Casa, escuela, parroquia y patio para los jóvenes
“Y en el principio, era el Oratorio”, puede decir quien se ponga a estudiar la historia salesiana para hablar de la experiencia “modelo” que vivió Don Bosco junto a sus muchachos y colaboradores. No lo era la escuela; ni siquiera la parroquia —aunque fuera “la parroquia de los jóvenes sin parroquia”—, ni el oratorio en la forma actual de actividad de fin de semana. ¿Por qué entonces decimos que el Oratorio se puede resumir como un lugar que es casa, escuela, parroquia y patio para los jóvenes?
Una “máquina perfecta
El Oratorio era una iniciativa innovadora con formación moral y religiosa —educación y formación cristiana—, espacio de sociabilidad juvenil —encuentro, recreación, tiempo libre—, y ambiente de atención a las necesidades inmediatas —alimentos, abrigo, casa, cobijo, afecto—.
También ámbito de capacitación para un trabajo digno y decente —carpintería, zapatería, sastrería, contrato de trabajo, ubicación en empleos, tipografía, encuadernación, herrería, tornería y otros oficios— y apertura al contexto eclesial, social y cultural —ubicación en puestos de trabajo, asistencia a enfermos de la ciudad, casa de formación de seminaristas de las diócesis sin seminario, emprendimiento editorial—. Todas ellas, iniciativas y propuestas acordes a la experiencia historica de la sociedad italiana de fines del siglo XIX.
El filósofo italiano Umberto Eco decía que el oratorio era una “máquina perfecta en la que cada canal de comunicación, desde el juego a la música, del teatro a la prensa, está organizado automáticamente sobre bases mínimas (…). La genialidad del oratorio radica en que prescribe a los que lo frecuentan un código moral y religioso, pero luego acoge también a quienes no lo siguen”. Sin lugar a dudas, el Oratorio era fundamentalmente comunicación y un espacio juvenil privilegiado en una época de destrucción del Estado y sus instituciones.
La experiencia del Oratorio, entonces, aparece como un aspecto carismático de vital importancia en el actual contexto de las tecnologías de la comunicación, la interface, la simultaneidad y las redes.
La “cuaternidad” educativa
Algunos antecedentes, si bien no formulados de la misma manera, se constituyeron en fuente de la consigna que llega a nosotros como “casa, parroquia, escuela y patio”. Don Bosco, en una circular a los salesianos, decía: “Con las Lecturas Católicas me proponía entrar en las casas. Con el Joven Cristiano me propuse llevarlos a la iglesia. Con la Historia de Italia quise sentarme a su lado en la escuela. Con la serie de libros amenos deseaba ser su compañero durante las horas de recreo”. Quizá este texto sea la “prehistoria” de la definición posterior —después de un largo camino de reflexión desatado por el Concilio Vaticano II— y en cuya brisa todavía nos encontramos.
El Capitulo General 21 enumeraba algunas características de la fisonomía del religioso salesiano en el ámbito del oratorio en la que aparecen algunos de los elementos de esta “cuaternidad” educativa, formulados de esta manera: “La relación personal de amistad del salesiano con el muchacho y la presencia fraterna del educador entre los jóvenes (escuela), la creación de un ambiente que facilite el encuentro (casa), el ofrecimiento de actividades variadas para el tiempo libre (patio), el sentido misionero de puertas abiertas (Iglesia) a todos los muchachos que quieran entrar, la apertura a la masa con atención a las personas y al grupo, la formación progresiva de una comunidad juvenil mediante la pedagogía de la fiesta, la catequesis ocasional y sistemática, la solidaridad, la vida de grupo (…)”.
Esta “cuaternidad”, tal cual la conocemos hoy, aparece definida en las Constituciones de los Salesianos: “Don Bosco vivió una típica experiencia pastoral en su primer oratorio, que para los jóvenes fue casa que recibe, parroquia que evangeliza, escuela que encamina hacia la vida, y patio donde se comparte la amistad y la alegría”. Aquí, el marco de la formulación no es la fisonomía del religioso consagrado sino la experiencia típica, carismática, del Oratorio originario.
“Así funcionaba el oratorio”
De alguna manera, la Pastoral Juvenil salesiana se configuró en torno a esa proposición cuando definió las grandes dimensiones de la pastoral: evangelización y catequesis, educación y cultura, asociacionismo y vocacional. Actualmente el Cuadro de Referencia toma la “cuaternidad” y desarrolla el sentido pastoral, caracterizando la casa como “ambiente rico de confianza y familiaridad”, la parroquia como “el deseo de Dios” en el corazón del joven, la escuela como “desarrollo de las capacidades y la actitudes fundamentales para la vida en la sociedad” y el patio como “la propuesta de los valores y la actitud de confianza se realizan de manera auténtica y cercana”.
Por lo tanto, la experiencia oratoriana de Don Bosco armonizó las propuestas educativas pastorales en un ambiente preventivo con itinerarios acordes a las prácticas culturales de los jóvenes de la época, donde la organización del ambiente, las iniciativas de asociacionismo juvenil y la participación de los mismos jóvenes en el diseño y la actuación, la propuesta religiosa y catequística se desarrollaron simultáneamente sin confusión ni contradicciones.
Dice Don Bosco en las Memorias (52): “Así funcionaba el oratorio”. El Oratorio aparece como una propuesta que sintoniza interés por los jóvenes, cercanía y familiaridad con ellos, encuentro, escucha y respuesta desde las necesidades reales, especialmente de los más pobres, necesitados y en peligro. Sólo en segundo término es una estructura; posteriormente, una obra especifica de la acción salesiana, y finalmente una actividad pastoral.
Lo importante de la formulación de la “cuaternidad” —casa, parroquia, escuela y patio— es que remite a una experiencia original, independientemente de las formas que adopte en la diversidad de contextos geográficos y culturales. Porque como experiencia nos direcciona a la praxis pastoral de Don Bosco en el Oratorio de Valdocco, que se constituyó en un verdadero laboratorio eclesial, educativo, pastoral, social y político para la época. •
Por Ariel Fresia, sdb
Ilustraciones: Carlos Julio Sánchez
BOLETÍN SALESIANO – AGOSTO 2018