La escuela secundaria, tan necesaria como cuestionada.
Por Ezequiel Herrero //
redaccion@boletinsalesiano.org.ar
Que se los prepare para la universidad, pero también para el mundo del trabajo;
que se respeten las trayectorias individuales, pero que sea una experiencia colectiva;
que forme ciudadanos críticos, pero que no adoctrine;
que no los asfixie, pero que sea exigente;
que los prepare para un futuro incierto, pero “en mi época…”.
Muchas son las demandas que recaen sobre el nivel secundario, a sus estudiantes, docentes y directivos. La lista parece interminable, incluso por momentos hasta contradictoria. ¿Es posible dar respuesta a todas? ¿Cuáles priorizar? ¿Qué esperamos de la escuela secundaria de hoy? ¿Cómo la consideramos socialmente? ¿Qué lugar ocupan en nuestros imaginarios los profesionales que allí trabajan?
Soy yo, con otros
El licenciado Fabian Otero y la licenciada Marcela Galindez, forman parte de los equipos de Escuelas Salesianas de Argentina Sur y Norte, respectivamente. A ellos les consultamos sobre estos y otros interrogantes acerca de la escuela secundaria, sobre todo a partir de las reformas que diferentes jurisdicciones fueron proponiendo en los últimos tiempos.
“La escuela sigue siendo el único espacio de construcción de lo común -remarca Otero-. Es el único espacio en toda Latinoamérica que tienen las infancias, las adolescencias y las juventudes para estar juntos y juntas. No hay otro espacio”.
Por su parte, Marcela Galindez afirma que “la permanencia del joven en la escuela o en el sistema educativo tiene que ser el principal norte. Y para eso es importante poder ofrecerle al joven lo que el joven necesita”. Además señala que otro objetivo fundamental es “que el jóven descubra y desarrolle su propio proyecto de vida, que va más allá de una vocación profesional”.
La escuela sigue siendo el espacio para la construcción de un proyecto colectivo, que trabaja sobre la categoría del ‘nosotros’
En tiempos de grietas políticas, de una creciente desigualdad económica y de construcción de identidades en las redes sociales, con algoritmos diseñados para permanecer y no para encontrarnos con quienes piensan diferente, el aporte de la escuela no parece menor. Para Otero la escuela sigue siendo el espacio para la construcción de un proyecto colectivo, que trabaja sobre la categoría del ‘nosotros’. Allí se aprende a vivir juntos con los que no piensan igual, con los que no tienen el mismo capital cultural, con lo que cada uno trae de su familia, de su barrio, de sus experiencias. “Ese es el triunfo de la escuela como institución democrática y eso es lo que uno tiene que valorar”, completa Otero.
Un valor devaluado
Sin embargo, este valor, muchas veces, se pone en crisis. Desde fines de la década del ‘90 y particularmente después de la pandemia se ha popularizado el fenómeno conocido como “homeschooling”, que se da cuando un grupo de familias acuerda no enviar a sus hijos a ninguna escuela y por el contrario deciden que realicen la escuela en casa.
A este fenómeno que desvaloriza la propuesta de un sistema educativo público, ya sea de gestión estatal o privada, se le suma la extendida crítica social que muchas veces se descarga contra los trabajadores de la educación. “Hay una representación social muy negativa de la docencia y no solo proviene desde el Ministerio de Educación, sino que la realizamos como sociedad. Los vivimos acusando porque las pruebas de rendimiento de los aprendizajes dan mal y hacemos una asociación causalista que la culpa es de la mala formación de los docentes, sin mirar el contexto social”, describe Fabian Otero. Para él, muchos de los fenómenos o descripciones que se hacen de los chicos y chicas del nivel secundario no son exclusivas sino también se extienden a otros segmentos de la población: “No solamente no leen los pibes, no leen los adultos, padres, madres, abuelos. Hablan mal, como habla mal cualquier periodista en cualquier medio, no es solamente el pibe que habla mal”.
Hay una representación social muy negativa de la docencia, que la realizamos como sociedad.
Respecto a las evaluaciones internacionales es interesante rescatar la perspectiva que desarrolla Marcela Galindez. Para ella las pruebas estandarizadas, como son la mayoría de los exámenes internacionales, van en contra de los procesos que se busca desarrollar desde las políticas de enseñanza y de aprendizaje. Y explica: “hay políticas que avalan, proponen, sostienen todo el tema de inclusión educativa. Y las escuelas se adaptan y lo van intentando. Pero después vienen con una prueba estandarizada que solamente ve un resultado y afirman que ‘bajó el nivel de la escuela’. Pero en realidad hay un gran porcentaje de chicos en procesos de inclusión a los que se les está ofreciendo algo acorde a lo que ellos pueden.”
Esta situación de desgaste, de crítica y de poca valoración social termina produciendo que, en el último tiempo, sea cada vez menos atractivo para un jóven dedicarse a la docencia. Y, por ende, para los equipos de conducción cubrir algunos lugares vacantes.
En este punto ambos profesionales coinciden “lo que más pesa es el desprestigio de la profesión docente, desde todo punto de vista: desprestigio social, económico…” explica Galindez. Otero, por su parte, agrega: “Sumále a esto el tema de las condiciones y medio ambiente de trabajo, donde los salarios son un aspecto, pero también son las condiciones institucionales, la cantidad de alumnos por curso, etcétera. Hay un montón de variables que es necesario repensar, porque no hacen de la docencia una propuesta atractiva. Y todo esto también hace que desaparezca el deseo y el placer de estar en la escuela y en las aulas y eso se termina transmitiendo a los chicos y a las chicas. Si vos no estás gustoso, apasionado con lo que hacés es muy difícil que puedas contagiar entusiasmo”.
Probar de otra manera
En este contexto diferentes jurisdicciones de nuestro país van realizando algunos intentos por responder a los acuerdos alcanzados en el año 2006, a partir de la sanción de la Ley de Educación Nacional. Rio Negro, Córdoba, Santa Fe, Ciudad y provincia de Buenos Aires, son algunas de esas jurisdicciones.“Quizás lo que tiene más notoriedad es lo que acontece en la provincia de Buenos Aires, por diferentes factores, entre ellos porque es el tercer sistema más grande de América Latina, después del Distrito Federal de México y San Pablo” explica Fabian Otero, al tiempo que señala que analizar el nuevo Régimen Académico sólo desde la perspectiva de “repitencia si” o “repitencia no” es un análisis simplista e incompleto, que se corre del foco de la verdadera discusión, la cual, en su opinión, debería ser cómo garantizar desde las políticas públicas la inclusión y la continuidad de trayectorias.
La clase tiene que ser el espacio de algo que acontezca que no lo podés encontrar en Internet (…), generar algo interesante que te motive a querer volver.
En este sentido, los nuevos ensayos que se van diseñando en los distintos distritos tienen que dialogar con las nuevas subjetividades de los y las estudiantes y con las prácticas de enseñanza que son prácticas situadas histórica y culturalmente. “Esto lleva a cuestionar ciertas formas de hacer escuela propias de la modernidad, implica repensar las formas de estar en la escuela, de enseñar y aprender. No se pueden implotar los edificios y crear otros, no se puede cambiar a todos los actores escolares, pero vas haciendo ciertos procesos. Los cambios en educación son lentos y prima siempre lo instituido, lo seguro, lo que yo ya tengo, lo que yo aprendí; pero estamos en una mutación cultural y estamos mutando todos a ser seres cada vez más anfibios, entonces esto también tiene que ir hacia la escuela”.
Galindez coincide, en parte, con este planteo ya que desde su perspectiva algunas de las transformaciones propuestas “son definiciones que se toman en función de lograr algunos objetivos o mirando algunas estadísticas, pero que no miran de fondo lo que sucede en el hecho educativo en sí y con el aprendizaje de los chicos.” Para ella “no estamos mirando la realidad de los jóvenes de hoy, tanto en políticas como en prácticas específicas. A veces seguimos con distintas políticas teniendo las mismas prácticas, los mismos procesos de enseñanza y los chicos no son los mismos. Incluso ahora se están visualizando que algunas viejas prácticas que con la pandemia habíamos superado, están regresando.” Para ella hay una falta de elasticidad, de adaptación de quienes habitan la escuela y al mismo tiempo las políticas que se adoptan van en una sintonía distinta a lo que sucede en el aula.
Volver a la escuela
Frente a este panorama, complejo, desafiante y, por momentos, hostil la alternativa no es otra que volver a poner en valor el espacio de la escuela y particularmente lo que acontece en el aula. “La clase tiene que ser el espacio de algo que acontezca que no lo podés encontrar en Internet –explica Otero–, generar algo interesante que te motive a querer volver. Y eso se logra si el docente está apasionado. Una salida es potenciar estas pasiones que están medio diluidas, juntarse con otros y otras para que la pasión se potencie”.
No se trata solamente de encontrar espacios para dialogar sino que, más importante aún, es recuperar las conversaciones del orden de lo pedagógico didáctico.
Por supuesto que como también reconoce Otero “es necesario que se den también las condiciones materiales para que esto suceda, que en las escuelas se habiliten tiempos y espacios institucionales para encontrarse y poder trabajar juntos. La salida no es individual, es colectiva”.
Ahora bien, como él mismo reconoce, no se trata solamente de encontrar espacios para dialogar, sino que más importante aún es recuperar las conversaciones del orden de lo pedagógico didáctico: “instalemos también una reflexión sobre las tareas del enseñar y los obstáculos. Que las reuniones se llenen de contenido pedagógico didáctico, que todo lo que es información se pase por otros canales y que se utilice el tiempo de estar juntos para producir colectivamente. Necesitamos el encuentro para debatir sobre cuestiones pedagógicas didácticas; compartir experiencias de buenas prácticas, de evaluación, de enseñanza, trabajar a partir de los insumos que producen los docentes.”Para enriquecer estas reflexiones desde una perspectiva salesiana es necesario recuperar la confianza en los y las estudiantes: “juntos podemos hacer grandes cosas, porque estamos convencidos de que los pibes tienen ganas de aprender, que no todo está perdido”.