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Francisco y los jóvenes: Pinceladas de un mensaje del que todavía queda mucho por descubrir.

Francisco logró “poner en sintonía el corazón, las manos y la cabeza” y esa invitación hizo a los jóvenes que buscan una vida plena.

La armonía de los lenguajes de la vida

En muchos de sus intercambios con juventudes, el Papa Francisco, ha hablado de trabajar sobre la propia
persona para lograr una armonía entre la cabeza, el corazón y las manos.

En la cabeza se originan las ideas, los ideales, las utopías, los proyectos. Pero estos, ha resaltado, se tornan fríos y descarnados si no se ponen en acuerdo con el corazón, que maneja los sentimientos, las pasiones, los deseos, en definitiva el llamado profundo que Dios nos hace al amor. Cabeza y corazón, utopías y pasiones, se mantienen solo a nivel de intenciones, ha dicho Francisco, si esos sueños jóvenes no se concretan en las manos, en la realidad misma, en el compromiso visible, en acciones que muestren un Evangelio operativo.

La vida de todo y toda joven merece vivirse en armonioso intercambio y equilibrio de estos tres “lenguajes”, ha dicho el Papa. Que “uno piense lo que siente y hace, que uno sienta lo que piensa y hace, que uno haga lo que siente y piensa”. Allí se encuentra el núcleo de todo camino de crecimiento y educación. Es lindo recordar que para la preparación a la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa invitaba, en este mismo sentido, a no hacer caso a quienes quieren separar estos tres movimientos sino a recorrer con valentía la belleza armoniosa que los conecta y nutre recíprocamente. En su simple pero profunda sabiduría el Papa supo compartir, con tantos chicos y chicas a lo largo del mundo, este sencillo programa de vida plena.

Hugo Vera

“Les hablo como hijo de inmigrantes…”

Hace unas semanas, mientras esperaba a los animadores del Oratorio, un muchacho se acerca a la puerta y pide pasar. Tenía una remera que decía “Don Bosco”. No más nos sentamos a conversar, cuenta su historia: se llamaba Diego, era de Venezuela, había llegado hace un mes a la Argentina para poder estudiar, su familia había hecho un gran esfuerzo… 

Allí participaba de los grupos salesianos, por lo tanto se contactó por redes con los grupos de aquí, y gentilmente, algunos animadores lo orientaron para que viniera al Oratorio. ¡Nada más que decir! 

Si hay algo que puede hacer la Iglesia es hacer sentir en casa a los que vienen de lejos. Tanto la fe como la migración están en las raíces profundas de nuestra humanidad. Todos somos migrantes, todos creemos en algo. La fe supera los límites políticos, y una remera de Don Bosco, un canto a la Virgen o un crucifijo ya nos hacen sentirnos hermanos.

Francisco lo dijo clarito: hay que “acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes y refugiados”. No todos los jóvenes tienen la suerte de Diego. Por eso, su primer viaje como Papa fue a la isla italiana de Lampedusa, puerto de refugiados, donde denunció que “la indiferencia nos había quitado la capacidad de llorar” a los miles que mueren en el Mediterráneo. Por eso le dijo al Congreso de los Estados Unidos: “Millones de personas han alcanzado esta tierra persiguiendo el sueño de poder construir su propio futuro en libertad. (…) ¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos?” . Por eso, en medio de la Plaza San Pedro, desde hace unos años una barca con migrantes y refugiados de todos los tiempos recibe solemne a los peregrinos.

En el derecho que todo joven tiene a construir una vida digna con el fruto de su esfuerzo, Francisco tuvo siempre una mirada especial hacia los migrantes y refugiados: “Muchos tienen delante un futuro lleno de innumerables posibilidades, muchos otros parecen desorientados y sin sentido, prisioneros en un laberinto de violencia, de abuso y desesperación. Sus problemas son nuestros problemas”.

Santiago Valdemoros

El primer viaje de Francisco fue a Lampedusa, la isla italiana, puerto de refugiados.

“No balconeen la vida”

Con la emoción todavía en la garganta por la pascua de Francisco, mientras un mate ayuda a ir acariciando la angustia, me pongo a pensar en lo extraordinario que fue que nuestro Papa, argentino y del fin del mundo, haya devuelto a la Política como herramienta de transformación de la realidad. En un tiempo en donde mediáticamente se había vuelto “mala palabra”, nos propuso a los jóvenes en varios encuentros que “la política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común” (2013, EG).

La invitación, en palabras y sobre todo gestos, fue mucho más allá de la simple convocatoria a militar en algún partido político (aunque pudiera incluirla): el lugar desde dónde Francisco apasionadamente nos llamó, es esa capacidad tan evangélica de conmoverse y comprometerse con la vida de los demás. Con su estilo bien argentino, dijo desde el comienzo “Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse en ella”… donde balconear es lo contrario a estar en la calle, caminar la propia tierra, ser parte de un Pueblo, sentir con su gente, tener la capacidad de llorar el sufrimiento de los más pobres, de los que que son víctimas de la injusticia social, del descarte, del olvido.

Desde ese estar en la propia tierra, ser jóvenes con raíces, amar a la propia Patria, y conmoverse por sus hijos heridos, es de dónde nace un “compromiso concreto desde la fe para la construcción de una sociedad nueva”. Porque la amistad con Jesús rompe el encierro individualista (e incluso el “yo ampliado” de mi grupo de amigos): “Propongo a los jóvenes ir más allá de los grupos de amigos y construir la «amistad social, buscar el bien común (…) Quiero alentarte a este compromiso, porque sé que tu corazón, corazón joven, quiere construir un mundo mejor. (…) Los jóvenes en la calle. Son jóvenes que quieren ser protagonistas del cambio. Por favor, no dejen que otros sean los protagonistas del cambio”. Estas últimas, fueron palabras escritas en Christus Vivit, la carta en la que un Papa de las periferias le escribió en 1era persona a cada joven del planeta, creyente o no, diciéndole “Amigos (…) Ustedes son el Ahora de Dios”.

Alejandro Fernández

Una Iglesia joven

Francisco, a lo largo de su pontificado ha presentado con distintas imágenes el tipo de Iglesia que soñaba y por la que trabajaba: “hospital de campaña”, “madre y no aduana”, “pueblo de Dios en camino”, “Iglesia y pastores con olor a oveja”, “barca en medio de la tormenta”…

Para hacer realidad ese modelo de Iglesia nos invitó a todos sus miembros a vivir en clave de continua y permanente conversión, cada uno desde el propio lugar, situación y contexto, destacando el rol protagónico de los jóvenes. Una etapa vital la que ha destacado rasgos específicos como son la sinceridad del corazón, la audacia, la frescura, la generosidad, la flexibilidad al cambio y a dejarse enseñar por la vida, la misericordia, la bondad, la capacidad de perdonar y sobre todo la capacidad de amar.

Para Francisco los jóvenes no eran solo el futuro de la iglesia y del mundo sino el presente, los protagonistas del cambio, capaces de superar la apatía y ofrecer una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas que se viven en diversas partes del mundo.

Fue un convencido promotor del protagonismo juvenil como la posibilidad de renovación de la Iglesia, de su ardor espiritual y de su fuerza apostólica. Ellos, agentes y protagonistas de la acción pastoral, con su creatividad y audacia ayudan a la Iglesia a mantenerse joven.

Movido con esta convicción insistió en una pastoral que sea juvenil, popular, amplia, flexible, capaz de abrir puertas y ofrecer espacio a todos y a cada uno. Invitó a confiar en la capacidad de los mismos jóvenes, estimularlos y darles libertad para que se entusiasmen misionando y sembrando el primer anuncio en la tierra fértil que es el corazón de otro joven, privilegiando el idioma de la proximidad, el amor desinteresado, relacional, existencial, que toca el corazón.

El camino propuesto y caminado por Francisco es testimonio e invitación a seguir trabajando por una Iglesia que se hace joven en la apertura a los jóvenes, a través del acoger, del escuchar, del acompañar, y del testimoniar la misericordia de Dios, ofreciendo de este modo la Buena Noticia de Jesús.

Alejandro Jorrat

Sembrar semillas de esperanza

Francisco nos animaba a caminar esta tierra de una forma diferente. En sus palabras y en sus acciones, encontramos fuertes declaraciones por temáticas y grupos de personas que se encontraban “al margen”.

En 2015 publicó Laudato Si’, la primera encíclica completamente dedicada al cuidado de la “Casa Común” como una preocupación global, urgente y profundamente espiritual. Reunió los aportes y debates de la Iglesia en este tema y propuso una ecología integral, uniendo el cuidado del planeta con la justicia social.

Francisco nos recordó que “todo está conectado”, no se puede separar la preocupación por la naturaleza del compromiso con los más pobres y vulnerables. En un mundo marcado por el individualismo, el descarte y la apatía, la figura de Francisco convoca especialmente a los jóvenes, a ser protagonistas de una conversión que transforme el corazón y las estructuras. No se trata solo de “hacer algo”, sino de “ser de otro modo”: más fraternos, más solidarios, más humanos, en clave de comunidad.

Estamos invitados a retomar el mensaje de Francisco: ver y sentir a esta tierra como una herencia común que demanda de nuestro cuidado, nuestro compromiso y nuestra responsabilidad; “hacer lío” por este mundo, nuestro mundo, y sembrar semillas de esperanza para un futuro más justo y equitativo.

Noelia Luna y Florencia Roldán

Uno de los magisterios más significativos de Francisco fue su Encíclica Laudato Si’ donde nos recuerda que, no se puede separar la preocupación por la naturaleza del compromiso con los más pobres y vulnerables.

El mundo con vos puede ser distinto

Francisco siempre confió en los jóvenes: “Soñá que el mundo con vos puede ser distinto. Soñá que si vos ponés lo mejor de vos, vas a ayudar a que este mundo sea distinto. No se olviden, sueñen” –La Habana, Cuba 2015–. Los sueños pulsan entre la tierra y el cielo, lo que tengo, lo que soy y lo que quiero ser. Echan raíces en la vocación, el llamado de Dios, a la vida, a la fe, a la misión, al matrimonio, a la vida consagrada o sacerdotal. ¿Cómo dejar entrar a Dios en la vida y buscar con Él aquello que nos haga plenamente felices?

En Christus Vivit Francisco lo sintetiza con sencillez: “Jesús camina entre nosotros como lo hacía en Galilea. Él pasa por nuestras calles, se detiene y nos mira a los ojos, sin prisa. Su llamado es atractivo, es fascinante. Pero hoy la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que nos bombardean hacen que no quede lugar para ese silencio interior donde se percibe la mirada de Jesús y se escucha su llamado. (…) el torbellino de este mundo te lleva a una carrera sin sentido, sin orientación, sin objetivos claros, y así se malograrán muchos de tus esfuerzos. Más bien busca esos espacios de calma y de silencio que te permitan reflexionar, orar, mirar mejor el mundo que te rodea, y entonces sí, con Jesús, podrás reconocer cuál es tu vocación en esta tierra”.

Susana Billordo

«Dios es joven»

El papa Francisco privilegió el trato cercano y la relación personal con los jóvenes y desde su experiencia sintonizó con ellos, con su lenguaje y sus vivencias. Con los jóvenes como son, cada uno desde sus experiencias y desde sus expectativas.

Un Papa disruptivo y propositivo afirmó que “Dios es joven” y los jóvenes son el “ahora de Dios”. Dios “es capaz de renovar, de rejuvenecerse continuamente y rejuvenecerlo todo. Las características más peculiares de los jóvenes son también las suyas. Es joven porque ‘hace nuevas todas las cosas’ y le gustan las novedades; porque asombra y le gusta asombrarse; porque sabe soñar y desea nuestros sueños; porque es fuerte y entusiasta; porque construye relaciones y nos pide a nosotros que hagamos otro tanto; porque es social”.

Francisco invierte la experiencia, pues no son los jóvenes los que tienen que parecerse a Dios, sino que Dios asume las características de los jóvenes: hacer nuevas las cosas, la novedad histórica, el asombro, el soñar y desear, el entusiasmo y la fortaleza, la capacidad de relaciones y la sociabilidad.

Desde la experiencia de Francisco, los jóvenes no son sólo futuro de la humanidad y de la Iglesia, sino que son el presente, y por lo mismo, los y las jóvenes están llamados a ser protagonistas en la historia de la Iglesia y de la humanidad. Justamente, por este protagonismo y por su capacidad para soñar en grande, el mismo papa Francisco propuso el camino de la sinodalidad para toda la Iglesia, donde haya lugar para “todos, todos, todos”, especialmente para jóvenes y mujeres.

Ariel Fresia

Francisco propuso el camino de la sinodalidad para la Iglesia, donde haya lugar para todos, especialmente para los jóvenes.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2025

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