¿Es actual la espiritualidad de Don Bosco?

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La Constitución Pastoral sobre La Iglesia en el mundo actual, aprobada un día antes de concluirse el Concilio Vaticano II, comienza afirmando:

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias, de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1).

Y poco más adelante el mismo documento añade: “El género humano se halla hoy en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero” (GS 4).

Cambios profundos y acelerados

La evolución de la sociedad actual repercute sobre el comportamiento de los jóvenes. Las prácticas religiosas, que en otros tiempos eran parte integrante de la cultura, son ahora ajenas a la mentalidad corriente. Aspectos que se pensaban como valores y cualidades positivas de la persona tienen poca o ninguna atracción en nuestros días.

Las concepciones han llegado a ser casi opuestas en lo que se refiere, por ejemplo, al uso del tiempo y de la libertad. Actualmente se apunta a lo inmediato y nada es definitivo; interesa sobre manera hacer valer los propios derechos y se menosprecian los deberes hacia los demás; el consumismo se convierte en frenética necesidad, impulsado por las leyes del mercado, ilusión irresistible de bienestar individual y colectivo. Pero, ¿de veras todo esto ayuda a vivir mejor? ¿No es, en cierta medida, el resultado de un vacío existencial, que retrasa la madurez de la persona? ¿Son los jóvenes actores de este delirio, o la ambición de los adultos impone sus intereses?

Entre los estudiosos actuales de psicología social y de psiquiatría son cada vez más numerosos los que detectan en las tendencias contemporáneas síntomas de males que van en aumento: bulimia, anorexia, drogadicción, estrés y otras alteraciones generalizadas en nuestro tiempo, que tienen sus causas en determinadas orientaciones de la sociedad. Y desde los ámbitos filosófico, político y económico se señalan, entre otros motivos, la incapacidad de fijar límites.

Desde Don Bosco a nuestros días

No hay duda que la realidad de hoy es distinta de la del siglo XIX. Sin embargo, en Italia como en algunos otros países, los primeros cambios sociales profundos comienzan a abrirse paso en los albores de la época industrial, en la que le toca vivir a Don Bosco.

Apenas ordenado sacerdote, Don Bosco se ejercita pastoralmente en Turín bajo la guía de don Cafasso y, acompañado por él y por don Borel, empieza a ocuparse de los jóvenes. En las Memorias del Oratorio cuenta que, impactado fuertemente por los muchachos que “no conocían parroquias ni tenían gente amiga y se veían expuestos a muchos peligros de perversión” (MO 41), decidió “prestar la asistencia necesaria a los muchachos cuyo comportamiento moral y abandono exigían más dedicación por parte de los sacerdotes” (MO 42) atendiendo a “los jóvenes más abandonados y en peligro” (MO 44).

Según Don Bosco, el camino para lograr la felicidad está al alcance de ellos, pero requiere determinación y esfuerzo. En el prólogo de uno de sus primeros escritos —El joven instruido para la práctica de sus deberes en los ejercicios de cristiana piedad, publicado en 1847— anota textualmente:

“Voy a indicarles un plan de vida cristiana que pueda mantenerlos alegres y contentos haciéndoles conocer al mismo tiempo cuáles son las verdaderas diversiones y los verdaderos placeres… Les ofrezco un método de vida corto y fácil, pero suficiente, para que puedan ser el consuelo de sus padres, buenos ciudadanos en la tierra y después felices poseedores del cielo… Queridos jóvenes: los amo con todo mi corazón, y me basta que sean aún de tierna edad para amarlos con ardor… difícilmente encontrarán quien los ame, en Jesucristo, más que yo y que desee más su felicidad… Vivan felices, y el santo temor de Dios sea su riqueza durante toda su vida”.

El modo de expresarse de Don Bosco está lejos de la sensibilidad de los jóvenes de hoy, pero aparecen evidentes su predilección por ellos y las condiciones que hacen posible la educación según su visión cristiana de la vida. Es probable que ya entonces los jóvenes percibieran sus palabras cercanas y afectuosas pero, a la vez y sin ambigüedad alguna, directas y provocadoras.

Profundamente humano, profundamente santo

Un interesante librito de Pietro Brocardo, que tuvo éxito desde su primera edición —fue traducido a unas diez lenguas, entre las cuales se encuentran el castellano, portugués, inglés, chino, coreano, japonés—, presenta a Don Bosco como “profundamente hombre y profundamente santo”. El autor recurre a esta expresión como “clave interpretativa” para comprender la finalidad educativa de Don Bosco y las características inconfundibles de la espiritualidad salesiana.

En una infinidad de actitudes y pequeños gestos se lo descubre “profundamente humano”, rebosante de esa bondad que se inspira en Jesús Buen Pastor siguiendo el ejemplo de san Francisco de Sales. Así mismo, en especial con los jóvenes, establece una relación asimétrica. Es decir, los acompaña como “padre y amigo”, proponiéndoles una meta de amplios horizontes, más allá de las inquietudes que ellos traen y sus búsquedas inmediatas. Sin privarlos de su libertad, les indica también los límites que tienen que imponerse para colmar las aspiraciones insospechadas de sus corazones ardientes.

De ese modo Don Bosco se demuestra también “profundamente santo”. No solamente por la manera de vivir su entrega al Señor, sino sobre todo por su capacidad de “provocar deseos de santidad” en los jóvenes y acompañarlos en la realización de la misma. En el fragmento de 1847 ya citado esa meta aparece con claridad. Y más explícitamente la propone Don Bosco en la década de 1854 a 1864 en las biografías de Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco Besucco. Allí describe lo que él entiende por educación auténtica y bien lograda: un camino de santidad juvenil. Algunos años más tarde, presentando en 1877 El Sistema Preventivo en la educación de la juventud, lo resume de este modo: “Este sistema se apoya por entero en la razón, en la religión y en el amor”.

El Concilio Vaticano II nos recuerda que para los “auténticos discípulos de Cristo, nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”. Don Bosco lo vivió según las necesidades de su tiempo. Hoy sigue siendo su propuesta educativa y espiritual para nosotros.

 

Por Juan Picca, sdb

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