La misión Rangui Huenu Ñuke de las Hijas de María Auxiliadora en Ruca Choroy, Neuquén
El 10 de junio de 1992 llegaban por primera vez a la comunidad mapuche Aigo de Ruca Choroy, en las cercanías de Aluminé, Neuquén, tres Hijas de María Auxiliadora: Ana, Teresa y Alicia, Ellas acompañaron la propuesta del salesiano Antonio Mateos de vivir insertas en esa comunidad.
Casi treinta años después, la misión Rangui Huenu Ñuke, “la Madre que está en medio”, es una presencia que camina día a día junto a la comunidad mapuche compartiendo la vida, con sus dolores y alegrías. Es una presencia educativa no formal, preventiva, de promoción y contención tanto para jóvenes como familias, conformada hoy por dos hermanas y dos voluntarias, que acompañan las propuestas junto con los huerquenes, “mensajeros”, animadores de los diferentes grupos de la misión.
Con un hermoso y gran grupo, este año están iniciando una Casa de Asistencia y Acompañamiento Comunitario, donde la mayor parte de los que la conforman son personas de la misma comunidad mapuche, preocupadas por hacerse cargo de la vida, sobre todo la más sufriente. La casa se llama Kme Feletuan, “Vamos a volver a estar bien”, ya que es la esperanza la que mueve y orienta para lograr ese buen vivir.
En la misión funciona también el grupo juvenil Pewmain pu hueche, “Jóvenes soñadores”; un grupo de acompañamiento de mujeres que realizan talleres de manualidades y tejido; apoyo escolar para niños, jóvenes y adultos; una radio comunitaria, importante medio de comunicación e interacción para la comunidad; y otros talleres.“Creemos que Dios ya estaba en este lugar, y que se manifestó en esta forma cultural. Por eso cada encuentro es una ‘teofanía’, un lugar de encuentro con Dios” —comenta la hermana Silvia Dupont—. “Y nuestros sueños son muchos. Hoy nos toca buscar las maneras de seguir defendiendo la identidad, la cultura y la espiritualidad, y que ellas no se pierdan. Que los jóvenes, luego de concluir el secundario, tengan la posibilidad de seguir con una carrera o aquello que sueñan, y que como Ceferino puedan ser útiles a su gente”.
«Ser voluntaria va mucho más allá de dar aquello que ¨sabia¨ al comenzar la experiencia: es involucrarse, amar lo que transcurre, y sobre todo dejarse amar por toda la gente con la que nos toca compartir. Con las comunidades mapuches puedo ir revalorizando el significado que tiene para ellos la Tierra y todo lo que nos rodea, tantas cosas que nosotros deberíamos aprender a valorar. Deseo que muchos tengan la oportunidad de poder vivir esa experiencia. Sin dudas, dios siempre tiene grandes cosas para transformar nuestra vida», dice Melanie Rodríguez, que desde 2021 esta realizando allí el voluntariado misionero. Desde la izquierda, a voluntaria Marisel Fernández, las hermanas Nella de Monte* y Silvia Dupont, y Melanie.
BOLETIN SALESIANO – OCTUBRE 2021
* En la edición gráfica figura erróneamente Lina Cabero.