A diez años de la publicación de la Encíclica Laudato Si.

Por: Gustavo Zarrilli
azarrilli@unq.edu.ar
En 2015, el papa Francisco escribió una encíclica que dio la vuelta al mundo. Laudato Si’ nos invitaba a mirar el planeta con otros ojos: no como un recurso a explotar, sino como una casa que hay que cuidar. Diez años después, ese mensaje no perdió fuerza, al contrario, su trascendencia y urgencia creció. Y en ese camino, son los jóvenes –muchos de ellos en movimientos salesianos, parroquias, comunidades y escuelas– quienes hoy se convierten en protagonistas del cambio.
Laudato Si’ es una encíclica que nos sigue invitando a cambiar el corazón, cuidar la vida en todas sus formas y comprometernos con los más pobres y con la Tierra.
Donde abundan los ríos, montes y selvas
En América Latina, el mensaje tocó una fibra profunda. Porque en nuestro subcontinente abundan los ríos, montes y selvas, pero también la pobreza y la injusticia y los efectos de la crisis ecológica se sienten más fuerte. En nuestros territorios, pueblos originarios, campesinos y barrios populares enfrentan desde hace décadas los impactos del extractivismo, la contaminación y el desmonte. Y muchas veces lo hacen solos.
Muchos de los diagnósticos de Francisco se confirmaron. El mundo vivió los años más calurosos de su historia, con olas de calor extremo, incendios forestales sin precedentes y fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes. En América Latina, la deforestación sigue avanzando: solo en la Amazonía se perdió casi un millón de hectáreas por año en la última década. En regiones como el Gran Chaco argentino o el Cerrado brasileño, el modelo agroexportador sigue transformando ecosistemas en monocultivos, la megaminería avanza y la degradación ambiental en las periferias más pobres de las ciudades sigue profundizándose.
Por otro lado, en el plano social, el Papa también tenía razón. La crisis ecológica golpea con más fuerza a los más pobres: la falta de agua potable en barrios populares, los conflictos por el litio en el norte argentino, la contaminación por agrotóxicos, el colapso de basurales a cielo abierto o los desmontes asociados al agronegocio, afectan vidas concretas, especialmente en los márgenes. La desigualdad, como hemos aprendido en estos diez años, siempre es socioambiental.
Cuidar la ecología, cuidar a las personas
Pero en esta década también hubo avances. En la esfera internacional, la encíclica influyó en la Cumbre del Clima de París –COP21– y dio argumentos a quienes impulsan una transición energética. En la Iglesia, promovió una pastoral ecológica más presente, con redes como REPAM –Red Eclesial Panamazónica– o CEAMA –Conferencia Eclesial de la Amazonía–. En Argentina, algunas provincias sancionaron leyes de presupuestos ambientales, se multiplicaron los proyectos escolares y comunitario sobre reciclaje y agroecología, y surgieron asambleas ciudadanas y organizaciones sociales que exigen una gestión ambiental participativa y transparente.
Y fue en medio de ese escenario, donde los jóvenes alzaron su voz. A través de iniciativas como Fridays for Future, Jóvenes por el Clima, el Movimiento Laudato Si’ o espacios pastorales, una nueva generación se puso en marcha. Con creatividad y compromiso, organizaron huelgas climáticas, campañas de consumo responsable, actividades solidarias, encuentros de espiritualidad ecológica. y lo hicieron en nombre de su fe, de la justicia y del futuro.
Laudato Si sembró una palabra clave: ecología integral. Es decir, no hay verdadero cuidado de la naturaleza si no cuidamos también a las personas. Todo está conectado. Por eso, el compromiso ecológico no es solo “plantar un árbol”, sino también cuestionar modelos de desarrollo, exigir políticas públicas responsables, reducir el consumo, apostar por modos de vida más simples y comunitarios.
Formarse y organizarse
En este camino, Francisco nos sigue proponiendo algo más que cuidar el ambiente: nos invita a repensar todos los saberes y disciplinas. Todos los conocimientos pueden y deben aportar a la tarea común de cuidar la vida. No se trata solo de evitar un colapso, sino de crear condiciones para una vida digna y plena, hoy y mañana. El Papa nos advierte que, si no actuamos, serán las próximas generaciones –nuestros hijos, nietos, bisnietos– quienes sufran las consecuencias.
En 2023, Francisco volvió sobre el tema con Laudate Deum, una exhortación breve pero urgente, donde advierte que el tiempo se acaba. El Papa denuncia la falta de decisión de los poderosos y nos llama a todos –especialmente a los creyentes– a pasar del discurso a la acción. Es, otra vez, una invitación a no quedarnos quietos.
Los jóvenes, con creatividad y audacia, ya están respondiendo. Desde una comunidad salesiana en el norte argentino que promueve la agroecología, hasta una escuela que impulsa proyectos de eficiencia energética o reciclado.
La mejor forma de celebrar estos diez años no es colgando una frase bonita, sino comprometiéndose. Escuchar el grito de la Tierra y el grito de los pobres. Rezar, sí. Pero también actuar. Formarse, sí. Pero también organizarse. Ser jóvenes protagonistas, con una fe viva y una mirada globalPorque como dice Francisco, “el mundo no soporta más un modelo de desarrollo que solo beneficia a unos pocos”. Y como dicen nuestros jóvenes: otro mundo no solo es posible, sino necesario. Y urgente.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – JUNIO 2025