¿Y si nos equivocamos?

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Aprender de los errores y saber manejar la frustración también son parte del proceso educativo de chicos y chicas, dice la especialista Laura Lewin.

Por Ezequiel Herrero
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

Es necesario una nueva educación, donde además de trabajar el contenido les enseñemos a nuestros estudiantes a manejar el enojo, la frustración, la impulsividad, a relacionarse, a comunicarse… habilidades que son esenciales para esta nueva vida. Una vida que ya es diferente, donde las normas que gobiernan el mundo están cambiando…”: así entiende parte del desafío educativo actual Laura Lewin, profesora de inglés, referente en materia de gestión educativa, capacitadora y autora de numerosos artículos periodísticos y publicaciones entre las que se destaca su más reciente obra, La nueva educación, de editorial Santillana. 

Agrega: “¿Cómo hace una persona para adaptarse a un trabajo con home office si no desarrolló la autonomía y la autodisciplina previamente? En el contexto actual, donde tenemos treinta y cinco alumnos tienen que hacer lo mismo, al mismo tiempo y de la misma manera, es muy difícil desarrollar la creatividad. Ahí es donde tenemos que empezar a hablar de una nueva educación…”

En tu último libro proponés repensar y reformular el sistema educativo. ¿Qué tarea le corresponde en esa idea a docentes, a las familias y a los estudiantes?

Tenemos que aprender a descentralizar el aula. En vez de poner el foco en el docente, lo tenemos que poner en el aprendizaje. Tenemos que involucrar al alumno cognitiva y emocionalmente, y entender que él cumple un rol importantísimo y por eso tiene que estar implicado. Hay que desarrollar el compromiso, la responsabilidad, y sobre todo la curiosidad y las ganas de aprender. 

La familia, en primer lugar, tiene que inspirar a los hijos y cuidar sus pensamientos y creencias cuando no son positivas en relación al aprendizaje, a la escuela o a los docentes. Y sobre todo tiene que acompañar a los hijos. Y no es necesario saber Matemática o Historia, hay una ayuda más beneficiosa que tiene que ver con estar presentes, mirar las carpetas, preguntarles cómo les fue en el colegio, qué aprendieron, a quién ayudaron, quién los ayudó a ellos. 

“Cuando yo hago por mi hija algo que ella podría hacer por ella misma, le estoy diciendo: ‘como vos no podés, lo tengo que hacer yo’”

Las familias pueden acompañar también estando cerca por si necesitan algo, ver si se están por frustrar y ayudarlos a transitar esa frustración o enseñarles a gestionarla; enseñarles a pedir ayuda cuando la necesitan. Pero por sobre todas las cosas, es importante que la familia entienda que aún con las mejores intenciones, cuando sobreprotege a los chicos, les saca a ellos las ganas de superación. Cuando yo hago por mi hija algo que ella podría hacer por ella misma, le estoy diciendo: “Como vos no podés, lo tengo que hacer yo”. Y eso genera más frustración, más inseguridad.

Justamente, a veces con las mejores intenciones muchas familias sobreprotegen a sus hijos, esperando que no se frustren, pero, ¿qué aprende un chico cuando se frustra?

Yo quiero que mi hija se frustre, porque entiendo que cuando se frustra me da la oportunidad de darle herramientas para que aprenda que a través del esfuerzo y la perseverancia va a lograr lo que ella quiere. Cuando un chico se frustra, lo primero que tengo que hacer es validar esa emoción. Que yo no me frustre ante una situación parecida, no implica que mi hijo no tenga derecho a frustrarse.

Después lo que podemos hacer es tratar de distraerlo, para alejarlo de esa frustración. Si está haciendo los deberes y no le salen, cambiemos de tarea o salgamos a caminar un ratito. Y una vez que esa emoción salió de esa “montaña rusa”, ahí sí nos sentamos y pensamos: “¿Qué generó está frustración? ¿Ganaste algo poniéndote así? Si esto te vuelve a pasar, ¿qué harías diferente para manejarlo mejor?” Así ayudamos a los chicos a entender esa frustración, pero además a desarrollar hábitos o herramientas para poder manejarla.

¿Cómo podemos hacer para que la motivación de nuestros estudiantes vaya más allá de la nota, de aprobar o no una materia?

Tristemente, nuestro sistema educativo prioriza más la nota que el aprender. Ese es el dilema de siempre, aprobar o aprender. Entonces necesitamos empezar nosotros, los adultos, a cambiar nuestra cabeza y entender cuál es el verdadero sentido de la evaluación y de la nota. 

“Que yo no me frustre ante una situación parecida, no implica que mi hijo no tenga derecho a frustrarse”

Un chico que le va mal en un examen y puede capitalizarlo y le va mejor la próxima vez, es un chico que sin dudas entendió que en la vida a veces se gana y a veces se aprende. Ahora, si a mí me va bien sin esforzarme demasiado hay un logro, pero ese logro es vacío porque no hay un aprendizaje. Entonces lo que tenemos que hacer es enseñarle a los chicos no a competir con los compañeros, sino a competir con ellos mismos.

Después las consecuencias no las podemos manejar, pero uno aprende a dar lo mejor que tiene para dar y esa tranquilidad ya te ayuda. Y es importante enseñarles a los chicos a separar el resultado de su autoestima. Una cosa es que te vaya mal y otra cosa es que pienses que no servís. Ahí es donde tiene que estar el adulto ayudando a los chicos.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – ABRIL 2022

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