El sueño de Don Bosco durante la noche previa de una nueva expedición.

Por Luis Timossi, sdb
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24 de enero de 1885. Está por partir una nueva expedición misionera, Monseñor Cagliero la acompañará.
La noche previa Don Bosco tiene un sueño semejante al de 1883. “Me pareció acompañar a los misioneros en su viaje (…) Sin saber cómo, nos encontramos inmediatamente en América. Al llegar al final del viaje me vi solo en medio de una extensísima llanura, entre Chile y la República Argentina.
Pude ver todas nuestras casas de Argentina. Las de Uruguay: Paysandú, Las Piedras, Villa Colón; en Brasil pude ver el colegio de Niterói y muchos otros institutos… Hacia Occidente se abría una larguísima avenida que conducía a países desconocidos…
– ‘¿Dónde nos encontramos?’, pregunté a mi acompañante.
– ‘Estamos en la Mesopotamia’, me replicó.
– ‘¿En la Mesopotamia? Pero si esto es la Patagonia’, repliqué.
– ‘Sí, pero esto es la Me…so…po…ta…mia’, concluyó silabeando la palabra.
– ‘¿Y por qué los salesianos que veo son tan pocos?’
– ‘Los que no hay ahora, los habrá con el tiempo’, respondió.
¡Cuántas cosas magníficas vi! ¡Todos y cada uno de los colegios! Vi como en un solo punto el pasado, el presente y el porvenir de nuestras misiones.
¡Cuántas cosas magníficas vi! ¡Todos y cada uno de los colegios! Vi como en un solo punto el pasado, el presente y el porvenir de nuestras misiones… La gran cantidad de indígenas que están esparcidos por el Pacífico hasta el golfo de Ancud, por el Estrecho de Magallanes, Cabo de Hornos, Islas de San Diego, en las Islas Malvinas. Toda la mies destinada a los Salesianos”.
“Bajo mis pies”
“Me pareció que me ponía en viaje para regresar a Italia. Era llevado a gran velocidad por un camino extraño, altísimo… Toda la ciudad de Turín estaba bajo mis pies… la gigantesca cadena de los Alpes cubierta de nieve estaba bajo mis pies… veía a los jóvenes allá en Oratorio, tan pequeños que parecían ratoncitos…”.
Don Bosco contempla también desde la altura, cómo grandes grupos de salesianos partían hacia esos países y otros llegaban a ocupar las vacantes dejadas. “Todos iban a concentrarse en aquella extensísima llanura entre Chile y la República Argentina”.
En este sueño se da un cambio permanente de escena: “Yo estaba maravillado al ver la inmensa multitud que se había concentrado allí en un momento, desapareciendo seguidamente… Y he aquí que aquella inmensa llanura se convirtió en un salón…”. Y sorpresivamente se encuentra dialogando con Cagliero, viendo la hermosura, el esplendor, la blancura, la luminosidad de ese inmenso salón en el que se sentía también la fragancia de los más gratos perfumes. En torno a pequeñas mesas que formaban una sola, de longitud extraordinaria, infinidad de personas vestidas todas de blanco y con un manto de color rosa, ingresaban y comenzaban a tomar asiento. “Cada turba que ingresaba en aquel local representaba a una nación o sector de nación que sería convertida por los misioneros salesianos”.
“Todos los asientos aparecían ocupados y cada uno estaba contento del lugar que ocupaba y del que ocupaban los demás”.
También “comprobé que había sentadas en aquellas mesas muchas hermanas nuestras y gran número de nuestros hermanos.… Todos los asientos aparecían ocupados y cada uno estaba contento del lugar que ocupaba y del que ocupaban los demás. Mientras de todas partes salían voces de ¡Viva! ¡Triunfo!… ¡Aleluya! ¡Gloria!…”.
“¡Estamos en el Paraíso!”
“Cuando la sala apareció completamente llena… se hizo un profundo silencio y, seguidamente, aquella multitud comenzó a cantar dividida en coros diversos…”. Cada coro cantaba alabanzas a Dios y otros coros respondían desde la altura y desde lejos. “(…) Aquella música parecía compuesta al mismo tiempo por miles de notas y mil grados de elevación que se unían formando un solo acorde. Las voces altas subían de una manera imposible de imaginar. Las voces de los que estaban en la sala bajaban sonoras y alcanzaban escalas difíciles de expresar. Todos formaban un coro único, una sola armonía, pero tanto los bajos como los contraltos eran de tal gusto y belleza y penetraban los sentidos produciendo un efecto que el hombre se olvidaba de su propia existencia y yo caí de rodillas a los pies de monseñor Cagliero exclamando: ‘¡Oh Cagliero! ¡Estamos en el Paraíso!’.
Monseñor Cagliero me tomó de la mano y me dijo: ‘No es el Paraíso, es una sencilla, una débil figura de lo que en realidad será el Paraíso’.
Mientras los coros seguían cantando: ‘Solo a Dios sea el honor y la gloria y el triunfo, aleluya, para siempre, para siempre’ … Me olvidé de mí mismo y no sé qué fue de mí”.
Esta experiencia tan increíble deja a Don Bosco, postrado. “Por la mañana, a duras penas me podía levantar…
El pensamiento principal, que me quedó grabado fue dar a monseñor Cagliero y a mis queridos misioneros un aviso de suma importancia relacionado con la suerte futura de nuestras Misiones: todas las solicitudes de los Salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora han de encaminarse a promover las vocaciones eclesiásticas y religiosas”.
Así cierra Don Bosco este sueño tan extraordinario y original, pasándonos también a nosotros, sus salesianos y salesianas de hoy, esta consigna. En su contexto explicita las vocaciones consagradas, hoy nos diría: ¡promuevan todas las vocaciones misioneras de la Familia Salesiana!
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – JUNIO 2025