“Estoy feliz de haberle dedicado mi vida a Dios”

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Entrevista al padre Vicente Ricchetti.

Por: Valentina Costantino

boletin@donbosco.org.ar

“A los trece años, cuando estaba terminando la primaria, un salesiano me preguntó: ‘Si Dios te llama para ser sacerdote, ¿no te gustaría?’. Y a mí me costó… Fuimos a la iglesia, rezamos y se me caían las lágrimas. El salesiano me dio un pañuelo y me dijo: ‘Esas lágrimas se van a convertir en perlas para Dios’”. 

En 1942, en el barrio de Sarandí, provincia de Buenos Aires, nacía Vicente Ricchetti. Durante su infancia caminaba por las calles de su barrio junto a sus amigos. Un día llegó al Oratorio Don Bosco, y a partir de entonces, su camino siguió alineado con los salesianos. 

Hoy con 82 años y desde la comunidad salesiana de San Carlos en el barrio porteño de Almagro, el padre Vicente, nos comparte algunos momentos significativos de toda una vida dedicada a Dios y a los jóvenes.

¿Cómo fue su infancia?

Nací en Sarandí, en una familia sencilla, humilde y trabajadora de siete hermanos. En aquel tiempo no había mucho para divertirse en la casa, entonces nos la pasabamos en la calle con los chicos de la cuadra. Un día encontramos el oratorio Don Bosco y ahí nos quedamos a jugar y a compartir los domingos de cine. Poco después me invitaron a los Exploradores de Don Bosco y más tarde me hicieron la propuesta de ingresar al Aspirantado.

¿Qué le atrajo de los salesianos? 

Me llamó la atención que siempre estaban con nosotros. A los trece años, cuando estaba terminando la primaria, uno de ellos me preguntó: ‘Si Dios te llama para ser sacerdote, ¿no te gustaría?’. Y a mí me costó. Fuimos a la iglesia, rezamos y se me caían las lágrimas. El salesiano me dio un pañuelo y me dijo: ‘Esas lágrimas se van a convertir en perlas para Dios’. Y esas lágrimas hoy son perlas para Dios porque soy un sacerdote eternamente agradecido. Ha sido una alegría muy grande.

Estas manos están llenas de lágrimas de acompañar a tanta gente que ha pasado por momentos difíciles. 

¿Y desde allí cómo siguió su camino?

Estuve en muchos lugares… En 1956 ingresé en el aspirantado de Ramos Mejía. De ahí pasé a Bernal, recuerdo mucho la alegría de los salesianos, de los chicos y el comienzo de los oratorios ambulantes. Continué a Villada de Córdoba. Y luego a Del Valle, fue un cambio sideral: de la baldosa a la tierra en la escuela agrotécnica. Lo lindo fue que, al ser pupilo, se formaba comunidad con los chicos: hacíamos asado, mirábamos películas…

Años después llegué a La Pampa, donde fui director. Tengo el recuerdo de ir a los pueblitos de alrededor para rezar misa. Íbamos casa por casa, la gente me llamaba: ‘Padre, Vicente, venga para acá, tome un mate, venga’. Eso me llenó el corazón, porque para mí ser misionero era eso, llevar la palabra de Dios, llevar alegría, llevar caramelos, guitarras, y compartir con la gente un momento de alegría y esperanza. 

¿Y hoy por donde pasa su servicio como salesiano?

Mi tarea consiste principalmente en atender la basílica y realizar confesiones. Lo que más disfruto es estar en medio de los chicos, ayudarlos a encontrar un momento de intimidad con Jesús. Y también a mi edad, lo lindo es llegar a la gente mayor a través de los chicos. 

Los jóvenes de hoy son espontáneos, sinceros, abiertos. En este momento de mi vida no puedo jugar al fútbol, no puedo correr. Es otra etapa, así que estoy en la parroquia. La vida espiritual me dio la capacidad de escuchar. Estas manos están llenas de lágrimas de tanta gente que ha pasado por momentos difíciles

Y para mi como consagrado es fundamental siempre mantener viva la vida espiritual, la intimidad con Jesús en el sagrario, la vida comunitaria donde compartimos juntos, donde rezamos juntos, si no perdemos el sentido de la vocación. Mi vocación es para eso.

¿Qué representa Don Bosco en su vida?

Desde pequeñito me impresionó su imagen, su historia, su vocación por los jóvenes. Había salesianos que llegaban del sur y hablaban de la Patagonia. Y a mí me entusiasmaba ser misionero e ir al sur. Como pibe, imaginate, tener la ambición, el deseo de poder ir a hacer el bien. Eso fue lo que siempre traté de hacer.

La imagen que tengo presente hoy es la de Don Bosco anciano en el confesionario, porque es lo que yo puedo hacer acercarme a los chicos y chicas, a los jóvenes, a los mayores desde ese lugar.

Hoy, la imagen que tengo presente es la de Don Bosco anciano en el confesionario, porque es lo que yo puedo hacer: confesar a los chicos y chicas, a los jóvenes, a los mayores.

¿Por qué cree que Dios lo eligió para ser sacerdote?

En primer lugar, es una gracia de Dios, es un llamado. En segundo lugar, tuve una familia y salesianos que me ayudaron a madurar esa vocación. Sinceramente, más de una vez quise volver atrás e irme. Es la situación que atraviesa cualquier joven que tiene novia, que se casó o que no sabe cómo hacer con su familia… Pero fue superado. Nunca nadie me empujó, sino que me acompañaron. Los salesianos estaban dispuestos a conversar lo que sea. Y eso fue fundamental. 

Le doy gracias a Dios y a la Virgen porque en estos 55 años de sacerdocio, 60 de salesiano y casi 83 años de vida, siempre estuvieron a mi lado. Estoy muy contento de ser sacerdote, de ser salesiano, y de haberle dedicado mi vida a Dios.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – JUNIO 2025

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