Los dichos y gestos de Francisco durante el último viaje a Tierra Santa, y el encuentro acontecido en Roma el domingo 10 de junio entre el primer ministro israelí Shimon Peres y el premier palestino Mahmoud Abbas, rezando juntos por la paz en Medio Oriente y en el resto del mundo, rejuvenecieron el sentido del diálogo y la oración para lograr caminos que ayuden a superar los conflictos entre los países y entre las personas, incluso los más crudos e irracionales.
El padre Fernando Giannetti es desde hace más de quince años referente de la Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de la arquidiócesis de Buenos Aires; a él acudimos para que nos ayude a repasar la dinámica que va tomando en nuestros días este movimiento de unión entre los cristianos y de estos con otras religiones monoteístas.
Conocer y reconocer
Giannetti propone, en un primer momento, poder “distinguir entre ecumenismo y diálogo interreligioso. La actitud de diálogo ecuménico es con otros cristianos, que creen que Jesús es el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo. En eso creemos todos los cristianos: católico romanos, ortodoxos, anglicanos; y todos los protestantes, ya sean los históricos (reformistas, luteranos, presbiterianos), o los evangélicos (pentecostales, bautistas, asamblea de Dios)”.
Aunque los términos parezcan complicados, vale conocerlos para hacer evidente la gran diversidad de formas de vivir la fe que hay, incluso dentro de nuestra Iglesia: “Nosotros creemos que el rito latino —de la Iglesia romana, el más extendido en nuestro país— es el único que hay, pero la Iglesia católica está compuesta por catorce ritos distintos: ucraniano, armenio, melquita, sirio… por nombrar algunos”.
Visión religiosa de la vida
“Diferente es el diálogo interreligioso —continúa Giannetti—, donde se comparte la visión religiosa de la vida El viaje de Francisco con el rabino y el dirigente musulmán argentino es un signo de eso. No comparten la misma fe: sí el mismo Dios monoteísta, pero no cómo se desarrolla”. Distintas figuras que han llevado adelante transformaciones radicales a lo largo la historia reciente dan cuenta de la influencia de la fe en sus vidas: “¿De dónde sacó sus fuerzas Martin Luther King para hacer lo que hizo? ¿Y la madre Teresa? ¿Y Gandhi? —se pregunta Giannetti— De valores religiosos, no solamente de valores como la democracia o los derechos humanos. Estos valen, y mucho, pero no bastan. Gandhi era un hombre súper religioso. Era un creyente, más allá de que su concepción de la deidad era distinta de la nuestra. Él y Luther King, cómo Jesús, murieron víctimas de la violencia”.
Espacio de convivencia
En la Argentina existe una cierta matriz interreligiosa e intercultural “que permite que un cristiano viva al lado de un judío y cerca de un musulmán”. El presbítero señala que es fruto de un proceso que se fue dando lentamente, a partir de lo que produjo en la Iglesia el Concilio Vaticano II y el abrazo de Pablo VI con Atenágoras I, del cual en mayo se cumplieron cincuenta años.
En este sentido destaca que, estando aún en Buenos Aires, el cardenal Bergoglio se juntaba a rezar con otros pastores, llegando incluso a darle acogida en el hogar sacerdotal de Flores —donde pensaba vivir una vez retirado— a un pastor anglicano y a otro valdense. “Bergoglio los fue a visitar, vio el mal estado en que estaban, y los llevó al hogar. Al pastor su mujer lo seguía visitando —cuenta Giannetti—. Fueron velados allí. Eso es ecumenismo real. Y no significa que al hombre se lo bautizó a último momento. La vida tendría que ser un poco así”. El presbítero, párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Misericordia, en el barrio porteño de Mataderos, insiste en este punto, dando cuenta de la importancia que tienen los gestos de acercamiento sincero: “En el ecumenismo, las actitudes forzadas tarde o temprano se desvanecen. La historia humana así lo demuestra. Con el tiempo puede ser que haya equivalencias: por ejemplo, que no se pueda usar el nombre de Dios donde aparece la guerra. Ese acuerdo es fruto del encuentro de Asís de Juan Pablo II, en 1986”. En esa ocasión, el Papa se unió en ayuno y oración junto a más de ciento cincuenta representantes de las doce principales religiones del mundo.
Volviendo a nuestro país, si bien la cuestión interreligiosa suele ser un espacio generalmente de gente de mediana edad, existen diferentes lugares donde grupos de jóvenes llevan adelante iniciativas de este tipo: “Por ejemplo, el otro día la Ciudad de Buenos Aires lanzó la RIJBA: la Red Interreligiosa Juvenil de Buenos Aires, dándole forma a un grupo que se viene juntando desde hace años”. Giannetti enumera también otras iniciativas llamativas y muy valiosas, como la peregrinación ecuménica a Luján —iniciada por uno de los pastores que falleció en el hogar sacerdotal—, o el Via Crucis ecuménico que se realiza en la zona del barrio de Belgrano”.
Lo importante es el diálogo
Giannetti resalta que lo importante de los ámbitos ecuménicos e interreligiosos no es tanto el hecho de ponerse de acuerdo en algo, sino más bien el valor del acercamiento y del diálogo fraterno. “Como en todo diálogo hay una actitud de escucha, que no significa que tenga que renunciar a lo que soy. Tampoco en hacer una declaración donde vamos combinando un texto y tachando las diferencias para que quede un común denominador. Es más trascendente que eso. Es escuchar atentamente, abiertamente cómo el otro es, qué me quiere decir, y que él también lo haga conmigo —insiste el sacerdote, y aclara— Generalmente cuando abordamos un tema, tratamos de buscamos equivalencias. Pero en este caso, hay que manejar la analogía. En qué se parece y en qué es distinto. Lo importante no es que ellos nos den la razón o nosotros a ellos. ¿Creemos en Jesús? ¿Es el Salvador? De ahí surge el rezar juntos. Es el alma del ecumenismo: rezar por la unidad de los cristianos, y hacer cosas en común desde la oración”.
Desde esta perspectiva es que se aborda la cuestión del fanatismo: “Ese es el problema de las religiones. Cuando no hay equilibrio nos vamos a los fundamentalismos. Pero no es así. No toda la vida estás entre la espada y la pared”, advierte Giannetti. En ese sentido es donde cobra fuerza el valor del diálogo: “es una actitud donde el otro me puede enriquecer, pero yo también lo puedo enriquecer a él. No es que yo tengo que vender mi doctrina ni mi tradición”.
Lo que me enseña el otro
Es realmente mucho lo que podemos aprender y enriquecernos a partir del trabajo y el diálogo conjunto con otras formas de vivir la fe. “Vos te cruzás con evangélicos que conocen la Palabra de Dios al detalle, o protestantes históricos que la Palabra la han encarnado verdaderamente —ejemplifica Giannetti— Tienen la Palabra más a fondo que muchos católicos. Los ortodoxos, todo el tema del misterio, cómo celebran. ¡Los musulmanes se detienen a rezar cinco veces en el día!”.
El ecumenismo y el diálogo interreligioso son canales para poner en relevancia la necesidad de una perspectiva de fe de la vida, en la cual “nada es definitivo. Lo definitivo está allá arriba…”.
Por Santiago Valdemoros y Juan José Chiappetti
Imágen: Gustavo Daguerre