Desordenar el desorden

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Frente al viento que sopla en este tiempo, quizás sea momento de abrir las ventanas.

«En el Génesis no se oponen el caos y el orden de una manera dualista, sino que Dios es capaz de crear desde el caos».
Ilustración: María José Serna

Por Pablo Rozen
pablo.rozen@gmail.com

El tiempo que vivimos es un tiempo que podemos definir como “caótico”. La pandemia trajo, además de un virus, la imposibilidad de un orden y de una agenda tal cual la teníamos establecida.  Hay un cuento de la autora argentina Liliana Bodoc que me ayudó a entender un poco este tiempo: se llama Amigos por el viento, y lo podemos escuchar en la voz de Julieta Díaz en este video.

¿“Un viento que todo lo arrasa” y que no “deja nada en su lugar”? ¿Qué hacer frente a estos tiempos? Es una pregunta que parece no tener una respuesta muy fácil de encontrar. Sin embargo, me permito compartir algunas pistas por donde podríamos continuar.

“A veces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende”.

La primera es que el caos nos provoca angustia y desánimo porque somos hijos e hijas del positivismo. El orden sigue siendo un mandato y el tiempo algo que hay que aprovechar. Ordená tu cuarto, ordená tus ideas, ordená tu vida, no pierdas el tiempo… tantos mandatos que el viento desordenó. Tantas agendas que quedaron en blanco o con eventos tachados.

Quizás el mito de la creación judeo-cristiano tenga algo para aportarnos: Dios no opone caos y orden de una manera dualista, no hay en este mito una mentalidad binaria, sino que es capaz de crear desde el caos. Dice el texto del Génesis que “la tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios paireaba por encima de las aguas.”  

Un viento, otro viento… capaz de crear, capaz de integrar aquello que nos enseñaron que no era bueno ni posible integrar. “Pairear” es casi detenerse un instante en el tiempo, es ese momento de quietud antes de la explosión del gozo y de la vida. Podemos estar detenidos en contraposición al movimiento, o podemos pairear siendo nosotros mismos ese viento de Dios que se empecina en hacer nuevas todas las cosas.

En El grito manso, el pedagogo brasilero Paulo Freire decía que toda la desesperanza que el neoliberalismo impone cínicamente se podría convertir en esperanza si somos capaces de encontrar “razones de esperanza en la desesperanza”. Y en Pedagogía de los sueños, casi que nos reclamaba una actitud esperanzadora al decirnos “que si bien somos sujetos capaces de producir transformaciones, a veces no percibimos las transformaciones que están ocurriendo”. 

Esto quizás se deba a que justamente las lógicas binarias nos impiden ver que el Reino de Dios no se detiene, sino que el mismo Dios es un viento al cual abrazamos para pairear y en el caos, construir. No como una oposición, sino como una fuerza que lo integra para implotar gestando nacimientos de mundos donde todo mal sea arrasado.

El Reino de Dios no se detiene, sino que el mismo Dios es un viento al cual abrazamos para pairear y en el caos, construir.

Pema Chödron es una monja budista estadounidense. En su texto Tres métodos para trabajar con el caos, dice:

“¿Cómo trabajamos con la sensación de sentirnos cargados? ¿Cómo aprendemos a relacionarnos con lo que parece interponerse entre nosotros y la felicidad que merecemos? ¿Cómo aprendemos a relajarnos y a conectar con la alegría? A nivel global vivimos tiempos difíciles; el despertar ya no es un lujo ni un ideal, sino algo críticamente necesario. No debemos añadir más depresión, más desánimo ni más ira a los ya existentes. Se está volviendo esencial aprender a relacionarnos saludablemente con los tiempos difíciles. La tierra parece suplicarnos que conectemos con la alegría y descubramos nuestra esencia más íntima. Es la mejor manera posible de beneficiar a los demás”.

El viento nos hermana y nos amiga. “A veces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta aquello que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas. ‘Si querés vamos a comer cocadas’, le dije. Porque Juanjo y yo teníamos un viento en común. Y quizás ya era tiempo de abrir las ventanas”. Termina diciendo la protagonista de Amigos por el viento. Abrir la ventanas para poder respirar e imaginar lo inédito, lo necesario, lo que queremos que ocurra porque allí se juega nuestra felicidad. Porque en definitiva se trata de construir ese mundo donde quepan todos los mundos posibles, donde nuestra palabra sea acción creadora, porque en definitiva somos “un viento de Dios”.

Y para eso tendremos que deconstruirnos y también reinventarnos, tendremos que hacer el ejercicio de fantasear, cualidad esencial de un revolucionario, de una revolucionaria, porque solo quienes son capaces de fantasear con un mundo distinto son capaces de darle forma, de lograrlo. O como nos enseñó también un tal Marcos:

“Una mujer o un hombre cualquiera decide vivir y luchar su parte de historia. Se buscan entre sí y se caminan unos hacia los otros, se encuentran y juntos rompen otros cercos. Empiezan a reconocerse, a saberse iguales y diferentes. Siguen en su fatigoso  andar, caminan como hay que caminar ahora, es decir: construyendo sueños”.

¿Cuál es la huella que hoy dejamos en el mundo?

¿Qué y cómo nos soñamos? 

BOLETÍN SALESIANO ARGENTINA – AGOSTO 2021

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