Aplauso, medalla y beso

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Cuando los santos son amigos y compañeros de camino

El creyente es un peregrino que, sintiendo en su corazón el deseo de Dios, se pone en camino con otros como Pueblo de Dios. Es un pueblo de muchos hermanos donde todos se dirigen hacia el encuentro con el abrazo del Padre que siempre espera. Por lo tanto, el Pueblo de Dios no peregrina solo. Siguiendo la huella que ofrece Jesús en el Evangelio se encuentra con otros. Y también, como dice la carta de San Pablo a los Hebreos (12:1), con una “nube de testigos”: los santos. Ellos, conocedores de nuestra frágil realidad, nos animan a mirar y optar por este tesoro que llevamos en “vasijas de barro”.

Los “amigos de Dios”

El Pueblo de Dios vive una profunda relación con los que, en otro tiempo, recorrieron el sendero del Evangelio en plenitud, en una radical entrega a Dios en el servicio a los hermanos.

Hay un sentido muy profundo de fe en la relación que se da entre la piedad popular y los santos. Así lo expresa el Directorio General para la Catequesis: “La piedad popular refleja una sed de Dios que sólo los pobres y los sen­cillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroís­mo cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la pater­nidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra acti­tudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quie­nes no poseen esa religiosidad: pacien­cia, sentido de la cruz en la vida coti­diana, desapego, aceptación de los demás, devoción”.

Descubrimos allí un deseo de santidad, siguiendo el testimonio de estos “amigos” ya reconocidos por el Iglesia. De hecho, en el documento de Aparecida (2007), los obispos de Latinoamérica hablan de la piedad popular como verdadera espiritualidad, sintiendo cerca la presencia de Dios por mediación de los santos.

Otras formas de vivir la fe

En la misma sintonía, en la exhortación apostólica Christus Vivit el papa Francisco también hace mención al tema: “Las diversas manifestaciones de piedad popular, especialmente las peregrinaciones, atraen a gente joven que no suele insertarse fácilmente en las estructuras eclesiales, y son una expresión concreta de la confianza en Dios. Estas formas de búsqueda de Dios, presentes particularmente en los jóvenes más pobres, pero también en los demás sectores de la sociedad, no deben ser despreciadas sino alentadas y estimuladas. Porque la piedad populares una manera legítima de vivir la fe’ y es ‘expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios’”.

La piedad popular se expresa en un lenguaje rico en signos, actitudes y estilos de celebrar y vivir el encuentro con Dios.

En el ámbito de la piedad popular son muy diversas —y no por eso menos profundas— las formas de expresar la fe. No es sólo un concepto o una idea, sino una santidad encarnada en la vida, que lleva a los devotos a seguir los ejemplos de otros santos. Esa riqueza de fe se expresa en un lenguaje también rico de signos, gestos, actitudes, estilos de celebrar y vivir el encuentro con Dios por intercesión de los santos.

Compañeros de camino

Dios en sus santos va regalando señales claras para el camino. En la piedad popular se da una relación de devoción a los santos, según las diferentes experiencias y realidades de la vida de cada persona. Por eso hay santos “para todos los gustos”, y hay amigos en el pueblo para todos los santos.

El devoto de un santo lo siente cercano, presente en su andar. Lleva su imagen, su medallita. Lo coloca en su vehículo, peregrina a su santuario o ermita. La relación de devoción a los santos se hace familiar. No necesariamente une a instituciones o parroquias. Es una actitud de confianza en la mediación de ese santo amigo. Tanto es así que en colectivos, en taxis, en locales comerciales, en rutas y caminos encontramos imágenes de los santos, o de María.

Hay santos “para todos los gustos” y hay amigos en el Pueblo de Dios para todos los santos.

Otra expresión muy sentida es el peregrinar, o la visita anual al santuario: allí se va para estar con el santo. Se le llevan velas o flores, se deja una ofrenda —por ejemplo, las placas de agradecimiento por la gracia recibida—. Hoy en muchos lugares hay cuadernos donde se van registrando muchísimas gracias o pedidos a los santos. También donaciones para ayudar a otros hermanos. Uno de los pedidos más frecuente es por la salud de la familia, por el trabajo, por la paz. Se agradece por haberse sentido escuchado; se agradece muchas veces el haber podido llegar al santuario.

Protagonismo del peregrino

En la celebración de ese profundo encuentro que vive el devoto con su santo, cada uno lo celebra y expresa de manera muy personal. Es muy significativo el contacto personal con la imagen de María o de los santos. Un beso, poner la mano, una lágrima en los ojos, las rodillas marcadas, la mirada profunda de encuentro, son algunos gestos que hablan de la profundidad con que se vive ese momento breve en el tiempo, pero que da fuerza para seguir en la huella. Porque “hay que seguir andando nomás”, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo.

Por Pedro Narambuena, sdb

BOLETÍN SALESIANO – JUNIO 2019

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