Don Bosco reconoce el pedido de los jóvenes y por eso insiste en la importancia de cultivar la vocación misionera.

Por Luis Timossi, sdb
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Este sueño es del 2 de julio de 1885. Don Lemoyne que lo redacta, hace notar que Don Bosco está muy cansado, que comete equivocaciones y que su recuerdo confuso le imposibilitaba dar una descripción de los detalles.
También en este recorrido y visión lo acompaña el joven Luis Colle. Le escribe a sus padres: “Nuestro amigo Luis me acompañó en una gira por el centro de África, tierra de Cam, decía él, y por las tierras de Arfaxad, o sea China. Si el Señor lo permite, ya tendremos tiempo de conversar…”.
El Ángel Arfaxad
Me pareció estar delante de una montaña elevadísima, sobre cuya cumbre estaba un Ángel resplandeciente… Alrededor de la montaña había un extenso reino de gente desconocida. El Ángel tenía una espada en su diestra que mantenía levantada, que brillaba como una llama vivísima y con la izquierda señalaba las regiones circundantes. Entonces me dijo: ‘El Ángel de Arfaxad lo llama a combatir las batallas del Señor y a reunir a los pueblos en los graneros del Señor’.
Una turba maravillosa de ángeles lo rodeaba. Entre ellos estaba Luis Colle, al cual hacía corona una multitud de jovencitos, a los que enseñaba a cantar alabanzas a Dios.
Me sería imposible describir lo que veía: al mismo tiempo objetos separados, simultáneos, los cuales transfiguraban el espectáculo que se ofrecía a mi vista. Aquello, unas veces me parecía la llanura de la Mesopotamia, otras, un monte elevadísimo, … y aquella montaña cada momento tomaba aspectos diferentes, hasta convertirse en una serie de sombras vaporosas, pues tales parecían los habitantes que la poblaban.
¿Quién podrá expresar con palabras aquella altura, anchura, luz y claridad, en suma, un espectáculo semejante? Se puede gozar de él, pero no se puede describir.
‘¡Vengan en nuestro auxilio!’
Y Don Bosco continúa: “Me pareció estar en el centro de África en un extenso desierto viendo escrito en el suelo con grandes caracteres: “Negros” …. Todos aquellos pueblos estaban desnudos. Finalmente me pareció estar en Australia que no era un continente sino un conjunto de numerosas islas cuyos habitantes diferían en carácter y formas externas.
Una multitud de niños, que vivía allí, intentaban venir hacia nosotros, pero se lo impedían la distancia y las aguas que nos separaban. Tendían la mano hacia Don Bosco y hacia los salesianos, diciendo: ‘¡Vengan en nuestro auxilio!
Una multitud de niños, que vivía allí, intentaban venir hacia nosotros, pero se lo impedían la distancia y las aguas que nos separaban. Tendían la mano hacia Don Bosco y hacia los salesianos, diciendo: ‘¡Vengan en nuestro auxilio! ¿Por qué no continúan la obra que sus padres han comenzado?’. Muchos se detuvieron; otros, haciendo mil esfuerzos, pasaron en medio de los animales feroces y vinieron a mezclarse con los Salesianos que yo no conocía. Y comenzaron a cantar: ‘Bendito el que viene en el nombre del Señor’.
A cierta distancia se veían grupos de innumerables islas pero no podía distinguir sus características. Me pareció que todo aquel conjunto indicaba que la Divina Providencia ofrecía una porción del campo evangélico a los Salesianos, pero para un futuro lejano”.
La razón de todo
Don Bosco continúa viendo la mano del Señor en todo esto, y exclama: “Si pudiera embalsamar y conservar vivos a unos cincuenta salesianos de los que ahora están entre nosotros, de aquí a quinientos años verían qué destino tan estupendo nos reserva la Providencia, si somos fieles”.
¿Y cuál es la razón de todo esto? “Nosotros seremos bien vistos siempre, aun de los malos, porque nuestro campo esencial es de tal naturaleza que se atrae las simpatías de todos, buenos y malos”.
La Congregación prosperará, aun materialmente, si procuramos sostener y extender el Boletín y la Obra de los Hijos de María Auxiliadora.
“Todo estriba en que los salesianos no se dejen llevar del amor a las comodidades y del desgano en el trabajo. Manteniendo solamente nuestras obras existentes y evitando el vicio de la gula, la Congregación Salesiana ha asegurado su porvenir. La Congregación prosperará, aun materialmente, si procuramos sostener y extender el Boletín y la Obra de los Hijos de María Auxiliadora. ¡Son tan buenos muchos de estos hijos! Su institución nos dará hermanos decididos a mantener su vocación”.
Es notoria la insistencia de Don Bosco en que cultivemos las vocaciones misioneras. Aquí subraya el valor de dos medios: el Boletín Salesiano y el trabajo por las vocaciones adultas.
¡También nosotros, Familia Salesiana, formamos parte de este proyecto misionero!
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – AGOSTO 2025