¿A qué jugaban en el Oratorio de Valdocco?

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Deportes, juegos de salón, paseos, trucos de magia, recreaciones de batallas: el juego y el entretenimiento eran parte de la forma de ser y educar de Don Bosco.

Película Don Bosco (2004)

Por Luis Timossi, sdb
Centro Salesiano de Formación Permanente América
ltimossi@gmail.com

El juego y el entretenimiento fueron, desde siempre, un modo de ser y de comprender la vida de Juan Bosco. Por lo menos así lo relata en las Memorias del Oratorio. Él mismo se describe de niño de esta manera: “A los once años yo jugada a los dados, al salto mortal, a la golondrina —que consistía en apoyarse en una vara fija en el suelo y levantar horizontalmente el cuerpo, haciéndolo girar con sucesivos impulsos de las piernas—, caminaba sobre las manos, saltaba y bailaba sobre la cuerda, como un saltimbanqui de profesión”. 

Es el adulto que se hace niño por amor, para “demostrar” que ama y ganarse así el corazón del muchacho.

Y de su paso por la ciudad de Chieri, durante los años de sus estudios secundarios, da esta pincelada: “Además de entretenimientos como el canto y la música, la declamación y el teatro, en los que participaba de corazón, había aprendido algunas otras destrezas: naipes, tarot, balón y tejo, los zancos, el salto y las carreras. Eran cosas que me encantaban y si no era un diestro en todas ellas, tampoco era un jugador mediocre”.

¿El “Harry Potter” siglo XIX?

Y… ¿qué decir de la prestidigitación? Así nos narra sus “artes mágicas”, quien luego llegará a reconocido en muchas partes del mundo como “patrono de los magos e ilusionistas”: “Entonces quedaban todos boquiabiertos al ver salir de una cajita mil esferas una más grande que la otra, y de una bolsita, mil huevos… o sacar pelotas de la punta de la nariz de los asistentes y adivinar el dinero que había en los bolsillos; o cuando con sólo tocar las monedas de cualquier metal, se reducían a polvo, o cuando hacía que entre el auditorio aparecieran fantasmas horribles y seres sin cabeza; entonces, algunos comenzaron a sospechar que yo fuera un brujo…”. 

En el patio de Valdocco

En las mismas Memorias del Oratorio, Don Bosco utiliza 24 veces la palabra “juegos”, 28 veces “entretenimiento”, 39 veces “recreación” y 3 veces “partidas”. Podríamos deducir que la recreación, más que una práctica pedagógica, es para él una dimensión educativa.

Los juegos más comunes eran la pelota, las bochas, los zancos —Cagliero hacía malabares sobre ellos—, las carreras de embolsados, las hamacas, la calesita, el tejo.  Otros entretenimientos eran el juego de “los oficios”, del “burro vuela” —de los que era un experto animador Don Francesia—, los saltos, las vueltas carnero, la rana, las escondidas, las piñatas. También los juegos por equipos, como la bara rotta y el marro.

Y todo tipo de juegos gimnásticos: paralelas, barra fija, cuerdas, bastones, carreras y ejercicios de destreza. Y juegos de salón como la oca, las damas, el ajedrez, la tómbola, el correo.

Se lee en las Memorias del Oratorio: “Se cantaba, se reía, en todos los lugares del patio como si fuera una fiesta continua”.

Juegos en sintonía con su época

Durante los primeros años del Oratorio de Valdocco, el Piamonte vivía tiempos de guerra. Y los juegos de estrategias bélicas apasionaban a los jóvenes. Don Bosco los introdujo, permitiendo que sus muchachos realicen “maniobras” en el patio del Oratorio.

Era famoso en esa época el bersagliere, un soldado de un cuerpo de tropas ligeras, fundado en 1836, caracterizado por la movilidad y rapidez de las marchas. Así llamaban también al señor José Brosio, un laico y colaborador del Oratorio. Estaba ya retirado del ejército y tenía un gran cariño por Don Bosco, por eso se prestaba para ayudarlo en los juegos.

Quedó en los registros la vez que, durante un juego, las “tropas adversarias” desarrollaron su batalla final sobre la huerta de Mamá Margarita…

Llegaba uniformado, lo que provocaba un delirio entre los chicos. Con su cornetín organizaba y daba órdenes de maniobras a dos bandos que contendían en una guerra imaginaria, sin golpes. Los jóvenes quedaban extasiados: unos se inscribían y otros se deleitaban contemplando las maniobras, marchas y batallas. 

Quedó en los registros la vez que, superando todo control, las “tropas adversarias” desarrollaron su batalla final sobre la huerta de Mamá Margarita… a quien Don Bosco tuvo luego que consolar diciéndole: “¡Son sólo muchachos…!”

A todo esto habría que sumar los paseos, la música, el teatrito, los desayunos y meriendas especiales y la celebración de las fiestas… Pero lo más hermoso de esta dimensión del “juego” en el Oratorio es que Don Bosco, pensando en su propia experiencia, en la Carta de Roma de 1884 concibe y define al salesiano —al educador auténtico—, como “el alma del recreo”. 

¡A jugar como en Valdocco!

La bara rotta

El que era atrapado y puesto al seguro en el grupo adversario —la bara—, quedaba libre con sólo tocarle la mano; entonces, la “bara” era “rotta”, y el adversario se ganaba un punto para su grupo.

El marro

Parecido al juego de la bara rotta, con dos equipos, con “casas propias”. Son tomados presos los que son tocados, y liberados si algún compañero luego los logra tocar en la mano.

BOLETIN SALESIANO – OCTUBRE 2020

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