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Hacinamiento, motines, incendios: en la prisión Pademba, en Sierra Leona, los salesianos sostienen su presencia incluso cuando todo se hace cuesta arriba.

El correccional Pademba Prison, en la capital de Sierra Leona, se construyó en 1937 para confinar a trescientos presos; hoy alberga a casi mil quinientos reclusos hacinados en celdas insalubres. Los salesianos son la única institución que trabaja con los reclusos, incluso después de lo ocurrido.

Por Misiones Salesianas

El 29 de abril del año pasado, y con el advenimiento de la pandemia de COVID-19 en el mundo, estaba previsto que 237 presos por delitos menores que se encontraban alojados en la cárcel de Freetown, en Sierra Leona, quedaran en libertad tras un decreto presidencial. Unos días antes se había confirmado el primer caso de coronavirus en la prisión y se prohibieron las visitas. A los reclusos también se les prohibió salir de sus celdas para protegerlos, pero ellos lo interpretaron como otra humillación más, sumada a la falta de alimentación y de higiene. 

Pademba Prison, la cárcel de Freetown, sin cámaras de seguridad y quintuplicando su capacidad original, vivió ese día un cruento motín. Pasadas las ocho de la mañana varios reclusos lograron acceder a la clínica y la incendiaron. Después, redujeron con facilidad a los guardias, abrieron todos los pabellones y quemaron la cocina, la farmacia, el registro de documentos y todos los talleres.

“En la capilla sólo hubo algunos daños, pero en el salón Don Bosco, donde 225 de ellos recibían cada semana una comida extra y había una sala de informática y una biblioteca, todo acabó destrozado y por los suelos”, recuerda el misionero salesiano Jorge Crisafulli, director de Don Bosc Fambul, la presencia salesiana en esa ciudad.

En su intento por controlar, el motín la policía y el ejército tomaron las inmediaciones de la cárcel y dispararon indiscriminadamente a los presos. “Las cifras oficiales señalaron 13 reclusos y un guardia muertos, pero todo indica que fueron muchos más, habrá que hacer una investigación”, aseguró ese día Crisafulli.

La revuelta fue sofocada en cuatro horas y los presos fueron encerrados en sus celdas. Durante tres días no recibieron comida ni agua y fueron torturados para intentar encontrar a los líderes del motín. Algunos, heridos de bala y sin atención médica, murieron en los días siguientes.

Ahora la ayuda es para todos

El equipo de Don Bosco que trabaja en la prisión pudo entrar a evaluar los daños y la situación de los presos al día siguiente. El compromiso de los salesianos con las autoridades fue dar de comer a todos los presos, unos mil quinientos, durante unos meses, a cambio de poder verlos, hacerles chequeos médicos y atenderlos.

Al mismo tiempo, el coronavirus también avanzó en la cárcel, donde se detectaron 19 casos positivos. “Trajimos camas y rehabilitamos una zona para aislarla como hospital. Conseguimos hacer revisiones médicas diarias a entre 80 y 100 presos”, comentaba Crisafulli

“Hemos conseguido transformar la maldición de lo ocurrido en la bendición de poder llegar ahora a todos los reclusos”, dice el misionero salesiano Jorge Crisafulli.

Los salesianos entregan a cada preso una bolsa de comida seca que contiene leche en polvo, una verdura, una fruta, azúcar y agua. “Poco a poco fuimos consiguiendo que salgan de las celdas porque llevaban dos meses sin ver el sol y casi sin asearse, así que también hemos comprado baldes de agua para su higiene”, destacó el misionero salesiano.

“Los presos confían en Don Bosco”

El argentino Crisafulli, junto con todo el equipo de Don Bosco Fambul, tiene claro que los presos confían en Don Bosco, porque piensan que muchos quieren matarlos, y nosotros los cuidamos. Nos duele lo ocurrido el año pasado pero no nos preocupan los daños materiales, porque lo reconstruiremos y volveremos a tener libros y computadoras. También seguiremos reconstruyendo la confianza quebrada. Lo peor son las muertes, y por eso lo nuestro es perdonar, porque el amor y el perdón son más fuertes que la violencia. Hemos conseguido transformar la maldición de lo ocurrido en la bendición de poder llegar ahora a todos los reclusos”.

El próximo proyecto en los terrenos del nuevo Don Bosco Fambul será terminar de construir un edificio para los menores en conflicto con la ley. “Hablaremos con las autoridades para que nos dejen llevar allí a menores con delitos leves para rehabilitarlos a base de cariño, amabilidad y una oportunidad educativa; sin barrotes y sin estar rodeados de reclusos adultos”, finaliza Crisafulli, mientras aceleran los procesos de pagar fianzas de esos menores que ahora siguen sufriendo en una cárcel de adultos.

BOLETIN SALESIANO – JULIO 2021

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Hacinamiento, motines, incendios: en la prisión Pademba, en Sierra Leona, los salesianos sostienen su presencia incluso cuando todo se hace cuesta arriba.

El correccional Pademba Prison, en la capital de Sierra Leona, se construyó en 1937 para confinar a trescientos presos; hoy alberga a casi mil quinientos reclusos hacinados en celdas insalubres. Los salesianos son la única institución que trabaja con los reclusos, incluso después de lo ocurrido.

Por Misiones Salesianas

El 29 de abril del año pasado, y con el advenimiento de la pandemia de COVID-19 en el mundo, estaba previsto que 237 presos por delitos menores que se encontraban alojados en la cárcel de Freetown, en Sierra Leona, quedaran en libertad tras un decreto presidencial. Unos días antes se había confirmado el primer caso de coronavirus en la prisión y se prohibieron las visitas. A los reclusos también se les prohibió salir de sus celdas para protegerlos, pero ellos lo interpretaron como otra humillación más, sumada a la falta de alimentación y de higiene. 

Pademba Prison, la cárcel de Freetown, sin cámaras de seguridad y quintuplicando su capacidad original, vivió ese día un cruento motín. Pasadas las ocho de la mañana varios reclusos lograron acceder a la clínica y la incendiaron. Después, redujeron con facilidad a los guardias, abrieron todos los pabellones y quemaron la cocina, la farmacia, el registro de documentos y todos los talleres.

“En la capilla sólo hubo algunos daños, pero en el salón Don Bosco, donde 225 de ellos recibían cada semana una comida extra y había una sala de informática y una biblioteca, todo acabó destrozado y por los suelos”, recuerda el misionero salesiano Jorge Crisafulli, director de Don Bosc Fambul, la presencia salesiana en esa ciudad.

En su intento por controlar, el motín la policía y el ejército tomaron las inmediaciones de la cárcel y dispararon indiscriminadamente a los presos. “Las cifras oficiales señalaron 13 reclusos y un guardia muertos, pero todo indica que fueron muchos más, habrá que hacer una investigación”, aseguró ese día Crisafulli.

La revuelta fue sofocada en cuatro horas y los presos fueron encerrados en sus celdas. Durante tres días no recibieron comida ni agua y fueron torturados para intentar encontrar a los líderes del motín. Algunos, heridos de bala y sin atención médica, murieron en los días siguientes.

Ahora la ayuda es para todos

El equipo de Don Bosco que trabaja en la prisión pudo entrar a evaluar los daños y la situación de los presos al día siguiente. El compromiso de los salesianos con las autoridades fue dar de comer a todos los presos, unos mil quinientos, durante unos meses, a cambio de poder verlos, hacerles chequeos médicos y atenderlos.

Al mismo tiempo, el coronavirus también avanzó en la cárcel, donde se detectaron 19 casos positivos. “Trajimos camas y rehabilitamos una zona para aislarla como hospital. Conseguimos hacer revisiones médicas diarias a entre 80 y 100 presos”, comentaba Crisafulli

“Hemos conseguido transformar la maldición de lo ocurrido en la bendición de poder llegar ahora a todos los reclusos”, dice el misionero salesiano Jorge Crisafulli.

Los salesianos entregan a cada preso una bolsa de comida seca que contiene leche en polvo, una verdura, una fruta, azúcar y agua. “Poco a poco fuimos consiguiendo que salgan de las celdas porque llevaban dos meses sin ver el sol y casi sin asearse, así que también hemos comprado baldes de agua para su higiene”, destacó el misionero salesiano.

“Los presos confían en Don Bosco”

El argentino Crisafulli, junto con todo el equipo de Don Bosco Fambul, tiene claro que los presos confían en Don Bosco, porque piensan que muchos quieren matarlos, y nosotros los cuidamos. Nos duele lo ocurrido el año pasado pero no nos preocupan los daños materiales, porque lo reconstruiremos y volveremos a tener libros y computadoras. También seguiremos reconstruyendo la confianza quebrada. Lo peor son las muertes, y por eso lo nuestro es perdonar, porque el amor y el perdón son más fuertes que la violencia. Hemos conseguido transformar la maldición de lo ocurrido en la bendición de poder llegar ahora a todos los reclusos”.

El próximo proyecto en los terrenos del nuevo Don Bosco Fambul será terminar de construir un edificio para los menores en conflicto con la ley. “Hablaremos con las autoridades para que nos dejen llevar allí a menores con delitos leves para rehabilitarlos a base de cariño, amabilidad y una oportunidad educativa; sin barrotes y sin estar rodeados de reclusos adultos”, finaliza Crisafulli, mientras aceleran los procesos de pagar fianzas de esos menores que ahora siguen sufriendo en una cárcel de adultos.

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