Una vez más, como vemos en Ucrania, el mal hace más ruido que el bien, y mientras vivimos escenas de verdadero calvario, la esperanza también brota como solidaridad entre hermanos.
Mis queridos amigos y amigas lectores del Boletín Salesiano en el mundo,
Cuando les estoy escribiendo estas líneas, todos los medios de comunicación del mundo están dando, minuto a minuto, casi en línea directa, noticias de la terrible guerra que está teniendo lugar en Ucrania. Y yo estoy convencido de que la gran mayoría del pueblo ruso no quiere hacer el mal a nadie. Pero pienso que coincidimos la mayoría de nosotros en calificar de terrible, jamás imaginado, increíble en el siglo XXI, de total locura, de auténtico genocidio, lo que está sucediendo en esa bendita tierra. Pensar en cómo nos sentiríamos nosotros si lo estuviéramos viviendo supongo que nos llena de tristeza y nos estremece.
Esta es la triste realidad. Y una vez más el mal hace ruido, destruye cosas y personas, trae muerte, sesga vidas humanas, fractura familias… El bien, tanto bien y tanta solidaridad que estamos viendo al mismo tiempo que caen los cohetes y los proyectiles de largo alcance, es un bien silencioso, intenta mitigar el dolor, secar las lágrimas, dar calor humano. Porque también el corazón humano es así.
En situaciones como éstas vemos lo peor de la condición humana y también lo más hermoso del corazón del ser humano. Estamos viendo en directo otro Getsemaní y otro Calvario. Confiemos en ver también la “Resurrección” de este pueblo.
Lo mismo aconteció en la “primera semana santa de la historia”. Lo mismo aconteció con la traición a Jesús, con su soledad y abandono, con su traición y dolor, con su condena a muerte, con el silencio y la radical soledad —salvo su madre y el discípulo Amado—. Y Dios pronunció la última Palabra con la Resurrección, con la Vida-Otra.
En este tiempo de Pascua que viviremos no sé que es lo que sucederá con la guerra en Ucrania. Estoy escribiendo con antelación y cada día puede ser algo muy diverso. Confío en que con la razonabilidad, y la presión de casi todas las naciones, y con la fuerza de la solidaridad humana y la Fe y la oración, venga la Paz.
Mientras escribo, cuando estamos en el día diez de esta terrible guerra, con un millón y medio de desplazados quiero subrayar tan sólo que la solidaridad, la fraternidad, la humanidad de corazón sencillos, de familias, y la mirada razonable de muchos gobiernos me están ayudando a sentirme mejor por ser persona. De otro modo, de no ser así creo que no nos lo podríamos perdonar.
Estoy en contacto a diario con los hermanos y hermanas de Ucrania y de Polonia. Me da mucha paz saber que también como Familia Salesiana ofrecemos nuestro pequeño grano de arena, estoy contento al tener noticia que los muchachos acogidos en nuestra casa-familia de Lviv están acogidos en otras casas salesianas de Eslovaquia. Me da paz saber que las casas salesianas de la frontera entre Polonia y Ucrania tienen todas sus puertas abiertas para acoger a desplazados a causa de la guerra. A decenas de madres con sus hijos se les han ofrecido habitaciones y lugares para vivir con dignidad, comida y aseo. Y esa solidaridad está llegando a otras naciones y también a otras muchas presencias salesianas.
De todo el mundo salesiano, de todas las inspectorías llegando pequeñas o grandes ayudas según las posibilidades. Se han encauzado el envío de medicinas, y también dinero desde los más diversos lugares, no para nosotros los salesianos, sino para que siendo mediación lleguemos a los más recónditos lugares llevando ayuda a la gente que lo necesita. Y sólo es un granito de arena, pero somos decenas de miles las personas e instituciones que estamos sumando.
De esto se trata. No hay ruido. No hay noticias publicitarias. Hay sencillez y solidaridad. Es tiempo de pasar del Getsemaní y el Calvario a la esperanza y la fuerza de la Resurrección.
Es muy doloroso que en esta preparación a la Semana Santa y la Santa Pascua sean las bombas, las balas, los fusiles y la muerte las que se hagan presentes. Pero aún en el dolor no dejo de proclamar que es más fuerte la vida, la fraternidad humana, la solidaridad, más fuerte la dignidad de la persona —a veces pisada—, más fuerte la ayuda de hermano a hermano —aún sin conocerse ni hablar la misma lengua—, más contagiosa la esperanza.
Le pido al Señor de la Vida en la oración que nos ayude a entrar en razón. En especial a quienes han comenzado esta tragedia. Le pido que la Paz venza. Le pido que los corazones llenos de Humanidad no callen.
Hagamos lo que cada uno podamos, queridos amigos y amigas. Sumemos esfuerzos con la palabra, con las manos que ayudan, y con la oración.
Que el Señor resucitado nos llene de su Fuerza y su Paz.
Don Ángel Fernández Artime
Rector Mayor de los Salesianos
BOLETÍN SALESIANO – ABRIL 2022