TEA: Todos Estamos Aprendiendo

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…y la escuela es el mejor lugar para hacerlo.

Por Susana Alfaro
salfaro@donbosco.org.ar

¿Thiago Fernández? Si, lo conozco…todos lo conocen acá, es el nene con TEA. ¿Cómo es? Qué se yo, es raro, pobrecito, no sé, es buenito…

¿Thiago Fernández? Sí, claro, obvio que lo conozco… Tiene TEA. A la mañana viene a la escuela y a la tarde hace fono, TCC, psicomotricidad y psicopedagogía. El último informe de equipo dice que habría que pensar en una escuela especial porque ya empieza a notarse la brecha pedagógica…

¿Thiago Fernández? ¡Obvio que lo conozco! ¡Es mi amigo desde sala de 3! Es divertido, le encantan las galletitas sonrisas y antes de comerlas pone todas las caritas para el mismo lado. A veces se enoja y grita porque no le sale decir lo que le pasa, pero cuando se calma me pide perdón…es el único de mis amigos que pide perdón… En la escuela tiene una seño que lo ayuda porque algunas tareas no le salen. ¡Ah! Y arma el cubo mágico en dos minutos.

Un poco de historia

El año 2006 marcó un antes y un después en la educación argentina. Hasta entonces, las escuelas “comunes” solo recibían entre sus alumnos niños con disminución sensorial, o con diferentes niveles de disfuncionalidad motora, pero sin alteraciones evidentes de su capacidad cognitiva. Para los niños y las niñas que presentaban alguna dificultad significativa en este sentido o que manifestaban algún rasgo en su personalidad que escapaba de “lo esperable en un niño de la edad” estaban previstas las Escuelas Especiales.

Así, los chicos crecían y aprendían en espacios separados, casi sin tener noticias los unos de los otros.

Pero en el año 2006, se promulgó en nuestro país la Ley 26.206, Ley Nacional de Educación, en la que el Estado se compromete a garantizar la inclusión de todos los niños y niñas en un espacio escolar común, en el que a todos se les habilite por igual la apropiación del patrimonio cultural del que somos igualmente herederos, un espacio escolar que funcione como marco seguro para el encuentro con la diversidad que interpela y enriquece a unos y otros.

Con la sanción en el año 2006 de una nueva Ley Nacional de Educación, el Estado se compromete a garantizar la inclusión de todos los niños y niñas en un espacio escolar común, que funcione como marco seguro para el encuentro con la diversidad e interpela y enriquece.

Así fue que quienes habitábamos las escuelas “comunes” empezamos a compartir el espacio escolar con niños y niñas que, acompañados por sus familias, introdujeron su novedad en nuestros patios y en nuestras
aulas
. Ese movimiento conmovió la seguridad de nuestras prácticas, nos invitó a revisar nuestras prioridades y abrió al interior de las escuelas, de las familias, de los docentes y de los chicos una montaña de preguntas.

Acerca de los diagnósticos

¿De dónde salieron tantos pibes con TEA? ¿Qué quiere decir esa sigla que se escucha tanto hoy? ¿Es lo mismo que el Autismo? ¿Qué pasa que todos necesitan ir a la escuela acompañados? Buena parte de esas preguntas tiene que ver con los diagnósticos, su proliferación y su significado.

La sigla TEA quiere decir Trastorno del Espectro Autista. Como entidad diagnóstica es, efectivamente, una entidad nueva pero, no porque haya una “enfermedad nueva”, sino porque en la última revisión del Manual para el Diagnóstico de las Enfermedades Mentales, se decidió reunir bajo esa denominación a un grupo de cuadros que antes estaban dispersos. Así, el Trastorno Generalizado del Desarrollo –TGD–, la Enfermedad de Asperger y el Trastorno Autista quedan englobados en el TEA. A la vez se suman otros criterios diagnósticos –relacionados con la intensidad de los síntomas y el grado de restricción que imponen– a partir de los cuales, ciertas configuraciones sintomáticas pasan a quedar bajo esta denominación.

Lo que más necesita un niño o una niña con TEA o con cualquier otra particularidad es no ser definido por el diagnóstico.

Los niños con TEA no son todos iguales. Si bien algo de la comunicación se encuentra afectada, algunos logran un desarrollo rico del lenguaje y hay quienes apenas pueden tomar un comunicador plastificado para pedir lo que necesitan. Lo mismo ocurre con la interacción social, algunos pueden establecer vínculos de amistad y otros, en cambio, no distinguen los nombres
de sus compañeros ni se interesan por conocerlos. Hay quienes desarrollan alguna habilidad de manera extraordinaria y quienes no salen del promedio en ningún área.

La pregunta acerca de por qué el desarrollo neuro-biopsicológico de un niño toma tal o cual forma o asume tal o cual particularidad no tiene una respuesta única. Lo que sí sabemos y comprobamos es que la escuela tiene que escuchar esa necesidad.

Sin embargo, y sin desmerecer lo anterior, lo que más necesita un niño o una niña con TEA o con cualquier otra particularidad es no ser definido por el diagnóstico. Poder ser un alumno entre todos los alumnos, sumarse al colectivo del aula, no estar siempre en situación de excepcionalidad.

En la escuela todos estamos aprendiendo y ese es el fuego alrededor del cual nos reunimos. Algunos apenas estirarán las manos para calentarse; otros, lo alimentarán con ramas o bollitos de papel y habrá quien se pregunte por la combustión de gases y materiales que le dio lugar, pero el fuego es el mismo para todos y todos tenemos un lugar en la ronda.

Quizá sea ese el mayor desafío de la escuela, poder ver al niño que tenemos frente a nosotros, sin dejarnos encandilar por la etiqueta que porta. Y tener en cuenta que el diagnóstico, en todo caso, no es una lista de sus “partes falladas” sino que nos habla de su padecimiento y nos da una pista sobre los modos posibles de aliviarlo. Y cuando no sepamos cómo hacer, podemos preguntarle al amigo de Thiago Fernández.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2023

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