La alternativa de Jesús frente a la ley de la venganza.

En estos tiempos, en los que las noticias, día tras día, nos comunican experiencias de conflicto, de guerra y de odio, es grande el riesgo de que como creyentes, acabemos viéndonos envueltos en una lectura de los acontecimientos que se reduce únicamente al nivel político, o nos limitemos a tomar partido por un bando u otro con argumentos que tienen que ver con nuestra manera de ver las cosas, con nuestra forma de interpretar la realidad.
“Pero, yo les digo…”
En el discurso de Jesús que sigue a las bienaventuranzas hay una serie de pequeñas grandes lecciones que el Señor ofrece. Siempre comienzan con el versículo: “Han oído que se dijo…”. En una de estas, el Señor recuerda el antiguo dicho “ojo por ojo y diente por diente” (Mt 5,38).
Fuera de la lógica del Evangelio, esta ley no solo no es cuestionada, sino que incluso puede tomarse como una norma que expresa el modo de ajustar cuentas con quienes nos han ofendido. Obtener venganza se percibe como un derecho, hasta el punto de que puede convertirse en un deber.
Jesús se presenta ante esta lógica con una propuesta completamente distinta, totalmente opuesta. Frente a lo que hemos oído, Jesús nos dice: “Pero yo les digo” (Mt 5,39). Y aquí, como cristianos, debemos prestar mucha atención. Las palabras que siguen de Jesús son importantes no solo por sí mismas, sino porque expresan de forma muy concisa todo su mensaje. Jesús no viene a decirnos que hay otra manera de interpretar la realidad. Jesús no se acerca a nosotros para ampliar el espectro de opiniones sobre las realidades terrenas, especialmente aquellas que tocan nuestra vida. Jesús no es una opinión más, sino que él mismo encarna la propuesta alternativa a la ley de la venganza.
Jesús no se acerca a nosotros para ampliar el espectro de opiniones, sino que él mismo encarna la propuesta alternativa a la ley de la venganza.
La frase “pero yo les digo” es de fundamental importancia, porque ya no es la palabra dicha, sino la persona misma de Jesús. Lo que Jesús nos comunica, Él lo vive. Cuando Jesús dice “no hagan frente al que los agravia; al contrario, si alguien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra” (Mt 5,39), esas mismas palabras las vivió en primera persona. Seguramente no podemos decir de Jesús que predica bien pero actúa mal.
Asumir el bien como respuesta al mal
En nuestro tiempo, estas palabras de Jesús corren el riesgo de ser percibidas como las palabras de una persona débil, que ya no es capaz de responder sino sólo de sufrir. Y, de hecho, cuando miramos a Jesús ofreciéndose por completo en el madero de la cruz, esa es la impresión que podemos tener. Sin embargo, sabemos muy bien que el sacrificio en la cruz es fruto de una vida que parte de la frase “pero yo les digo”. Porque todo lo que Jesús nos ha dicho, acabó por asumirlo plenamente. Y asumiéndolo plenamente logró pasar de la cruz a la victoria. La de Jesús es una lógica que aparentemente comunica una personalidad perdedora. Pero sabemos muy bien que el mensaje que Jesús nos dejó, y que él vivió plenamente, es la medicina que este mundo necesita hoy con urgencia.
Ser profetas del perdón significa asumir el bien como respuesta al mal. Significa tener la determinación de que el poder del maligno no condicionará mi forma de ver y de interpretar la realidad. El perdón no es la respuesta del débil. El perdón es el signo más elocuente de esa libertad que es capaz de reconocer las heridas que deja el mal, pero que esas mismas heridas nunca serán un polvorín que alimente la venganza y el odio. Responder al mal con el mal no hace sino ampliar y profundizar las heridas de la humanidad. La paz y la concordia no crecen en el terreno del odio y de la venganza.
El pobre no elige ser pobre, pero quien está bien tiene la posibilidad de elegir ser generoso, bueno y lleno de compasión.
Ser profetas de la gratuidad exige de nosotros la capacidad de mirar al pobre y al necesitado no con la lógica del beneficio, sino con la lógica de la caridad. El pobre no elige ser pobre, pero quien está bien tiene la posibilidad de elegir ser generoso, bueno y lleno de compasión. Cuánto cambiaría el mundo si nuestros líderes políticos, en este escenario donde crecen los conflictos y guerras, tuvieran la sensatez de mirar a quienes pagan el precio de estas divisiones: los pobres, los marginados, los que no pueden huir porque no tienen medios.
Si partimos de una lectura puramente horizontal, es para desesperarse. Solo nos queda encerrarnos en nuestras murmuraciones, en nuestras críticas. ¡Y sin embargo, no! Somos educadores de los jóvenes. Sabemos bien que estos jóvenes, en nuestro mundo, están buscando puntos de referencia de una humanidad sana, líderes políticos capaces de interpretar la realidad con criterios de justicia y de paz. Pero cuando nuestros jóvenes miran a su alrededor, sabemos bien que solo perciben el vacío de una visión pobre de la vida.
Somos educadores de los jóvenes. Sabemos bien que estos jóvenes están buscando puntos de referencia de una humanidad sana, líderes políticos capaces de interpretar la realidad con criterios de justicia y de paz.
Nosotros, que estamos comprometidos con la educación de los jóvenes, tenemos una gran responsabilidad. No basta con comentar la oscuridad que deja una ausencia casi total de liderazgo. No basta con decir que no hay propuestas capaces de inflamar la memoria de los jóvenes. Corresponde a cada uno y cada una de nosotros encender esa vela de esperanza en esta oscuridad, ofrecer ejemplos de humanidad lograda en lo cotidiano.
De verdad, hoy merece la pena ser profetas del perdón y de la gratuidad.
Don Fabio Attard. Rector Mayor de los Salesianos
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – AGOSTO 2025