Oración, prudencia y caridad

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1798

No una, sino tres epidemias de cólera se produjeron en tiempos de Don Bosco. ¿Qué hizo para enfrentarlas?

Por Francisco Motto, sdb • Boletín Salesiano de Italia

Turín, 1854

Una epidemia de cólera golpea pesadamente a la ciudad de Turín y al barrio de Valdocco en particular. Don Bosco les pide a sus muchachos más grandes que, si están dispuestos, asistan a los enfermos en el lazareto y en las casas particulares, obviamente con la autorización de las autoridades sanitarias de la ciudad. Les indica sólo dos sencillas precauciones: confianza en la Virgen y llevar su medalla al cuello.

Por los resultados sabemos que ninguno de los quince voluntarios cayó víctima del cólera. Al final de la epidemia Don Bosco recibió también un agradecimiento de las autoridades públicas, puesto que además acogió a numerosos huérfanos de Turín pero también de otros lugares como Ancona, Sassari, Nápoles o Tortogiri en Sicilia.

Reino de Italia, 1865-1867

Don Bosco está dedicado a la construcción de la Iglesia de María Auxiliadora. Las epidemias del cólera se repiten en Europa y en el mundo. Sólo en el primer año los decesos fueron once mil. 

Por prudencia, Don Bosco decide suspender el triduo de la festividad del nacimiento de María que debía predicar en Montemagno de Asti. Inmediatamente se pone al servicio del ministro del Interior y declara su disponibilidad para acoger huérfanos, una vez hecha una cuarentena cautelar previa. 

Por prudencia, en 1866 Don Bosco decide suspender el triduo de la festividad del nacimiento de María.

Septiembre de 1866. Hace el mismo ofrecimiento al prefecto de la provincia de Ancona, y le confía su “antídoto” a la condesa Bentivoglio de Roma: “Tampoco Usted tema el cólera. De todos los que ayudan en la construcción de la iglesia de María Santísima Auxiliadora, nadie será víctima del virus mortal”.

Italia 1867. El panorama es desolador. El número de fallecidos por cólera alcanza los ciento treinta mil. Sólo en la provincia de Bérgamo murieron un millar de personas. En el municipio de Albano Laziale fallece todo el consejo de la comuna y el obispo cardenal Ludovico Altieri. 

Don Bosco no deja de pregonar su receta. El 10 de mayo escribe a la marquesa Ugoccioni de Florencia: “Esté segura de que nadie de los que de alguna manera colaboraron en la construcción de la iglesia de María Auxiliadora, será víctima de esta enfermedad, con tal que confíen en Ella”. Lo mismo hace el 4 de julio con la condesa Cambray Digny: “Usted no tenga ningún temor, sólo tenga confianza en María y después vaya a los lazaretos sin temor de que le suceda algo malo”. 

A los benefactores más dudosos, como Carolina Guenzati de Milán, que le pidió que confirmara sus presagios, Don Bosco no duda e insiste en su convicción. Desde ya que además invita también a obedecer las disposiciones de la autoridad y tener la prudencia necesaria.    

Los Alpes, 1884

El cólera llega nuevamente. En Italia las zonas más golpeadas son Cuneo y Génova, con cerca de mil quinientos muertos. Nápoles pasa las seis mil quinientas víctimas. También Sicilia lo padece. 

Don Bosco sigue sorprendiendo a todos por la seguridad que transmite a los salesianos y a los bienhechores de Italia y Francia. Al padre Ranchail, director de la casa de Niza, escribe el 1 de julio de 1884: “Haz que nuestros jóvenes y nuestros amigos tengan consigo el antídoto seguro del cólera. Una medalla de María Auxiliadora y que reciten el Ave María”.

Sea por correo o por medio del Boletín Salesiano, a todos les indicaba las tres medidas preventivas; la santa comunión, es decir la vida en gracia; la jaculatoria mariana y la medalla de María Auxiliadora al cuello. Naturalmente los pedidos de medallas se hicieron constantes, hasta tal punto que en los primeros cinco días de septiembre salieron del depósito salesiano de Valdocco, salieron unas sesenta y tres mil medallas.

Los efectos se verían pronto. El 9 de agosto Don Bosco comunica a la señorita Louvet, benefactora de Francia: “Una gran bella noticia… todas las casas de Francia, todos los bienhechores de nuestros jóvenes, gracias a María Auxiliadora, fueron preservados del flagelo que golpea a Francia”. Un mes después, el 10 de septiembre le confirma al conde de Tulón que “el cólera convulsionó varios pueblos de Francia y ahora también golpea espantosamente a Italia, pero nuestras casas y nuestros jóvenes hasta ahora han sido preservados”.

El 26 de agosto de 1884 la epidemia continúa y Don Bosco indica a todas las casas salesianas, las medidas preventivas que había que adoptar.

El 26 de agosto de 1884 la epidemia continúa y Don Bosco indica a todas las casas salesianas, las medidas preventivas que había que adoptar: 

“1°. Hasta que dure el peligro se imparta en nuestras iglesias, la bendición con el Santísimo Sacramento, ofreciendo también la comodidad a los externos a tomar parte en ella, donde las iglesias estén abiertas al público.

2° Se recomienda a los salesianos y demás personal, que usen los resguardos aconsejados por la prudencia cristiana.

3° Deseo de que, si fuese necesario, se presten servicios a nuestro prójimo para asistir a los enfermos, en socorrer espiritualmente y acoger también en nuestros hospicios, a aquellos jóvenes pobres que quedan huérfanos.” 

Oración, prudencia, caridad: he aquí el trinomio de Don Bosco que salva del contagio.

Los salesianos e Hijas de María Auxiliadora acogieron la invitación y las cartas que llegaban de Marsella, de La Spezia, de Niza Monferrato, de Catania, de San Nicolás de los Arroyos en Argentina, informaban sobre la eficacia de las disposiciones de Don Bosco. Evidentemente la confianza en María Auxiliadora y en el Señor Jesús de su parte era inmensa, pero no lo era menos que la de sus “hijos”, de sus educandos y de sus bienhechores.

BOLETÍN SALESIANO – ABRIL 2021

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