Un gran día misionero

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La visita del Rector Mayor al pueblo Bororo en la selva brasileña.

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Mis queridos amigos y amigas del Boletín Salesiano: les saludo desde Maruri, en el estado de Mato Grosso do Sul, Brasil

Estoy escribiendo este saludo casi como si fuera una crónica periodística, porque hace 24 horas llegué a este pueblo. Pero mis hermanos salesianos llegaron hace 122 años, y desde entonces, estamos en esta misión en medio de la selva y de campos, acompañando la vida de este pueblo indígena.

En estas mismas latitudes, peor en 1976 fue robada la vida de Rodolfo Lunkebein, salesiano, y de Simao Bororo, indio, con dos disparos de arma de fuego, a causa de “facendeiros” o grandes propietarios, que sentían que los salesianos de la misión estaban siendo un problema para que ellos pudieran hacerse de más propiedades en estas tierras que pertenecen al pueblo Boi-Bororo.

El primer bororo que llega a ser salesiano después de 122 años nos habla de la necesidad de dar tiempo a todo: las cosas no son como nosotros pensamos y queremos en nuestro mundo eficientista y pragmático de hoy.

Y ayer, aquí mismo, pudimos vivir muchos momentos sencillos: fuimos recibidos por la comunidad indígena a nuestra llegada, saludamos, celebramos la eucaristía dominical y  compartimos todos el arroz y la “feijoada”.

En la tarde me tenían preparado un encuentro con los líderes de las diversas comunidades. Estaban presentes algunas de las caciques, dado que en varias aldeas es la mujer quien tiene la última autoridad. Conversamos, me hicieron sus reflexiones y me presentaron algunas necesidades. 

Salesiano y Bororo

En uno de estos momentos un joven salesiano boi bororo tomó la palabra. Él es el primer bororo que llega a ser salesiano después de 122 años. Y esto nos habla también de la necesidad de dar tiempo a todo: las cosas no son como nosotros pensamos y queremos en nuestro mundo eficientista y pragmático de hoy.

Este joven salesiano habló ante su gente, su pueblo y sus líderes: Yo soy salesiano pero también soy Bororo. Yo soy Bororo pero también soy salesiano. Y lo más importante para mí es que nací en este lugar, que conocí a los misioneros, que escuché hablar de los dos mártires, Padre Rodolfo y Simao, y vi crecer a mi gente, gracias a que mi pueblo caminó junto con la misión salesiana y la misión caminó con mi pueblo. Sigue siendo lo más importante para nosotros, hacer camino juntos”.

Pensé qué orgulloso y feliz se sentiría Don Bosco al escuchar a uno de sus hijos salesianos miembro de este pueblo. Y al mismo tiempo les aseguré en mi intervención que queremos seguir caminando a su lado, queremos que hagan todo lo que puedan para seguir cuidando y salvando su cultura. Les dije que estaba convencido de que nuestra presencia les ayudaba pero también estoy convencido del bien que nos hace estar con ellos.

Estoy convencido de que nuestra presencia les ayuda, pero también estoy convencido del bien que nos hace estar con ellos.

Desde el inicio de nuestro camino como congregación, Don Bosco envió a los primeros misioneros a Argentina. Somos una congregación reconocida con el carisma de la educación y evangelización de los jóvenes, pero también somos una congregación y una familia muy misionera. Desde el inicio hasta hoy han sido más de once mil los misioneros salesianos y varios miles las hermanas Hijas de María Auxiliadora. 

Hoy, nuestra presencia entre este pueblo indígena tiene 1940 miembros y poco a poco sigue creciendo. Y ellos están en la periferia del mundo, pero el mundo a veces no entiende que tiene que respetar lo que son.

Hablé también con la matriarca, la más anciana de todos ellos, que vino a saludarme y a hablarme de su pueblo. Y después de una buena tormenta de lluvia torrencial, en el lugar del martirio, con mucha serenidad, nos sentamos a rezar el rosario en una bella noche de domingo. 

Estábamos muchos de los que representamos la realidad de esta misión: abuelas, abuelos, adultos, mamás jóvenes, bebés, niños pequeños, religiosos consagrados y laicos. Toda una riqueza en la simplicidad de esta pequeña partecita del mundo que no tiene ninguna fuerza, pero que son también elegidos del Señor como nos dice en el Evangelio.

Y sé que así seguiremos, si Dios lo permite, por muchos años, dado que se puede ser bororo e hijo de Don Bosco, y ser hijo de Don Bosco y bororo que ama y cuida a su pueblo y a su gente.

En la sencillez de este encuentro, hoy es un gran día para la vida compartida con los pueblos indígenas. Un gran día misionero.

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Cardenal Ángel Fernández Artime

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – ABRIL 2024

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