La fuerza del amor

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¿Querés conocer más a Don Bosco? Entonces tenés que conocer a San Francisco de Sales

Con la colaboración de Luis Timossi, sdb *

“La educación es cosa del corazón…”, “me basta que sean jóvenes para que los ame…”, “estén siempre alegres…”. Quienes forman parte de la Familia Salesiana han escuchado o leído en más de una oportunidad alguna de estas frases vinculadas con la forma de vivir la fe de Don Bosco. ¡Y seguro puedan también extender la lista! Lo que quizás muchos no sepan es que esa espiritualidad hunde sus raíces en otro santo: San Francisco de Sales.

El año próximo se cumplen cuatrocientos años de su muerte. Acercándonos a esa celebración, la invitación que realiza el Rector Mayor, Don Ángel Fernández Artime, es conocer más sobre Francisco, ya que eso nos permitirá conocer más sobre Don Bosco.

Aunque separados por dos siglos, la devoción y admiración de Don Bosco por San Francisco de Sales fue creciendo con el paso del tiempo, y desde muy pequeño escuchó hablar del “santo de la dulzura”. La zona del Piamonte, tierra natal de Juan Bosco, y la región de Saboya, donde nació Francisco, formaban parte del reino de Cerdeña. Sin embargo, fue el Convitto Eclesiastico, donde Juan Bosco completó su formación sacerdotal, el lugar en el cual su maestro José Cafasso le presentó con mayor profundidad la figura de San Francisco de Sales.

Todos podemos ser santos

San Francisco de Sales (1567-1622) es uno de los primeros santos de la Iglesia que armoniza la santidad con la humanidad. Su propuesta de santidad no quiere ser “anacrónica”: por el contrario, busca hacerla accesible a cualquiera. En algún punto, lo que hace Francisco es “democratizar” la santidad: ser santo es vivir bien, haciendo las cosas que uno tiene que hacer. Es unión con Dios.

San Francisco de Sales es uno de los primeros santos de la Iglesia que armoniza la santidad con la humanidad.

Don Bosco, por su parte, si bien provenía de una condición social muy diferente a la de Francisco —más acomodada, por cierto—, también es capaz de leer el corazón humano, y por eso propone una santidad “al alcance de la mano”, que pasa por lo cotidiano, por lo de todos los días.

Sin ir más lejos, las Constituciones Salesianas dicen: “La misión apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los consejos evangélicos son los elementos inseparables de nuestra consagración, vividos en un único movimiento de caridad hacia Dios y los hermanos”. No hay separación entre Dios y nuestros hermanos. Eso es propio de San Francisco de Sales y también de Don Bosco.

Evangelizar es amar

En este sentido, existe entre San Francisco y Don Bosco lo que podríamos llamar una “paternidad espiritual”. El primero es inspiración para el segundo. Es gracias a Francisco que nuestro carisma, y nosotros mismos, nos  denominamos “salesianos”. Entonces, Juan asume de Francisco —y encarna creativamente en la realidad de los jóvenes más pobres— su alma, su corazón, e incluso muchas de sus formas pastorales. 

Entre los rasgos de Francisco que inspiran a Juan, uno de los más notorios es el especial énfasis en el amor, en la dulzura. Francisco, que buena parte de su vida predicó en una región donde los protestantes eran mayoría, creía que la evangelización no era cuestión de doctrinas, sino una cuestión del corazón. Para él, evangelizar era difundir la paternidad y la bondad de Dios.

Por su parte, para Don Bosco lo principal es preocuparse por hacer que los chicos se sientan queridos. Y después viene la invitación: a la catequesis, a la escuela, al taller. La experiencia espiritual de San Francisco de Sales tiene en el centro el vínculo, la relación y el amor. Y Don Bosco retoma esto y lo pone en práctica.

Hace más de cuatrocientos años, San Francisco de Sales ya decía que todo ser humano tiene en el corazón una “chispa” del amor de Dios. Todos somos hijos de Dios, esa es la identidad de toda persona, aunque en muchos casos esa chispa se vaya apagando por lo que a las personas les toca vivir. El amor salesiano es el que pretende despertar ese punto, esa chispa presente en cada joven pobre y abandonado. Eso es evangelización y educación. Cuando un chico se siente amado, sabe que puede amar y eso lo hace feliz: ya se siente hijo de Dios.

Conocer el modo de amar de Don Bosco es conocer el modo de amar de San Francisco. Y no es solo afectividad: es un amor comunicador, educador y liberador. Es parte de nuestra esencia, de nuestro carisma.

Conocer para amar

La comunicación es la manera de expresar y de transmitir ese amor, que es de Dios. Si no hay comunicación, no puede haber amor. Por eso, tanto Don Bosco como San Francisco van a procurar utilizar todos los medios que estén a su alcance para comunicar el amor de Dios. San Francisco, ya siendo obispo y con todas las obligaciones que tenía, escribió miles y miles de cartas. Escribía sus homilías de puño y letra, una por una, y se las dejaba a la gente debajo de la puerta, en cada casa.

Tanto Don Bosco como San Francisco van a procurar utilizar todos los medios que estén a su alcance para comunicar el amor de Dios

Don Bosco también es un enorme comunicador: escribe cartas, libros, obras de teatro, biografías, folletos, versiones propias sobre la historia de Italia y la historia de la Iglesia, el Boletín Salesiano. Pero lo importante, más allá de lo que escribió, es el principio inspirador que a los dos los mueve a comunicar. Ese principio tiene que ver con transmitir el amor a Dios y al prójimo: el “celo apostólico”.

Con Dios y con las circunstancias

Otro de los rasgos que la espiritualidad de Don Bosco retoma de San Francisco de Sales es el discernimiento de la voluntad de Dios. Ambos tienen la certeza de ese amor, y están convencidos de que se les va manifestando a través de la historia, de los acontecimientos. Don Bosco decía: “Yo voy adelante como Dios y las circunstancias me lo dicen”. En el caso de San Francisco de Sales, el discernimiento es fundamental. En Don Bosco, en cambio, esto se da de manera más experiencial.

A través del discernimiento ambos se fueron haciendo santos. La santidad en ellos no es algo innato, es adquirido, y también se encuentra con los límites y condicionamientos de cada uno.

En este santo que vivió varios siglos antes que él, Don Bosco encontró un modelo de vida cristiana a partir de la dulzura, la amabilidad y de encontrar la santidad en lo cotidiano. Y así se lo propuso a sus muchachos, sus “salesianos”.

Dulzura y amorevolezza

Tal vez dos de los rasgos más conocidos de San Francisco y de Don Bosco sean la bondad, en el caso del primero, y la amorevolezza en el segundo. No sólo se trata de dos conceptos muy similares, sino que ambos tuvieron que conquistar esa manera de actuar.

Juan asume de Francisco su alma, su corazón y muchas de sus formas pastorales.

De San Francisco se dice que debajo del escritorio donde trabajaba están marcadas las uñas de todas las veces que apretaba la mesa para no reaccionar de mal modo. Y Don Bosco también era temperamental. Tuvo que aprender a hacerse amable y bondadoso. Sin ir más lejos, en el relato del “sueño de los nueve años” dice que le dolían las mejillas de las cachetadas recibidas, y las manos de los puñetazos que dio. Esa era su manera instintiva de reaccionar, que fue moldeando con el paso del tiempo y con mucho esfuerzo.

Cuanto más profundizamos, más hay para conocer. San Francisco nos puede ayudar a descubrir más sobre Don Bosco. No sólo para saber más sobre él, sino sobre todo para ser hijos e hijas coherentes con nuestro padre.

* Centro Salesiano de Formación Permanente América. En base a una conferencia brindada a los equipos de Comunicación Social de Argentina.

BOLETIN SALESIANO – DICIEMBRE 2021

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