El desafío de volver a los orígenes del carisma implica ahondar en la comprensión de lo que vivió Don Bosco, haciéndolo accesible y aplicable en las condiciones culturales de nuestro tiempo. Este proceso no puede asemejarse a un salto acrobático en el vacío. La fidelidad a nuestro padre requiere que se mantenga lo que fue esencial en su experiencia original. Eso no se logra sólo por aproximación afectiva: exige un estudio paciente y una mediación necesariamente discursiva. Aquí se resume la trayectoria de este proceso, desde la muerte de Don Bosco hasta nuestros días.
De 1888 a 1934: “La contribución filial de tantos testigos más que oculares”
Las palabras del subtítulo son de Don Rinaldi. Este período abarca desde la muerte de Don Bosco hasta su canonización, y prolonga la experiencia compartida por los que vivieron con él. Es el tiempo privilegiado de la primera tradición salesiana, cuando los que estuvieron con Don Bosco narran lo que recuerdan de él con la emoción de haber sido también ellos protagonistas. Mientras se reúnen los testimonios para el proceso de beatificación y canonización, se publican las primeras biografías y la voluminosa recolección de las Memorias Biográficas, a la vez que se hacen los primeros intentos para lograr una sistematización de la labor educativa y de la vivencia espiritual del fundador —véase el recuadro—.
Gran parte de esa primera producción escrita es hoy casi totalmente desconocida. En cambio, los que no habían tenido la fortuna de vivir en contacto directo con Don Bosco la leyeron con asiduidad y veneración. Accediendo a ese patrimonio de documentación es sorprendente la variedad de matices y, a la vez, la convergencia sobre algunos rasgos esenciales. Constituye además una utilísima herramienta de comprensión hermenéutica. En efecto, esos son los años en que comienza el proceso de adaptación cultural del carisma salesiano, mientras se registra la gran expansión de los Salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora por el mundo.
De 1934 a 1965: el modelo de una santidad oficialmente reconocida
Hojeando el Boletín Salesiano de este segundo período, en todas las lenguas en que entonces se publicaba, es fácil constatar que la atención centrada hasta entonces en el santo patrono Francisco de Sales se desplaza sobre Don Bosco apenas canonizado.
Don Pedro Ricaldone, su cuarto sucesor, recuerda haber visto fugazmente a Don Bosco cuando era muy pequeño, en brazos de su madre. Sin embargo, la adhesión al santo de los jóvenes sigue siendo profunda, reforzada por el fervor suscitado por la canonización y por la creciente difusión de las obras salesianas en el mundo. Y se agiganta con otras dos canonizaciones: en 1951 la de María Dominga Mazzarello, cofundadora del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, y en 1954 la de Domingo Savio, alumno ejemplar del Oratorio de Valdocco.
Siendo Rector Mayor por diecinueve años —de 1932 a 1951—, Don Ricaldone promueve importantes iniciativas institucionales, como el museo central de las misiones salesianas, la fundación de la editorial LDC para la promoción catequística y del Pontificio Ateneo Salesiano para la formación superior de los salesianos, y la preparación profesional especializada de los coadjutores, entre otras. También organiza la recopilación sistemática de textos para la “formación salesiana” en dos series: la primera, coordinada por él mismo, comprende trece tomos sobre la “vida religiosa” y la “pedagogía” —Don Bosco educador, en 1951—; la segunda, más directamente relacionada a las fuentes, recoge varios trabajos de don Ceria —Don Bosco con Dios, La vida religiosa, Semblanzas de Salesianos Capitulares, Anales de la Sociedad Salesiana, Epistolario de san Juan Bosco y las Memorias del Oratorio, por primera vez publicadas integralmente— y de don Caviglia —Obras y escritos editados e inéditos de Don Bosco—.
Se debe notar, además, que comienzan a aparecer investigaciones más rigurosas sobre Don Bosco, su actividad educativa y su espiritualidad. A los mencionados Ricaldone, Caviglia y Ceria se suman Scotti, Valentini, Desramaut, Braido, Stella, limitándonos a citar los nombres de los que comienzan a propulsar el enfoque metodológico histórico crítico.
De 1965 a la actualidad: “Mantener el espíritu y de los fundadores”
El inicio del tercer período coincide con la conclusión del Concilio Vaticano II. El subtítulo está tomado del decreto Perfectæ Caritatis, que auspicia la renovación de los Institutos de Vida Consagrada en consonancia con los cambios profundos en el mundo actual.
Por disposición explícita del Concilio fueron convocados el Capítulo General Especial XVII de las Hijas de María Auxiliadora, en 1969, y el Capítulo General Especial XX de los Salesianos, entre 1971 y 1972, para “una adecuada renovación de la vida y de la disciplina”, de “las formas de gobierno” y de “las Constituciones” (PC 1, 3-4 y 20). Sin lugar a dudas el esfuerzo puesto en marcha por el Concilio y realizado sucesivamente trajo sus frutos.
Al menos cabe mencionar algunos de los cambios más significativos, como el mayor espacio reservado a los laicos y la promoción de la Familia Salesiana y el impulso renovador que implicaron. Al redactarse los nuevos documentos se auspicia la formación permanente y la creación de Centros especializados para actuarla, entre los que merece ser mencionado el Centro Salesiano Regional de Formación Permanente de Quito, fundado y dirigido por el benemérito padre Fernando Peraza. Con proyección mundial ofrecen un inestimable servicio desde 1981 el Instituto Histórico Salesiano, en Italia, con su revista Ricerche Storiche Salesiane, y la Asociación de Cultores de Historia Salesiana desde 1995.
Con el impulso recibido de las mencionadas organizaciones, sobre todo después de celebrarse el Centenario de la muerte de Don Bosco en 1988, la investigación salesiana se ha ido enriqueciendo notablemente en cantidad y en calidad.
Por Juan Picca, sdb