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Pasado, presente y futuro de Don Bosco en San Nicolás, la primera obra salesiana en Argentina.

Por Valentina Costantino
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

“Me parece que San Nicolás, pequeña ciudad eminentemente católica, sería el lugar donde podría el instituto fundarse y propagarse maravillosamente (…) En mi casa podrán estudiar el castellano y habituarse a las costumbres argentinas; y luego dedicarse a la educación de la juventud y renovar el espíritu de Dios en mis parroquianos”.

El 26 de octubre de 1874, el padre Ceccarelli, párroco de San Nicolás de los Arroyos, le escribe al cónsul argentino en Savona, Juan Bautista Gazzolo, expresando su opinión sobre la llegada de los primeros misioneros salesianos a la Argentina. En su carta, el sacerdote también señala a Buenos Aires como una ciudad grande y puerto de mar donde “los Padres del instituto encontrarían serias dificultades” para iniciar su misión evangelizadora. Y especialmente, manifiesta su alegría por el giro que había tomado el destino de los misioneros, dejando a siete de ellos, en el puerto de San Nicolás de los Arroyos.

Por esos años, a 238 kilómetros de Buenos Aires, una activa comisión de laicos estaba finalizando la edificación del primer colegio secundario de toda la provincia. El deseo era ponerlo en manos de una congregación religiosa. Fue entonces cuando el presidente de la comisión, José Francisco Benítez, le escribió al Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Aneiros, expresando la necesidad que tenía aquella localidad de apenas diez mil habitantes.

Unas semanas atrás monseñor Aneiros y su joven secretario, el padre Espinosa, habían estado en contacto con el cónsul Gazzolo, planeando la llegada de los misioneros a Buenos Aires. El plan inicial era que fueran los capellanes de la iglesia Mater Misericordiae, conocida como “la iglesia de los italianos”, ubicada en el barrio porteño de Congreso. Pero todas estas cartas que cruzaron el Atlántico una y varias veces, resultaron en que solo tres de ellos se instalaran en la gran ciudad. El resto, para alegría del padre Ceccarelli –y de toda una ciudad– se trasladaron a la “pequeña ciudad eminentemente católica” donde “podría el instituto fundarse y propagarse maravillosamente”. Y
maravillosamente así fue.

Nuevos tiempos, nuevos desafíos

Por otro lado, el edificio del Colegio Don Bosco que originalmente se situaba a diez cuadras de distancia de la entonces casa parroquial, fue demolido y trasladado hasta donde está emplazado actualmente, gracias a una donación que realizaron los generosos quinteros de la zona. En esos terrenos hoy se encuentra el colegio, la parroquia, la plaza y el colegio María Auxiliadora, y el monumento a Don Bosco.

Al igual que ocurrió con la arquitectura, también la realidad juvenil fue mutando con el paso de los años, obligando a nuevas respuestas. Hoy una de las problemáticas más acuciantes –mencionada tanto por los jóvenes como los adultos– es el uso de las nuevas tecnologías.

“Me preocupa la virtualidad, estamos viendo un montón de chicos en el patio que prefieren estar con el celular antes que hacer juegos”, señala Joaquín, coordinador del Movimiento Juvenil Salesiano, que se compone de dos grupos: el Domingo Savio y el Oratorio. María José, preceptora del secundario, coincide con la preocupación y agrega que “cada vez los noto más absorbidos, y no sólo en el uso de clase, sino en los recreos y en lo vincular”. Joaquín, afirma que para dar respuesta a estas dificultades, trabajan en conjunto en la búsqueda de estrategias y actividades que inviten a los más chicos a despegarse de las pantallas y a disfrutar de la familiaridad y de la cercanía que se vive cada día en la Obra.

Al igual que el edificio las realidades juveniles también fueron cambiando, pero un deseo permanente es intentar dar respuestas a las nuevas necesidades de los jóvenes.

“Compartimos mucho con las familias. Los niños y niñas lo recepcionan, y comprenden que estar acá es, de alguna forma, ampliar ese vínculo”, destaca Patricia, docente de nivel inicial.

“Acá se conocen las historias de las familias y se trata de hacer algo bueno, de colaborar, de que todos se sientan queridos”, comparte Mariela, secretaria del primario y miembro de los Cooperadores Salesianos.

Calidad y calidez

Cuando un suceso marca un antes y un después en la historia de una ciudad y en la vida de sus habitantes, inevitablemente adquiere un reconocimiento que se mantiene a lo largo del tiempo. Quizá sea ese uno de los motivos por los cuales el Colegio Don Bosco de San
Nicolás es tan popular en la ciudad.

Sin embargo, la Obra de Don Bosco no es solo reconocida por su valor histórico y su colaboración al desarrollo de la ciudad, sino también por su contribución a la educación. Múltiples generaciones de niños, niñas y jóvenes se han formado y se siguen formando en sus aulas, consolidando su propuesta educativa como una referencia en la materia.

Los salesianos llegaron a San Nicolás con el objetivo de hacerse cargo de la primera escuela secundaria de la provincia. Actualmente la Obra ofrece una propuesta que abarca los niveles inicial, primario y secundario.

“Hay dos elementos a tener en cuenta: educación de calidad y con calidez. La educación sigue siendo una palanca de transformación que le permite a los jóvenes no solo instruirse en cuanto a materias, sino también que brinda una formación integral como la que te ofrece Don Bosco, con una fuerte apuesta humanística, con el sentido de solidaridad, pertenencia e identidad en una sociedad de la que no se puede estar divorciado”, expresa Carlos, quien hace más de treinta años ejerce la docencia en la escuela, y recuerda haber llegado por primera vez al patio del colegio de la mano de su abuelo, encontrarse con niños corriendo y jugando, y pensar: “yo quiero estar ahí”.

El Colegio Don Bosco de San Nicolás cuenta hoy con nivel inicial, primario y secundario; y en cada uno de ellos, la enseñanza, la solidaridad y la cercanía, son valorados, tanto por docentes como por alumnos. “Esta escuela es mi segunda casa, acá encuentro felicidad e impulso para seguir avanzando”, comparte Juan, de quinto año.

“Acá encuentro felicidad e impulso para seguir avanzando”, comparte Juan, alumno de quinto año.

Por su parte, al igual que en todas las obras salesianas, aquí también se construye el ambiente pedagógico y familiar desde el deporte. Los chicos y chicas pasan horas en el gimnasio de la escuela practicando y jugando al fútbol, básquet, handball y vóley. Juan, por ejemplo, además de ser alumno de quinto año, colabora en la tarea deportiva de la escuela. Para él, el gimnasio es una pieza fundamental en la Obra, debido a que “para muchos el deporte es una escapatoria, una salida a lo habitual y un lugar donde podés sentirte tranquilo y acompañado por tus compañeros”. Como bien dijo Don Bosco: “Alegría, estudio y piedad: es el mejor programa para hacerte feliz y que más beneficiará tu alma”.

“Para muchos el deporte es una escapatoria, un lugar donde podés sentirte tranquilo y acompañado por tus compañeros”, comparte Juan, quien se encuentra cursando quinto año y además colabora en la tareas deportivas de la escuela.

Dios está en lo sencillo

Jesús es una persona que te acompaña. No hay que tenerle miedo, podemos confiar en él y cualquier cosa que necesitemos, Él va a estar siempre presente”. Estas palabras pertenecen a Catalina, alumna de primer año de la escuela y ayudante de catequesis. “Una de las mejores cosas que te puede pasar es enseñarle a los demás quién es Jesús. A mí me llena el alma”.

La fe guía nuestra vida. Cruzar el océano hacia tierras lejanas y con un idioma desconocido, despedirse de sus hogares y decirle adiós a Don Bosco, seguramente haya requerido para los primeros misioneros de una fuerza que solo es posible que provenga de la fe.

“Una de las mejores cosas que te puede pasar es enseñarle a los demás quién es Jesús. A mí me llena el alma”, expresa Catalina, alumna de primer año.

Hoy, esa misma fe sigue impulsando decisiones y sigue siendo el motor necesario para afrontar dificultades, para acompañar a los jóvenes y para construir un futuro donde la Palabra de Dios se haga realidad. “Cuando podés testimoniar lo que Dios hace en vos, y podés transmitirlo con tu vida y con gestos concretos, los jóvenes lo pueden captar y hacer la misma experiencia”, expresa el padre Juan Pablo Albeiro, director de la Obra, y enfatiza en que si bien estamos frente a un mundo que nos desafía, también nos invita a ser más humanos.

La Obra de Don Bosco en San Nicolás sigue creciendo y cruzándose con nuevas misiones cada día. El espíritu misionero se mantiene en cada salesiano, cada docente y cada joven que de una u otra manera, forma parte de esta gran familia.

Cuando Don Bosco envió a los primeros misioneros a la Argentina, les pidió encarecidamente que cuidaran a las personas: “Sueño que sigamos cuidando a cada uno de los niños, adolescentes y jóvenes que pasan por este patio y que desde la experiencia de ese cuidado también puedan conocer y hacer experiencia del amor que Dios les tiene a ellos, concluye el padre Juan Pablo.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MARZO 2025

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