Don Bosco escribe al párroco de San Nicolás ultimando los preparativos de la primera expedición misionera.

Por Néstor Zubeldía
nzubeldia@donbosco.org.ar
Preparar un largo viaje nunca ha sido cosa fácil. Mucho menos cuando no se conoce personalmente el lugar de destino, ni se ha podido tratar y acordar antes cara a cara con quienes recibirán a los viajeros. Trasladarse en grupo puede resultar de ayuda por la compañía y por el esfuerzo común, pero requiere también de mayor asistencia, ya sea en los preparativos como en la recepción.
En 1875, la joven Congregación Salesiana se haría por primera vez a la mar. Todavía pueblerinos e inexpertos, aquellos salesianos estaban dispuestos a ampliar horizontes y a atravesar fronteras visibles e invisibles. La dificultad y la lentitud de las comunicaciones de la época ponían una cuota mayor de complicación en los preparativos y en los cálculos. Al igual que el alto nivel de exposición, de expectativas y de riesgos propios de ese primer largo viaje.
Dos extensas cartas de Don Bosco, en julio y agosto de 1875, al párroco de San Nicolás de los Arroyos, nos presentan al fundador como hombre previsor y organizador práctico, arriesgado para cosas grandes y a la vez experto en detalles. Al santo turinés podría aplicársele también aquella frase que se suele dedicar a San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús: “No conocer límites en las grandes cosas y circunscribirse sin embargo a lo pequeño, es propio de Dios”.
A continuación, una selección de frases de aquellas cartas de Don Bosco al padre Ceccarelli que atravesaron el océano ciento cincuenta años atrás, preparando el camino de la primera expedición misionera salesiana:
“Yo les agradezco de corazón por las amables expresiones con que me han escrito, y que los Salesianos con su buena voluntad
esperan responder a la explicable expectativa, sea en cuanto a la dirección del colegio de San Nicolás como a las escuelas nocturnas
que entre nosotros dan tan buenos resultados”.
“Modifico algo el personal que se me había indicado. Serán cinco sacerdotes, todos maestros aprobados y provistos de diplomas
de nuestro país. Con ellos irán: un maestro de música para tocar y enseñar canto, piano, órgano y otros instrumentos, tanto en
las iglesias, si fuera necesario, como en el colegio y escuelas nocturnas”.
“Dos coadjutores salesianos, de los cuales uno tendrá el cuidado material del templo y el otro para el albergue del colegio”.
“El sacerdote doctor Juan Cagliero, inspector o vicesuperior de la Congregación, guiará a los socios salesianos con plenos poderes
para tratar y terminar cualquier asunto que pueda presentarse con las autoridades civiles y eclesiásticas. Luego el doctor
Cagliero volverá a Italia, para estar en condiciones de proveer a cuanto sea necesario para la buena marcha del nuevo colegio
y de otras cosas que la Divina Providencia se dignara confiarnos”.
“Y como es el primer viaje que los Salesianos hacen por tan largo trayecto oceánico, por eso deseo vivamente que vayan acompañados
por el comendador Juan Gazzolo, cónsul argentino en Savona. Es una persona que goza de toda nuestra confianza,
práctico en achaques de mar y conocedor de los países y de muchas personas”.
“Los viajeros, por tanto, son diez, y yo encarezco a ese respetable municipio quiera favorecerme con otros tantos pasajes. Pero
si en esto encontraran dificultades, yo me haría cargo de todos aquellos que allá no se juzgase de pagarlos”.
“Estoy dispuesto a hacer este y otros sacrificios, porque deseo que las cosas procedan bien y que no falte nada de cuanto pueda
contribuir a poner sólidas bases a la obra de San Nicolás.
“Los salesianos partirían de aquí alrededor de la mitad del próximo noviembre; les haré saber el día apenas se pueda establecer
con exactitud”.
“A usted, querido y respetable sacerdote de Dios, le presento humildes y cordialísimas gracias por la caridad que usa a esta
piadosa empresa. Si se obtiene, como espero, algo de gloria para Dios y algún provecho para los jóvenes de San Nicolás, usted
tendrá ciertamente el mérito principal.
“Estoy convencido que usted encontrará en los salesianos a buenos hermanos que, siguiendo los buenos consejos de usted,
satisfarán la expectativa de las autoridades civiles y religiosas, como ha sucedido acá, no obstante la difícil situación en que se
encuentra la cosa pública en nuestros países”.
“Cualquier cosa escríbame con toda libertad y pronto; yo le escribiré otra carta cuanto antes, para darle informe pormenorizado
de lo que estamos preparando para la proyectada partida”.
Humilde servidor y amigo
Sac. Juan Bosco
Turín 28 de julio de 1875
“Mientras nosotros preparamos nuestros equipajes, debo preguntarle muchos particulares:
En cuanto a los ornamentos litúrgicos y enseres de iglesia ¿los proveerán allá o debemos llevarlos nosotros?
Dígase lo mismo respecto a los enseres de casa, cocina, camisas, sábanas, pañuelos, toallas, servilletas, etc.
En cuanto a libros, misales, catecismos, libros de clase, gramáticas, diccionarios y otros.
Si es necesario llevar un piano o si ya lo tiene el colegio. Papel de música, métodos para enseñar órgano, piano y canto.
Y como estoy imprimiendo un libro de piedad para jóvenes en idioma español y deseo uniformarme por cuanto sea posible
a los usos de esa arquidiócesis, tendría necesidad de que usted me mandara lo antes posible un pequeño catecismo para
niños, del cual tomaré las oraciones diarias. Así los nuestros se uniformarán a lo que ya se hace en la diócesis.
En este tiempo es necesario que usted se arme de paciencia, me instruya y me ayude. Deseo que usted haga un buen
papel y que nadie pueda decir: ‘¡Es una miseria!’. Por eso, estando de por medio el honor de una Congregación naciente,
deseo no escatimar nada: ni personal, ni gastos, con tal de contribuir al éxito de nuestra empresa.
Dios lo llene de bendiciones”.
Humilde servidor
Sac. Juan Bosco
Turín, 12 de agosto de 1875
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2025