«Sin tan solo tuvieran un amigo que se preocupara por ellos…»

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Los jóvenes nos necesitan.

Por: Tomás Sanchez
tsanchez@donbosco.org.ar

Los pibes y las pibas nos necesitan, porque la calle, la junta, la droga, la ausencia de la escuela, siempre parece estar un paso más adelante.

Hace unas semanas Martín, un pibe que transita dos de nuestras Casas Salesianas, que participa del oratorio, y de la escuela, entró a robar a un supermercado y la policía lo corrió hasta agarrarlo y llevarlo detenido.
No era la primera vez que robaba y que lo hacía por culpa de la droga que consume desde que le compartieron de pibe. No era la primera vez que robaba porque es lo que aprendió a hacer de chiquito, y hoy, eso es lo que le impide dar pasos, crecer y seguir sus sueños.

Pero Martín no está solo. A pesar de la ausencia familiar, tiene su contención y su familiaridad en los animadores, en los educadores que lo quieren, se preocupan y se ocupan de él. Lo fueron a visitar desde el primer día. Costó entrar, hicieron muchas preguntas: “¿y ustedes quiénes son, de dónde vienen, porqué lo quieren ver…?”. Pero la providencia hizo que el Comisario conozca a uno de los Salesianos del barrio. Y eso nos abrió las puertas de su celda.

Germán, uno de los educadores que conoce y acompaña a Martín desde hace algunos años, tuvo la dicha y la desgracia de conocer por dentro la “dinámica” de una comisaría, y el trasfondo de las celdas donde tantos pibes y pibas están detenidos por no encajar, por mandarse una tras otra, por no tener a alguien en quien confiar, por no encontrar oportunidades que les permitan hacer algo diferente.

Germán tuvo miedo, ansiedad, se conmovió por lo que vió. Se le vino al instante, y sin romantizar, la visita de Don Bosco a las cárceles, el ruido metálico de las rejas y persianas de la celda, los insultos a los guardias, los gritos ensordecedores, los pedidos de auxilio de los pibes. Germán no recordó eso, lo vivió en carne propia en esos segundos donde se cerraba la reja tras él y entraba al pasillo que dividía el “encierro” de la libertad, a “los mismos de siempre” de los que hacen las cosas bien, a “los que merecen estar ahí” de la gente de bien.

Por suerte los guardias dejaron salir cinco minutos a Martín. Germán lo abrazó fuerte y le dijo que había mucha gente afuera que lo quería, que él era muy importante para muchos, que ya era hora de hacer realidad los sueños y animarse una vez más a levantar cabeza, y que las y los educadores iban a estar ahí para él, a diario y cuando le toque salir. Sí, cuando le toque, porque nunca se sabe, se sabe poco o no se sabe nada. Son los pibes y pibas del descarte, de los que nadie se preocupa, salvo cuando son noticia, y no de las buenas.

Pero también son Martín y muchos otros, con nombre, apellido y una historia para contar. Son aquellos y aquellas con los que elegimos compartir la misión del Reino de Dios, y la misión de Don Bosco, son con los que queremos estar, a quienes queremos querer, quienes queremos tener en nuestros patios, aulas y talleres.

No importa cuantas veces caigan, no tenemos que olvidarnos que nos necesitan.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2024

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