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Cuatro claves para el acompañamiento salesiano de jóvenes

Por Luis Timossi, sdb* // ltimossi@donbosco.org.ar

1. El discernimiento

Acompañar es discernir. Y discernir es dialogar, pensar juntos. En el caso del acompañamiento espiritual, esta conversación es entre tres: quien acompaña, la persona que es acompañada y el Espíritu Santo, que es principal acompañante de la historia de las personas. 

El acompañamiento espiritual es un discernimiento permanente. Y a este discernimiento Don Bosco lo define a partir de una frase: “Yo voy adelante como Dios y las circunstancias me lo dicen”.

Al comenzar con el pronombre “yo”, Don Bosco indica que no se trata de un principio, sino de una experiencia. Ir adelante quiere decir caminar, avanzar, moverse. La realidad lo desafía, pero Don Bosco va adelante. Eso es muy esperanzador, porque no se abate, no se deprime, sino que afronta la realidad. Eso es una decisión personal. 

El acompañamiento espiritual es un discernimiento permanente, que Don Bosco define a partir de una frase: “Yo voy adelante como Dios y las circunstancias me lo dicen”.

¿Cómo va adelante? “Como Dios y las circunstancias me lo dicen”. El Espíritu Santo es Dios actuando en la historia. Y las circunstancias son las condiciones: el tiempo, el lugar, lo que hace compleja la existencia y que refleja la voz de Dios. Como son dos realidades, dos espacios diversos que hay que escuchar, se genera una tensión. Hay que tener un oído puesto en la escucha de la interioridad, en la oración, en la vida interior. Y otro en las circunstancias, lo que están pasando los jóvenes, los desafíos que tienen los jóvenes hoy. 

Hay que escuchar ambas palabras. También nosotros podemos descubrir cómo responder, nosotros o nuestra comunidad, como Dios nos lo está diciendo. ¿Qué tenemos que hacer, entonces? Escuchar a Dios y analizar las circunstancias. Dios quiere que todos seamos felices: los jóvenes más pobres, los que no tienen familia, los excluidos. Esa es la voluntad de Dios. Y Don Bosco, que sigue a San Francisco de Sales, entiende que la voluntad de Dios surge en los imprevistos, en las circunstancias y en las inspiraciones.

2. La persona del joven

Cada joven es único. No existe “la” juventud: existe “este chico”, “esta chica”. Don Bosco, acompañado por María, ve y escucha el corazón de cada joven. Él sabe leer dentro del corazón de cada joven. Esto lo dice también Francisco en la exhortación apostólica Christus Vivit. El corazón de cada joven debe ser considerado como “tierra sagrada”, portador de semillas divinas ante el cual debemos quitarnos las sandalias para poder acercarnos y profundizar el misterio. Eso supone que el corazón del que acompaña sintonice con ese amor, con ese punto positivo del corazón del joven. 

El acompañante debe realizar esta tarea desarrollando el arte de preguntar. Tenemos que aprender de Don Bosco, quien pregunta para saber, pero sobre todo para que el joven se “narre”. Le hace preguntas para que el chico se cuente a sí mismo. Así logra que el chico se exprese, se asuma y se desafíe. El chico o la chica van descubriendo así lo que tienen dentro. Este es el punto de partida del acompañamiento salesiano.

Tenemos que aprender de Don Bosco, quien pregunta para saber, pero sobre todo para que el joven se “narre”, se cuente a sí mismo.

Y otro aspecto importante del acompañamiento es proponer metas acordes a cada uno. Francisco Besuco, Domingo Savio y Miguel Magone son las tres biografías que escribe Don Bosco y expresan fisonomías diversas, pero él acompaña los procesos personales de cada muchacho. Pero siempre garantizando la alegría, que es la cúspide de la propuesta espiritual salesiana: que los jóvenes sean felices, aquí y en la eternidad.

3. La casa

“Quedate en casa” es la consigna de estos tiempos. La pandemia puso en evidencia que lo que salva, el único refugio verdadero, es la familia. Y cuando decimos “casa”, nos vibra el corazón. Todo lo nuestro es casa. Ser familia es una de las característica del oratorio. Acompañar en este tiempo significa caminar con los jóvenes para descubrir juntos la vocación a la familia, a la casa, al hogar. Y también a la “casa común”.

Más que educar para las instituciones, tenemos que educar para que los jóvenes aprendan a vivir en familia y acompañarlos a construir familias nuevas.

El papa Francisco dice que la familia debería ser el primer espacio de acompañamiento. Ahora, como acompañantes, ¿estamos colaborando también con las familias? Más que educar para las instituciones —para que el chico viva en la escuela, en el oratorio o en las misiones— tenemos que educar para que aprendan a vivir en familia. Acompañamos para que los jóvenes construyan familias nuevas, llenas de Evangelio, sanas, donde las relaciones humanas se resuelvan con diálogo, afecto y perdón.

Y también tenemos que educar para despertar el servicio del sacerdocio de los fieles, que todos tenemos por el bautismo. ¿No será que es un tiempo donde los jóvenes pueden ser sacerdotes en su casa, en su barrio, en su club, con sus amigos, porque tienen el corazón sacerdotal de Cristo adentro y tienen la energía de la Pascua? De esta pandemia tendría que salir una Iglesia menos clerical, más sinodal, más comunitaria, donde haya más participación de todos.

4. El cambio social

La pandemia puso en evidencia el fracaso del modelo de globalización basado en el paradigma económico del consumo. Dice el teólogo brasilero Leonardo Boff que lo primero que se derrumbó por la pandemia fue el templo de este sistema: la bolsa de valores. 

Se podrá opinar mucho sobre cómo será el después de la pandemia, pero hay dos cosas que ya están pasando y van a quedar: más pobreza y menos trabajo. Y quienes más lo van a sufrir son los jóvenes que hoy tienen entre 15 y 25 años. Vamos a tener en América Latina muchos más jóvenes pobres y muchos más jóvenes sin trabajo, sin posibilidades de crecer en la vida, de desenvolverse, de ser alguien, de afianzar su dignidad. El carisma está desafiado enormemente

La utopía de Don Bosco no era educar a los jóvenes, sino formar una sociedad cristiana: van a ser los jóvenes, con el corazón del Evangelio, los que construyan una sociedad nueva.

La utopía de Don Bosco no era educar a los jóvenes, sino formar una sociedad cristiana. La utopía, el fin de los salesianos no es educar a la juventud, es lograr una sociedad cristiana a través de la educación de los jóvenes. Van a ser los jóvenes los que, con el corazón del Evangelio, van a construir una sociedad nueva. No nos podemos contentar con que salgan exalumnos educados y evangelizados. Tienen que comprometerse socialmente.En este tiempo ha crecido la conciencia de que nadie se salva solo: nos salvamos juntos. Formar honestos ciudadanos y buenos cristianos implica que aprendamos a acompañar a los muchachos en el compromiso por la construcción de una sociedad nueva. El Papa le dice a los jóvenes: “No renuncies a lo mejor de tu juventud, no observes la vida desde el balcón, no confundas la felicidad con un sofá y no pases toda tu vida frente a una pantalla, más bien dejá florecer tus sueños y tomá decisiones”.

*Extracto de la conferencia brindada el sábado 8 de agosto en el canal de YouTube del Boletín Salesiano, como parte del proyecto de Acompañamiento Salesiano de Jóvenes.

BOLETÍN SALESIANO – SEPTIEMBRE 2020

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