El carnaval, como expresión del sentir popular, actualmente es una fiesta presente en numerosas culturas y presenta una gran riqueza de manifestaciones.
Antes que naciera el carnaval, en los albores de la civilización, los pueblos antiguos ya usaban las máscaras, los atuendos y el concepto de alegría y festividad en los diferentes períodos del año, por lo que estas costumbres pueden ser consideradas como el origen de las fiestas de carnaval.
¿De quién fue la idea?
Las teorías sobre el nacimiento del carnaval son muchas y muy variadas. Los defensores de la tradición más antigua lo sitúan en las mitologías egipcias y babilónicas.
Algunos estudiosos ubican el inicio del carnaval en Egipto encontrando sus raíces en las fiestas relacionadas con el ciclo que versaba sobre los placeres entre Isis y Osiris.
El carnaval asume expresiones profundas de la cultura y a través de la alegre transgresión permite entrever «el alma» de un pueblo
Hay quienes relacionan el carnaval con las festividades babilónicas en honor a Murduk, dios fundador de la ciudad. Durante el inicio de cada primavera se realizaban las celebraciones que duraban 5 días, en el transcurso de las mismas, todas las jerarquías y autoridades babilónicas eran subvertidas. Se faltaba a las leyes y se ridiculizaba la justicia. Los esclavos llegaban a mandar a sus amos. Por aquellos días, a uno de los condenados a muerte se le permitia “reinar” y disfrutar del lujo palaciego hasta la tarde del quinto dia, en la cual dejaba de ser “rey” para ser ejecutado. Con la muerte del “falso rey”, el pueblo expiaba sus culpas, liberandose de toda malicia e impureza y el verdadero monarca reiniciaba su reinado, limpio y reconciliado con los dioses.
Otros señalan su origen en las fiestas griegas que se celebraban en honor de Dionisio. Esta teoría esta avalada por el hecho de que el rey Momo, el rey de la burla, fue expulsado del Olimpo por sus sarcasmos y sus locuras.
Los antecedentes del carnaval recuperan su rastro en las saturnales romanas, celebración posteriormente prohibida con la conversión del imperio al cristianismo.
«Vivir y dejar vivir»
Muchas de las fiestas celebradas por el pueblo romano de la antigüedad debían su aparición, especialmente al ritmo del trabajo agrícola. En este contexto tiene su fundamento el origen de las saturnales. Una de las fiestas favoritas, dedicada como su nombre lo indica al dios Saturno.
Las saturnales se celebraban el día de la consagración del templo de este dios, el 17 de diciembre y duraban 7 días. Fueron las fiestas de la finalización de los trabajos del campo, celebradas tras la conclusión de la siembra de invierno. El lema de esta fiesta era “vivir y dejar vivir”. Los banquetes eran muy frecuentes y la gente tenía por costumbre obsequiarse todo tipo de regalos, especialmente velas de cera de llamativos colores.
En el medioevo, el pueblo se burlaba de los ritos y acontecimientos que la clase dominante consideraba importantes.
Durante esos días, el mundo quedaba patas para arriba. Todo lo que ordinariamente estaba prohibido, en ese momento se permitía. Dentro de las casas de familia y en el ámbito social se subvertian los roles y se permitía la libre expresión. Las leyes y los cargos públicos eran caricaturizados. El pueblo elegía al rey de los bufones de las clases inferiores. Este daba órdenes irracionales incitando a la bebida, al baile desenfrenado y a todo tipo de placeres, Al final de los festejos, este rey de los locos era ejecutado.
Todos los sectores participaban animosamente de esa festividad, verdadera expresión de toda la sociedad.
Parodia en medioevo
Cada época histórica, asigna al carnaval la función específica que corresponde a su tiempo. Si bien la idea del carnaval ya se había manifestado en las culturas anteriores, es durante la Edad Media donde comienza a adoptar en forma plena su particularidad más sobresaliente. El carnaval medieval europeo se manifiestaba como el ámbito en el que se ponía en paréntesis el cumplimiento religioso de la cristiandad y se permitía satirizar a las autoridades religiosas y cuestionar la jerarquía social existente. Aunque sólo duraba unos pocos días, este hecho permite afirmar que la crítica político-social se encuentra en la base de la cultura carnavalizada. Este tipo de manifestación popular consistente en expresiones de carácter artístico ritual, o verbal, adquirió considerable importancia en oposición al tono serio y solemne de la cultura religiosa medieval: en el carnaval se acumularon como en ninguna otra parte, todas las expresiones verbales prohibidas eliminadas de la comunicación oficial.
En la parodia medieval, el pueblo convertía en juegos divertidos y burlones aquellos acontecimientos y ritos que la clase dominante consideraba como más importantes, incluidos todos los aspectos de la doctrina del culto oficial. Varias de estas parodias se encuentran documentadas y se han conservado hasta hoy.
Existían parodias de himnos, letanías y liturgias (liturgia de los borrachos, de los jugadores, del dinero), de las reglas monacales, las leyes juridicas, decretos eclesiasticos y sermones religiosos. El “Speculum stultorum”, por ejemplo, relata la historia de un asno que va a Salerno a deshacerse de su cola, estudia teología y derecho en París, se convierte en clérigo y funda una orden religiosa.
La jerarquía eclesiástica, sin embargo, permitía estas manifestaciones populares acotadas temporalmente, e incluso muchas veces las justificaba conscientemente, como lo demuestra una circular de la facultad de Teología de París del año 1444: “Los festejos ( carnavalescos) son necesarios para que lo ridículo, que es nuestra segunda naturaleza, innata en el hombre, pueda manifestarse libremente al menos una vez al año…Los toneles de vino estallarían si no se los destaparan de vez en cuando, dejando entrar un poco de aire …Por eso es necesario permitirnos en ciertos días las bufonerías (ridiculizaciones) para regresar luego con duplicado celo al servicio del Señor…”.
Ser lo que no es, ser lo prohibido
Muchos explican la etimología de la palabra carnaval desde el latín “carnes tolendas” es decir “quitar la carne” en relación al hecho de que el carnaval (que lo permite casi todo) precede al tiempo de la cuaresma y termina el martes anterior al miércoles de ceniza donde se inicia el solemne tiempo cuaresmal con el ayuno.
Uno de los estudios clásicos sobre los carnavales y la cosmovisión que expresan, es el realizado por el crítico literario ruso Mijail Bajtin (1895-1975) . La teoria del carnaval elaborada por Bajtin parte de la hipótesis que este evento es la inversión de un mundo dual. Por unos días el mundo se da vuelta y los sectores sociales bajos pueden ejercer “autoridad ritual” sobre las clases altas o autoridades que incluso tendrán que aceptar la experiencia de ser degradados ritualmente y mantener el buen talante. Las nuevas autoridades del carnaval inventan un lenguaje y una gestualidad signada por la vulgaridad y lo obseno. Lo lúdico y la risa dominarán cada instante de la vida de estos días, que son un intento de convertir toda la ciudad en un gran espectáculo teatral cuyo esta iescrito en los deseos transgresores de sus participantes. De allí el dominio de las máscaras: todos tienen la oportunidad de ser lo que no son; ser otra persona, un animal, una planta otro sexo; ser todo lo que no te es permitido. Quienes tienen ocasión de participar del carnaval uruguayo, con sun teatro de verano y sus parodistas pueden comprobar un componente de este evento que es señalada por Bajtin, para quien el carnaval es una gran parodia del orden social, en el no hay dogmatismo, misticismo ni piedad. No tiene carácter mágico ni encacantatorio domina la mundanidad elevada por el ritual a lo maravilloso. Es la oportunidad que el goce de los privilegios y el bienestar, monopolizado por las clases dominantes, pase a ser monopolio del mundo popular. Y aquì reside su capacidad cuestionadota y subversiva, es un impulso profundo hacia la liberación.
Sin embargo, cuales son los límites del carnaval?. Humberto Eco al trabajar lo cómico en el marco del carnaval, argumenta que este ritual para existir necesita de leyes colectivas “penetrantes y profundas”, y que tiene que ser breve para conservar su fuerza. La trasgresión permanente lo vuelve inútil.
En el siglo XVIII el carnaval encuentra en Venecia y en París un renacer en el que se va imponiendo el uso de las mascaras, en este punto la historia de “Casanova” con su ocultamiento y trasgresión es paradigmática.
Estos festejos terminan el martes anterior al miércoles de ceniza donde se inicia el solemne tiempo cuaresmal con el ayuno.
El carnaval llega a América en tiempo de la colonia y se va se haciendo americano al asumir raíces culturales diversas, algunas autóctonas, otras africanas y otras lusitanas o españolas. En los Andes el carnaval asume la mitología aimara y quechua con el culto a la pacha mama y la costumbre ritual de challar (entregar el primer sorbo de bebida a la madre tierra). En Brasil, el carnaval se enriquece con los tambores y las costumbres africanas. En el litoral Argentino adquiere un ritmo y un color propio, con fuerte presencia de las culturas de las distintas colectividades de inmigrantes, del cual el carnaval de Gualeguaychú es un rico exponente. En Buenos Aires el carnaval supo en un tiempo enriquecerse con el compás del 2 por 4 y luego de un largo letargo después de recuperada la democracia se convirtió en expresión de los barrios porteños. En La Boca, tierra de inmigrantes, nostalgias y alegrías, el carnaval siempre presente en las murgas populares, tiene desde hace unos años una expresión salesiana en la murga “Los Pibes de Don Bosco”, quienes cada año hacen su primera salida el 31 de enero en la procesión en honor a nuestro padre.
Es así que el carnaval asume expresiones profundas de la cultura y a través de la alegre trasgresión permite entrever “el alma” de un pueblo.
Por Alejandro León
Boletín Salesiano, marzo 2007