¿Tenemos motivos para la esperanza o las dificultades del tiempo actual no nos permiten encontrarlos?
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Amigos y amigas, lectores del Boletín Salesiano, estamos en las puertas de la Navidad, y qué hermoso todo lo que trae consigo. Dice Benedicto XVI al respecto:
“La gloria de Dios no se manifiesta en el triunfo y en el poder de un rey, no resplandece en una ciudad famosa, en un suntuoso palacio, sino que establece su morada en el seno de una virgen, se revela en la pobreza de un niño. La omnipotencia de Dios, también en nuestra vida, obra con la fuerza, a menudo silenciosa, de la verdad y del amor. La fe nos dice, entonces, que el poder indefenso de aquel niño al final vence el rumor de los poderes del mundo
(…)Y en la noche del mundo, dejémonos sorprender e iluminar de nuevo por este acto de Dios, totalmente inesperado: Dios se hace niño. Dejémonos iluminar por la estrella que ha inundado de alegría el universo. Que el niño Jesús, al llegar hasta nosotros, no nos encuentre desprevenidos, empeñados sólo en embellecer la realidad exterior”.
Disponernos a vivir la Navidad, a la mayoría de nosotros, nos toca el corazón. Quizás algunas personas no lleguen a sentir lo que significa este misterio maravilloso de la presencia de Dios. Otros muchos sí. Pero en todo caso, siempre es un tiempo hermoso de humanidad, de gracia, de deseo de paz, de esperanza.
La noche del mundo
No se puede ocultar que, al mismo tiempo, estamos viviendo una “noche en el mundo”. Sin duda el papa Benedicto XVI escribió esto una década antes del presente, pero incluso ante la luz y la belleza de la Navidad, vivimos un tiempo de dolor, de desesperanza, de guerra, de muertes.
“La gloria de Dios se revela en la pobreza de un niño”
No podemos ignorar la guerra que se está llevando a cabo en Ucrania y las miles y miles de vidas que han quedado truncas como consecuencia de ella. Tampoco podemos ignorar a las miles de personas desplazadas en ese país, y las centenares de miles que viven en condiciones infrahumanas, escondidas, sin luz ni calefacción y con escasos alimentos. Hay ahora mismo otros veintinueve focos de guerra y de guerrillas en el mundo con los mismos efectos de muerte y desolación.
Por otra parte, son más de treinta y cinco mil los asesinatos que se dan cada año en algunas naciones de América Latina. Y en Europa se ha duplicado el número de pobres en los últimos tres años. Como humanidad no hemos conseguido frenar el hambre en el mundo, por el contrario, se ha incrementado.
Los incendios y las inundaciones, cada vez más frecuentes y contundentes, son consecuencia del cambio climático que está enfermando al planeta. Al mismo tiempo se celebra la cumbre del clima y las naciones que más contaminan ni siquiera se hacen presentes, como si el problema no fuese con ellos.
Mirar con ojos nuevos la realidad
Entonces, ¿dónde podemos encontrar y tocar los frutos de la encarnación, de la Navidad y de la vida que nos llega desde la resurrección del Señor? ¿Tenemos motivos para la esperanza o la noche oscura no nos permite encontrarlos?
El papa Francisco ha vuelto varias veces durante este período a hablar de la esperanza, instándonos a mirar con nuevos ojos nuestra existencia, especialmente ahora que estamos pasando por una dura prueba. Y nos invita a mirarla a través de los ojos de Jesús, el autor de la esperanza, para que nos ayude a superar estos días difíciles, con la certeza de que las tinieblas se convertirán en luz. Dice Francisco: “La esperanza es una virtud que nunca decepciona: si esperas, nunca serás decepcionado”.
Y sin duda que así es. Frente a tanta noche, hay también tanta vida. La vida que nos trae María de Nazaret en su hijo recién nacido y la vida de tantos niños a quienes sus madres, con inmenso amor traen a la vida, en el nombre de Dios.
“Frente a tantas dificultades en el mundo existe también la vida que nos trae María de Nazaret en su hijo recién nacido y en tantas personas generosas que hacen el bien en silencio”.
La vida de tanta generosidad anónima de millones de personas que cada día tienden su mano al vecino, al necesitado, al anciano que está solo. La vida es la que regalan tantas personas que en silencio combaten la oscuridad y pesimismo. Vida es la que cada día se siembra en miles y miles de presencias salesianas del mundo donde en un gesto, en una sonrisa, en un pedazo de pan, en un plato de arroz o en un momento de encuentro, se siembra luz y esperanza.
Todo esto es fruto de la Navidad, de la encarnación del Hijo de Dios, de la Resurrección y del Dios de la Vida que tiene siempre la última palabra.
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Don Ángel Fernández Artime
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2022