Simplemente, amar

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El mensaje del Rector Mayor

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Alumnos de la obra salesiana de Shillong, India, durante la última visita del Rector Mayor, en octubre del año pasado.

En este tiempo, la oración, el ayuno y la caridad son propuestas por la Iglesia como ayuda en el camino hacia la Pascua. Les propongo una reflexión que tiene que ver con esa preparación: el camino de vivir siempre amando, más y mejor. Como se dice, “hasta que duela”.

Se atribuye a Santa Teresa de Calcuta esta reflexión: “(…) No dejes que nadie llegue jamás a ti sin que al irse se sienta mejor y más feliz. Sé la expresión viviente de la bondad de Dios; bondad en tu rostro, bondad en tus ojos, bondad en tu sonrisa, bondad en tu cálido saludo”.

No cabe duda que es un programa sencillo y muy concreto a la vez. Dice el papa Benedicto XVI: “La pasión de Dios por cada uno de nosotros se concreta en un amor personal y de predilección que da sentido a nuestra existencia. Dios ama al hombre y a todos los hombres, y su amor se hace visible en el rostro de aquellos con los que vivimos”.

Cuánto tiene de indescriptible, de único, de creador de paz y de sosiego el amor de Dios si nuestras pequeñas experiencias humanas de amor tienen tanta fuerza como para cambiar la vida de las personas… para levantar, para lanzar hacia adelante, para sacar del pozo. Un hermoso hecho de vida confirma lo que vengo diciendo.

Un profesor de universidad quiso que sus alumnos de Sociología se adentrasen en los suburbios de la gran ciudad para conseguir las historias de vida de doscientos jóvenes. Les pidió que ofrecieran una evaluación del futuro de cada uno. En todos los casos, los estudiantes dieron el siguiente diagnóstico: “Sin la menor probabilidad de éxito”.

Veinticinco años después, otro profesor encontró ese estudio y encargó a sus alumnos un seguimiento para ver qué había sucedido en la vida de aquellos chicos y chicas. Con la excepción de 20 de ellos que se habían trasladado a otro lugar o habían fallecido, descubrieron que 176 de los 180 restantes habían conseguido tener una vida ordenada, estable y razonablemente feliz.

El profesor decidió continuar con la investigación. Afortunadamente, muchas de aquellas personas vivían relativamente cerca y fue posible preguntarles uno cómo interpretaban el recorrido que habían tenido sus vidas. En todos los casos, la respuesta era: “Tuve una maestra”.

Ella aún vivía, y el profesor buscó a esta anciana “despierta y de mente ágil” para preguntarle qué fórmula mágica había utilizado para “salvar” a aquellos chicos y chicas. “En realidad es muy simple —respondió la maestra—. Yo simplemente los amaba”.

 

Podemos presentar muchos hechos, tantísimos en nuestra historia educativa salesiana en todo el mundo. Se trata de esa gran verdad: el amor tiene una fuerza que lo transforma todo. ¡Lástima que no pocas veces nos empeñamos en lo contrario!

¿Por qué tantas veces vivimos ocupados en rencores, y no en crear espacios de entendimiento y de paz? ¿Acaso nuestro Dios nos hizo tan imperfectos que, aún sabiendo que el amor lo puede todo, nos es muy difícil vivir desde el amor? ¿O sencillamente nos hizo para el amor y nos confundimos y bloqueamos con otras cosas?

Les deseo todo lo mejor, amigos y amigas lectores del Boletín Salesiano, y les animo a sumarse y ser parte de ese gran grupo de millones de personas que creemos en la fuerza del amor. •

Don Ángel Fernández Artime

BOLETIN SALESIANO – MARZO 2020

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