¿Cómo no ver la mano de Dios en el mundo?
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Amigos lectores del Boletín Salesiano: les hago llegar como cada mes un saludo personal, salido del corazón y de mi reflexión motivado por lo que voy viviendo.
Les estoy escribiendo ahora mismo desde Santo Domingo en República Dominicana. Permítanme que inicie con una anécdota que ayer me contaba un salesiano y que me hizo reír, me conmovió, y me habló de corazones salesianos.
Me contaba ayer un hermano que, en una ocasión, viajando por una de las rutas del interior de este país, pasó por un lugar donde algunos niños se habían acostumbrado a tirar piedras a los coches para provocar algún
pequeño incidente y en el desconcierto robar alguna cosa al viajero.
Así le ocurrió a él, pasaba por el pueblo y un niño tiró una piedra para romperle un vidrio y lo consiguió. Él se bajó del coche, llegó a retener al muchachito y lo obligó a ir ante sus padres. La escena era que en esa familia no había un papá, los había abandonado, solo había una mamá que se había quedado con este hijo y con una hijita. Cuando el salesiano le dijo a la mamá que su hijo le había roto el cristal que costaba mucho dinero, la mamá se disculpaba pidiendo perdón, pero haciéndole ver que no tenía modo alguno de pagarle, que era pobre, que solo podía reprender a su hijo.
Así iba el diálogo cuando la niñita, la hermanita del pequeño “Magone de Don Bosco”, que tenía su mano cerrada, la abre y le da la única moneda, casi sin valor, que ella tenía. Era todo su tesoro y le dice: “tome señor, para ayudar a pagar el cristal”. Mi hermano salesiano me contó que se conmovió tanto que ya no pudo hablar más y terminó dándole algo de dinero a la señora para ayudar a su familia.
Yo no sabía cómo interpretar la historia, pero tiene tanto de vida, de dolor, de necesidad, y de humanidad que me prometí que la compartiría con ustedes.
Pocas horas después, muy cerquita del lugar donde estaba alojado en la Casa Salesiana, me muestran otra pequeña casita salesiana en la que acogemos a niños que están por la calle, sin nadie, y mayoritariamente haitianos. Esos muchachos, menores de edad, no tienen donde estar y son acogidos en nuestra casa para pasar después a otros hogares, una vez que se han estabilizado, con otros objetivos educativos.
Me hacía sentir muy lleno el corazón y pensar que Valdocco en Turín, con Don Bosco, nació así, y así nacimos nosotros los salesianos, y un grupito de esos muchachos de Valdocco, junto con Don Bosco, dio origen a la congregación salesiana en aquel 18 de diciembre de 1859.
“Es hermoso que los jóvenes sueñen y se comprometan con algo que es bueno para ellos y para todo el mundo”.
¿Cómo no ver la mano de Dios en todo ello? ¿Cómo no percibir que todo este hacer responde a mucho más que una estrategia humana? ¿Cómo no percibir que aquí y en otros miles de lugares salesianos en el mundo se sigue haciendo el bien, siempre con la ayuda de tantas personas generosas y otras muchas que comparten pasión educativa?
Este año, en España y en otros lugares de América, se presentó el magnífico cortometraje titulado ‘Canillitas’ que recoge la vida de tantos de estos muchachos. Me alegró tocar de cerca con mis ojos y mis manos esta realidad. Y es muy cierto amigos y amigas, el Sueño de Don Bosco se sigue haciendo realidad hoy, doscientos años después.
Y por si me faltaba algo, ayer pasé toda la jornada con jóvenes del mundo salesiano que se hacen llamar y se sienten líderes en toda la América Latina de un movimiento que intenta conseguir que al menos el mundo educativo salesiano se tome muy en serio el cuidado de la creación y la ecología, con la misma sensibilidad que el papa Francisco ha recogido en la Encíclica ‘Laudato Si’. Me pareció hermoso que los jóvenes sueñen y se comprometan con algo que es bueno para ellos, para el mundo y para todos nosotros.
Me siento, ante todo esto, con un poco de autoridad como para decir: amado Don Bosco, tu Sueño sigue muy vivo.
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Cardenal Ángel Fernández Artime
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MARZO 2024