En 1874 el párroco de San Nicolás escribe al cónsul Gazzolo porque él también quiere a los salesianos en el país.
Por Néstor Zubeldía //
nzubeldía@donbosco.org.ar
Hace exactamente ciento cincuenta años, el cónsul argentino en Savona Juan Bautista Gazzolo, que había conocido a Don Bosco en los colegios recién fundados por el santo, escribió al arzobispo de Buenos Aires recomendándole traer al país a esa nueva Congregación que acababa de recibir la aprobación del Papa (para conocer más se puede consultar la edición de agosto del 2024 del Boletín Salesiano ).
En esa ocasión escribió el cónsul: “Este padre ya ha abierto muchos colegios y hogares que yo mismo quise visitar para formarme una idea exacta de lo que son y de lo que pueden dar. Esta visita es lo que hizo nacer en mí el pensamiento que tal institución haría un gran bien en la República Argentina”. Y enseguida propuso confiarles la hermosa iglesia de los italianos, que el mismo arzobispo Aneiros había bendecido unos años antes, y para la que costaba conseguir capellanes estables. “No se trata de aventureros, –aclaró por las dudas el cónsul al arzobispo, seguramente por anteriores experiencias negativas con otros curas paisanos suyos–, “sino de sacerdotes que viven según el espíritu de Dios, así son los salesianos”.
Unos días después de escribir al arzobispo, como para no dejar nada librado al azar, Gazzolo se dirigió también al joven secretario del prelado porteño, que un mes después le respondió: “Mons. Aneiros los verá de muy buen grado en esta Arquidiócesis. Yo conozco bien a don Bosco, y creo que es uno de los santos vivientes en la Tierra”(para conocer más se puede consultar la edición de septiembre del 2024 del Boletín Salesiano).
Mientras tanto, en San Nicolás de los Arroyos, 238 kilómetros al noroeste de Buenos Aires pero bajo jurisdicción del mismo arzobispo, una activa comisión de laicos estaba concluyendo la edificación del primer colegio secundario de la localidad, que deseaban poner en manos de una Congregación religiosa. Los elegidos habían sido inicialmente los escolapios de San José de Calasanz, que se excusaron por falta de religiosos para hacerse cargo. Fue entonces cuando el presidente de la comisión, un anciano generoso, de nombre José Francisco Benítez, escribió al arzobispo expresando su preocupación y su necesidad. Monseñor Aneiros, que tenía en mente la reciente sugerencia del cónsul, envió al párroco de San Nicolás la carta en la que Gazzolo le proponía traer al país a los salesianos. A pesar de la lentitud propia de la correspondencia transatlántica de la época, los planetas continuaban alineándose para que, entre tantas propuestas que le llegaban de distintos lugares del mundo, Don Bosco optara finalmente por la Argentina, que ya había recibido con los brazos abiertos a tantos italianos.
Así fue como en octubre de 1874, el párroco de San Nicolás escribió entusiasmado al cónsul Gazzolo una carta larga y ceremoniosa, de la que a continuación seleccionamos algunos párrafos:
Buenos Aires, 26 de octubre de 1874.
Distinguido señor y amigo:
Su excelencia, el señor arzobispo de Buenos Aires, Dr. Federico Aneiros, se ha dignado mostrarme la carta oficial enviada por Ud. el 30 de agosto, en la cual Ud. propone a S. E. Revma. los beneméritos padres de S. Francisco de Sales, pertenecientes a una nueva congregación religiosa, fundada por el santo y sabio sacerdote don Juan Bosco, y me ha hecho ver la respuesta que por medio del secretario don Antonio Espinosa le ha enviado el 10 de este mes, en la cual encarga a Ud. escribir a la cofradía Mater Misericordiae pidiendo la iglesia para dichos padres.
He tenido el consuelo indescriptible de hablar largamente con S. E. Revma. del celebérrimo don Bosco y del espíritu que anima al instituto que ha fundado; tuve también el sumo gusto de ver en Monseñor un deseo muy ardiente de ver en esta vastísima arquidiócesis a aquellos padres, tan hábiles y santos obreros en la viña del Señor. Por eso me ha encargado de ocuparme de este asunto, de procurar su buen éxito y para ello me ha dado todas sus facultades. La ciudad de Buenos Aires es grande y puerto de mar, donde se albergan todas las sectas. Por eso, a mi modo de ver, los Padres del instituto encontrarían serias dificultades. Me parece que San Nicolás, pequeña ciudad eminentemente católica, sería el lugar donde podría el instituto fundarse y propagarse maravillosamente.
Me he informado por la carta oficial que Ud. escribió al señor Arzobispo, y en verdad aquí en estas remotísimas e inmensas llanuras el instituto del Revmo. don Bosco podrá propagarse a la mayor gloria de Dios y ventaja de las almas.
Desde este momento me dedico a esta obra de Dios con todo mi corazón. En mi casa (los salesianos) podrán estudiar el castellano y habituarse a las costumbres argentinas; y luego dedicarse a la educación de la juventud y renovar el espíritu de Dios en mis parroquianos. Cuanto antes le escribiré más detalladamente. Mañana parto para San Nicolás.
Entre tanto me repito, como siempre, su afectísimo servidor.
Pedro Ceccarelli
El padre Ceccarelli era un joven y emprendedor sacerdote italiano. Había nacido en Módena en 1842. En Roma se había doctorado en teología y en derecho canónico. Con treinta años de edad, fue designado para acompañar la repatriación de los restos del arzobispo de Buenos Aires, Mariano de Escalada, fallecido en la ciudad eterna a la que había viajado para participar en el Primer Concilio Vaticano.
“Don Bosco podrá propagarse a la mayor gloria de Dios y ventaja de las almas«.
Concluida su misión, Ceccarelli permaneció en la Argentina y durante dos años ejerció el ministerio sacerdotal en Buenos Aires, hasta que en 1873 fue nombrado párroco de San Nicolás de los Arroyos. Los diez mil habitantes de esa localidad a orillas del Paraná se habían acrecentado ante la epidemia de fiebre amarilla que asoló a la capital. El 12 de octubre de ese año, el nuevo párroco bendijo la piedra fundamental del que sería el primer colegio secundario en el norte de la provincia. Pero todavía quedaba mucho por hacer.
Su convocatoria a los salesianos terminaría de inclinar la balanza y de definir el destino de la primera expedición misionera de la joven Congregación, que pronto empezaría a ponerse en marcha.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – OCTUBRE 2024