En un año marcado por la atención a la salud y a los más sufrientes, algunas pistas y claves para conocer la vida de Don Zatti, el enfermero santo, a través de su cortometraje.
Es 1941 y las noticias que llegan al hospital San José, en Viedma, no son nada buenas. La orden es desalojar a la brevedad ese edificio, que será demolido, y trasladar a pacientes, médicos y enfermeros a una nueva ubicación, más alejada de la ciudad. Los reclamos y las esperanzas se dirigen a quien es el “corazón” del lugar: el hermano Artémides Zatti, salesiano y enfermero.
Esta situación es el “nudo” del cortometraje Zatti, hermano nuestro, estrenado en junio de este año. Es sólo un breve episodio de su vida, pero con mucho para contar sobre la forma de ser cristiano de este hijo de Don Bosco.
Amar con el humor
Artémides Zatti muere en 1951, y tres años después se publica una biografía que será la más importante hasta nuestros días: El pariente de todos los pobres. La escribió el padre Raúl Entraigas, salesiano y testigo de muchas anécdotas. En Zatti, hermano nuestro encontramos a Zatti con algunas frases ocurrentes extraídas de ese libro. Algunas suenan como bromas y no dejan de ser chistosas, otras hoy parecen muy “aggiornadas” y tal vez no estamos acostumbrados a oírlas.
Por ejemplo, al despertar a los enfermos en los pabellones, era característico su saludo: “Buenos días. Vivan Jesús, José y María…”. Y enseguida preguntaba: “¿Respiran todos?”. Los viejos se removían en las camas y contestaban a coro: “Todos, Don Zatti”.
Zatti era una persona de muy buen humor. No lo descontrolaba ni la indiferencia de los otros, ni los tratos bruscos de gente nerviosa. Él siempre sonreía. Lo afectaba, sí, el dolor de los enfermos. Entonces recurría a su creatividad y compasión, con chistes o frases ocurrentes para animarlos.
Estar atentos
De Don Bosco hemos escuchado que fundó oratorios, casas, capillas, escuelas y talleres… pero, ¿un hospital? Es que esa fue la necesidad que vieron los misioneros salesianos en el entonces pequeño pueblo de Viedma, a fines del siglo XIX. Así abrieron la primera farmacia del lugar: los ricos pagaban los remedios, los pobres no. Se compensaba lo uno con lo otro. Y luego el hospital San José, el primero de la Patagonia argentina.
En ese hospital desplegó Zatti su pasión por el Evangelio y su amor a Jesús mediante el servicio a los más pobres y enfermos de la región. Se ocupó no sólo de procurar atención médica y tratamientos, sino también de acompañar a aquellos que estaban solos o que sufrían la pobreza.
Crear comunidad
Una tarea tan grande como conducir un hospital no la asumió una sola persona. Artémides Zatti formaba parte de una comunidad de hermanos y sacerdotes salesianos, donde algunos compartían las tareas del hospital. También acompañaban numerosas Hijas de María Auxiliadora.
Parte del personal de enfermería era voluntario, personas que donaban su tiempo por fe y vocación. Junto a ellos trabajaban los médicos profesionales. Y numerosos laicos colaboraban con recursos para sostener los gastos del hospital.
Con todos ellos, Zatti formó una comunidad que animaba y sostenía la tarea en el hospital. Toda la Familia Salesiana en torno a Zatti se lanza a hacer el bien a los demás en el simpático gesto de andar en bicicleta, hacia el final de la película.
Rezar y trabajar
Con su bicicleta, Zatti trataba de llegar a todos. Recorría el pueblo llevando medicinas, pero también una palabra de aliento, una oración, la compañía en un momento difícil. La tarea de Zatti era especialmente misionera.
Bien podría pensarse que la tarea principal de cualquier enfermero comienza cuando llega su paciente. Pero eso no significa que las personas no tengan otras necesidades. Por eso Zatti no se dedica a esperar en su hospital, sino que acude al encuentro de quienes lo esperan… y de quienes no, también.
Y esto ocurre no porque en el hospital no había gente a quien asistir, sino porque ese humilde enfermero supo reconocer el rostro de Dios en cada uno de sus vecinos, más allá de las circunstancias y de los contextos.
Hacer frente a la adversidad
No fue una vida simple la de Zatti. Ya de pequeño su familia había llegado a la Argentina escapando del hambre y la desocupación de Europa. Años más tarde, siendo aspirante al sacerdocio y feliz por haber ingresado a la Congregación Salesiana debe atender a su director enfermo de tuberculosis, quien muere en 1902. Artémides contrajo la enfermedad y por ello debe viajar a Viedma para curarse, donde promete a la Virgen que consagrará su vida al cuidado de los enfermos.
“Lo he visto llorar como un niño”, dice uno de los sacerdotes que estuvo a su lado mientras los albañiles comenzaban la demolición del hospital. Zatti no tenía dónde llevar a sus enfermos. Las flores del jardín son golpeadas con esos escombros tirados con indiferencia: su caridad es abofeteada por las circunstancias.
Bronca, angustia, indignación. Zatti no es ajeno a eso, como cualquier persona que atraviesa una situación injusta y dolorosa. Hay un momento para todo. Pero también hay tiempo para arrancar de nuevo. Frente a la adversidad, Zatti responde con oración, trabajo y comunidad, sin perder nunca de vista qué es lo más importante: no las paredes del hospital, sino la posibilidad de seguir acompañando a pobres y enfermos.
Es 2020 y las noticias que llegan a cada familia no son las más alentadoras. Un fenómeno extraordinario se transformó en una crisis persistente. El buen humor, la mirada puesta en el que más necesita, el trabajo junto con otros y la confianza en la presencia de Dios pueden ayudarnos, como a Don Zatti, a enfrentar la adversidad y salir adelante.
Para conocer más
El cortometraje Zatti, hermano nuestro está disponible en el canal de YouTube del Boletín Salesiano. Tiene una duración de 31 minutos. El idioma original es español y cuenta con subtítulos en coreano, esloveno, francés, inglés, italiano, polaco y portugués.
Ingresá en www.zattilapelicula.com.ar y encontrá materiales y recursos para ampliar la reflexión y el conocimiento sobre la vida y obra de Artémides Zatti.
BOLETIN SALESIANO – NOVIEMBRE 2020