Los deberes del estudio

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El rendimiento escolar de los chicos y chicas depende de factores no siempre bajo el control o gusto de los padres. Sin embargo, son muchas las estrategias que se pueden utilizar para acompañarlos y favorecer su buen desempeño en las tareas.

La motivación para estudiar es algo que tiene que resolverse en primera persona. Ni padres ni maestros pueden “entrar en la cabeza” de sus alumnos y sustituir sus capacidades intelectuales. Cada uno tiene sus tiempos de desarrollo y sus formas ir resolviendo los desafíos que se le presentan. De todas maneras, los adultos pueden sostener y orientar la disponibilidad para aprender de otras maneras. Puede parecer algo repetido, pero es fundamental que los niños, adolescentes y jóvenes tengan una “cabeza bien formada”. Aquí presento algunas sencillas sugerencias para que los padres puedan ayudar a sus hijos en este desafío cotidiano.

1. Dar buen ejemplo. Uno o preferiblemente ambos padres, con su manera de vivir y realizar sus tareas cotidianas, tendrían que ser un buen ejemplo de la dedicación que esperan de sus hijos. Ellos tienen que ver a sus padres empeñados seriamente en sus actividades laborales, en casa o en el trabajo, y necesitan modelos de esfuerzo que sean atrayentes.

2. Proyectar y mantener un lugar adecuado para el estudio. En un mundo “ideal”, los hijos deberían tener su propio lugar para hacer las tareas. Cada hijo debería tener un rinconcito, por más pequeño que sea, para tener sus “útiles de trabajo”, que tienen que estar siempre limpios y ordenados.

3. Establecer horarios regulares para el estudio y hacerlos respetar. La regularidad es un elemento fundamental para educar en el buen uso del tiempo. Así como muchas personas dedican una buena parte de su jornada a la actividad física, los niños necesitan también momentos dedicados a ocupar la mente. Es importante ayudarlos a ordenar su tiempo, establecer prioridades y saber respetarlas, tanto en la escuela como en el uso del tiempo libre.

Uno o preferiblemente ambos padres, con su manera de vivir y realizar sus tareas cotidianas, tendrían que ser un buen ejemplo de la dedicación que esperan de sus hijos.

4. Hacer una alianza. En esta etapa de la vida, es muy importante que los adultos respeten la libertad de sus hijos, pero manifestando continuamente que están interesados por lo que ellos están haciendo o viviendo: “Sabés que estoy aquí, podés contar conmigo”; “estoy de tu parte, quiero ayudarte, darte consejos y escucharte. Dime cómo puedo hacerlo”.

5. Valoraciones y refuerzos positivos. Con la valoración y los elogios, los padres pueden ayudar a sus hijos a vivir su responsabilidad de estudiar de manera menos abrumadora. Es prudente valorar a los hijos delante de otros adultos: no hay que olvidar jamás que ellos, generalmente, saben que sus padres los quieren, pero no siempre están tan seguros de que los respetan o se enorgullecen de ellos delante de sus parientes y amigos. Los niños y adolescentes tendrán así la seguridad de estar haciendo cosas que son valoradas por las personas que más quieren. No está mal apoyar todo esto con incentivos y estímulos, incluso materiales. Es fundamental que los hijos comprueben que el esfuerzo siempre es reconocido y valorado.

6. Los padres, “entrenadores” de la mente de sus hijos. Muchas personas pagan entrenadores para hacer gimnasia y mantenerse físicamente en forma. En la medida de lo posible, los padres tienen que ser los “entrenadores personales” de la mente de sus hijos, estimulando su creatividad y su intuición: leyéndoles, incentivando la escritura, el dibujo, la música…

7. Curar las heridas psicológicas. Muchos niños y adolescentes cargan encima pesos inútiles y etiquetas pesimistas, sin llegar a descubrir realmente cuáles son las dificultades que tienen que enfrentar para poder terminar un trabajo. A menudo, pueden llegar a pensar que tienen alguna dificultad que no pueden manejar. Conozco muchos niños que se convencieron a sí mismos que son haraganes, aunque ningún adulto los haya acusado jamás de serlo. Estos “autodiagnósticos” negativos son muy desestimulantes y, a menudo, causan graves complicaciones. Ayudar a un niño a comprender sus propios problemas evita que comience a caer en una espiral de errores y en problemas de autoestima que le traerán sufrimientos inútiles.

Conozco muchos niños que se convencieron a sí mismos que son haraganes, aunque ningún adulto los haya acusado jamás de serlo. Estos “autodiagnósticos” son muy desestimulantes y, a menudo, causan graves complicaciones.

8. Procurar limitar los efectos negativos de la presión social de los pares. En general, las amistades son positivas para el crecimiento y el desarrollo de los niños y adolescentes, pero a veces también pueden dificultar o llegar a impedir su expresión individual. La influencia de los pares puede llevar al conformismo o a una excesiva uniformidad, y puede empujar a la mediocridad a quien tiene una excesiva necesidad de ser aceptado y querido. Para muchos, el límite entre la amistad y la sumisión al grupo es muy frágil.

9. Desarrollar una mentalidad proyectual. Creer que es posible obtener resultados útiles y gratificantes cuando las propias acciones se planifican bien y a largo plazo. Significa, sobre todo, proponerse concretamente metas atrayentes y apuntar a alcanzarlas con esperanza y optimismo. El pesimismo es un enemigo letal para todo rendimiento escolar.

Por Bruno Ferrero, sdb

Boletín Salesiano – Agosto 2016

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