una experiencia única, en la que Dios es el guía, y nos muestra orgulloso una de sus obras maestras.
Y en esta muestra gratuita de la pequeñez del ser humano nos encontramos con hombres que acompañan a otros a recorrer este camino y quizás a encontrar el «agua en la cumbre». Uno de ellos es el padre Ignacio “Tocho” Valdez. El acompañante del Champa.

Padre, cuéntenos cómo comenzó su historia con el «Champa»
No tenemos una fecha precisa, al menos, no lo tengo presente ahora, pero sí, esta historia del Champa surge desde la inquietud de ofrecer algo más a nuestros muchachos, una experiencia educativa-pastoral para hacer experiencia de vivir valores, de compartir con el compañero, sentir la alegría de ser parte del carisma salesiano. Se canta, se ríe, se reza, se experimenta el esfuerzo por llegar a la meta, buscar la cumbre juntos y acompañados en el camino.

¿Qué tiene de especial subir este cerro? 
Es muy especial y encantador subir este cerro, y caminar hacia el Champa es como caminar la vida. Vamos paso a paso, como en la vida misma. Lo más positivo en vencernos a nosotros mismos, disfrutar de lo pequeño, vivir con lo esencial, recibir el aliento del compañero de camino, animar al que no quiere seguir. Es difícil dar una respuesta muy precisa de por qué es especial ir al Champa, sí, estamos seguros que le ponemos el corazón, y estar caminando en ese lugar se siente una emoción especial, es un regalo de Dios. No sé cuántas veces hemos ido al Champa, muchas eucaristías que hemos celebrado ahí, y  son muchas cumbres, no importa, la próxima va a ser como la primera vez, con toda la alegría y entusiasmo junto con los jóvenes que se están preparando para ir próximamente. Ya estamos disfrutando de la preparación, y pensando en la fecha del próximo,  uno ya quiere empezar a caminar, pero todo a su tiempo.

¿Qué provoca en los jóvenes realizar esta actividad?
Al principio a algunos dudan si lo podrán hacer, a otros les resulta un desafío para llegar a una meta. Escuchando a otros chicos que han regresado con la experiencia hecha, les entusiasma y se animan. Durante la experiencia, con sacrificio, con rebeldía, se protesta por el esfuerzo, pero no queda otra, hay que seguir con paciencia. Se para un rato para el descanso reparador para continuar la marcha. Si bien al principio algunos se quejan del esfuerzo,  después valoran y sienten una gran satisfacción de haber hecho la experiencia y se lo pueden contar a otro que valió la pena.

En algunos lugares este tipo de caminata se transforma en un encuentro personal con Dios y con nuestra propia esencia. ¿Cómo lo ve usted?
Es un proyecto pastoral que tiene que ver con nuestro carisma salesiano, y también una vivencia que tiene que ver con nuestra forma particular de vivir, en cuanto personas, el hacer experiencia del carisma salesiano, de inspirarnos en Don Bosco para proponer a nuestros chicos metas altas, como la santidad, jugarse por un proyecto, un camino para transitar, un camino que lo recorremos cada uno, y acompañados.
Cada vez que vamos al Champa, contemplamos la maravilla de esos paisajes, damos gracias a Dios por la belleza del lugar. Es un lugar para degustar juntos el silencio, y reconocer con humildad nuestra pequeñez en un ambiente que asombra y atrapa. Es una linda oportunidad de aprender a escuchar a Dios, al otro, escuchar tu cuerpo, tu mente y tu corazón.

Ve algún cambio en los jóvenes después de esta experiencia
Preparar la experiencia, invitar, hacer la opción de ir al Champa, en los chicos se va viendo el cambio. Durante la experiencia, desde lo más sencillo de empezar a caminar va generando cambio, y también el experimentar que esforzarse para alcanzar la meta, ayudarse recíprocamente en los momentos difíciles, a gustar el silencio, cargar la mochila, subir, bajar, caminar juntos compartir, vivir con lo esencial, claro que genera cambio y nos va predisponiendo a vencerse a uno mismo, dejando de lado la autosuficiencia o la soberbia.
El mismo grupo va creciendo en confianza al andar. Los vínculos se van haciendo más fuerte y se va construyendo el disfrutar para compartir, para respetar al compañero de camino.

¿Recuerda alguna anécdota que pueda contarnos?
Empezamos a caminar con mucho calor y el tiempo invitaba a usar ropa liviana. Nada de frío, y con la queja de algunos “para qué tanto abrigo si no hace frío». Llegamos a la base, comimos, descansamos,  y al otro día, iniciamos el ascenso; el clima tranqui, nada de frío, y de nuevo la protestas de “dónde está el frío” y el cuestionamiento de otros “¿no era que nevaba en las altas cumbres?”…seguimos caminando y el tiempo fue cambiando. Empezó a nublarse, a cambiar el viento, y mucho frío. Estábamos a minutos de la cima, y empezó a nevar. La alegría de ver la nieve  y estar con la nevada en la cima fue una gran alegría. Obvio, los que se quejaron y protestaron “chito” la boca.

Si tuviera que invitar a los jóvenes a probar esta experiencia ¿Qué les diría?
“Que vengan y vean”, vale la pena. Es una hermosa aventura, es andar juntos, es estar abierto al otro, ayudar y dejarme ayudar, es mirar hacia adelante, una vez que llegás  a la cima, ya pensamos en la próxima fecha para compartir de nuevo la alegría de que el Champa te “engancha”. Porque ves la felicidad de los chicos, además te conecta a vos mismo, la necesidad de superación, de conocernos un poco más. Uno siente que está vivo, que Dios nos ama, que es muy bueno y que es saludable estar caminando.  Es una tarea no apta para débiles, que se acobardan ante cualquier obstáculo, ni es para los cómodos y onda burgueses. Se necesita humildad, la fuerza de la decisión de llegar a la cumbre. Y para llegar a la cumbre hay que prepararse con constancia y esfuerzo, antes y durante la experiencia. ¿Me animo a caminar hacia la cumbre del Champa que siento como desafío?. Y el “sí” tiene que ser rotundo, ahí nace el compromiso y la apasionada fuerza de lograr lo que deseamos a través de la dedicación, vamos que vamos, y a ponerle onda.

 

Fuente: En dos ruedas

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