A 150 años del primer envío, desafíos y oportunidades de la experiencia misionera salesiana.

Por Valentina Costantino y Ezequiel Herrero
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Hace 150 años Don Bosco se encontraba planificando con lujos de detalle lo que sería la primera expedición salesiana a América. Por un lado, convocaba a los salesianos que emprenderían el desafío de cruzar el océano y establecía las tareas y las responsabilidades que cada uno de ellos tendría al momento de llegar a destino. Por otro lado, intercambiaba cartas con el Commendatore Juan Bautista Gazzolo, cónsul argentino en Savona, y con el párroco de San Nicolás, padre Pedro Ceccarelli, a fin de organizar el alojamiento y las necesidades de los misioneros que se avecinaban a una tierra de la que poco se conocía, con desafíos para esos jóvenes que se alejaban de Don Bosco y de sus hogares, posiblemente para siempre.
Nos encontramos a un siglo y medio de aquel primer viaje. El primero de ciento veinte envíos misioneros hasta nuestros días. La pasión misionera no sólo sigue creciendo y expandiéndose por todo el mundo, sino que presenta nuevos desafíos que nos invitan a pensar y a reflexionar cómo seguimos, necesitamos y deseamos transmitir el Evangelio. Y por qué elegimos hacerlo al “estilo salesiano”.
Modelos de misión
Durante el mes de mayo se realizó el Congreso Misionero Salesiano Americano en la Casa El Cenáculo-La Montonera en Pilar, provincia de Buenos Aires. Allí, la Universidad Politécnica Salesiana de Ecuador, la Casa Salesiana de Educación Superior –Instituto Superior Juan XXIII y Universidad Salesiana de Argentina–, y las Inspectorías Salesianas de Argentina Norte, de Argentina Sur y de Ecuador, organizaron una serie de ponencias a fin de relanzar iniciativas misioneras.

Entre los participantes hubo destacados misioneros y misioneras con amplias trayectorias y experiencias diferentes que en el intercambio ayudaron a pensar el pasado, el presente y el futuro de la acción misionera salesiana. El padre Heriberto Cabrero Reyes –de la Universidad Católica Silva Henríquez de Chile– compartió su experiencia como misionero durante veintinueve años en la isla Mauricio, cercana a Madagascar, en África. “Ser misionero es llevar una Buena Noticia y anunciar la alegría de haber encontrado a Jesucristo”, expresa, y enfatiza en que existen diferentes modelos o concepciones de la misión. Antiguamente –y aún hoy en algunos espacios– la misión se percibía como una forma de “civilización”, se buscaba imponer un modelo cultural, y no solamente evangelizar con el Evangelio. Por ejemplo, esto fue en gran parte lo que ocurrió en América Latina con la llegada de la oleada migratoria europea a fines del siglo XIX y principios del XX, y cómo marcó a quienes ya habitaban estas tierras con su cultura y sus creencias.
“La misión significa salir, y no necesariamente a otra tierra, sino salir de uno mismo en los propios modos de ver, vivir y concebir las cosas”.
Ya en el siglo XX, en especial a partir del Concilio Vaticano II, aparecen otros modelos que buscan establecer una relación con la cultura existente a través del diálogo, el respeto y el enriquecimiento mutuo. Esta es la mirada que comparte la hermana Silvia Dupont, hija de María Auxiliadora que hace años se encuentra en Ruca Choroy, Neuquén, acompañando a la comunidad mapuche. “La misión significa salir, y no necesariamente a otra tierra, sino salir de uno mismo, de los propios modos de ver, vivir y concebir las cosas”, comparte.
Por su parte, el padre Domingo Bottasso, salesiano italiano que desde 1960 se encuentra misionando en Ecuador y desde 1984 vive con la comunidad achuar, coincide en que el intercambio de culturas lo ayudó a “tener otra perspectiva de la vida” y el haber transmitido el Evangelio “hasta donde ellos lo aceptaban, fue un aporte positivo”. También afirma que, si bien muchos consideran que al compartir cultura con pueblos originarios los estamos “dañando” o “desestructurando”, la comunidad achuar se siente agradecida por la presencia de los misioneros y cómo la misma ha ayudado a disminuir las guerras y la violencia entre el mismo pueblo. “El Evangelio no va a oprimirlos, sino que les dará la posibilidad de una vida mejor, de una vida más humana entre ellos”, sostiene.
Claves de aprendizaje
Cuando los primeros misioneros llegaron a la Patagonia se encontraron con una realidad diferente a la que se imaginaban desde el otro lado del océano. El padre Walter Paris, doctor en Historia y autor del libro “El imaginario de los misioneros salesianos”, publicado por Ediciones Don Bosco Argentina, señala que “los misioneros vinieron con toda la idea de la ferocidad indígena que se les había transmitido. Eso era lo que se comunicaba y por eso se buscaba civilizar”. Sin embargo, cuando llegaron a la Patagonia, “vieron que los indígenas que cruzaron eran amables y los recibieron amablemente. Se encontraron con disponibilidad, con apertura”. Los salesianos no eran los únicos que tenían algo por transmitir. Pronto lo comprendieron y eso sigue siendo fundamental en la misión actual.
“Es importante aceptar que, en muchas cosas, ellos son más expertos que nosotros: para resolver sus problemas, para corregir a sus hijos, para orientar a los jóvenes…”.
Entre todas esas enseñanzas, la hermana Silvia Dupont destaca el respeto por el tiempo y los ciclos en sus modos y formas; el cuidado de la tierra y el cuidado de lo común; el valor de la espiritualidad más reservado e individual y la fortaleza y la alegría de la mujeres: “No es que no exista el sufrimiento, pero tienen una fuerza interior que nosotros llamamos espíritu santo”, aclara.
El padre Domingo Bottasso admira la resiliencia con la que los shuar enfrentan la vida, y su capacidad de superar situaciones difíciles con positividad y con alegría, en la búsqueda de la luz: “Es importante aceptar que en muchas cosas ellos son más expertos que nosotros: para resolver sus problemas, para corregir a sus hijos, para orientar a los jóvenes…”.
“No siempre hay que tener la primera palabra, al principio hay que escuchar mucho y hablar poco”.
Por su parte, el padre Cabrero Reyes destaca tres características fundamentales para la idea de misión. En primer lugar, está la presencia silenciosa:“No siempre hay que tener la primera palabra, al principio hay que escuchar mucho y hablar poco”. La segunda es el testimonio coherente. Hay países o culturas donde la gente no necesariamente se va a “convertir”. Entonces “allí tenemos que ser sembradores de esperanza y no ‘hundir’ más a la gente”. Y la tercera es el diálogo abierto a través de la escucha sincera y de “ponerse en el lugar del otro sabiendo que nunca podré estar en su lugar”. Tres claves de aprendizaje.
Buscar a Dios en la realidad
Tenemos claro que la misión será diferente en cada región según las necesidades y realidades que presenten. Pero, ¿cuáles son los desafíos y oportunidades en América Latina?
Como hijos de Don Bosco, los jóvenes serán siempre una prioridad en la misión. El padre Heriberto menciona principalmente a quienes sufren adicciones y se encuentran en situación de vulnerabilidad. Luego, la apuesta por la formación profesional, fundamental para permitir a los jóvenes con dificultades económicas tener acceso a una profesión y a un trabajo. Por otra parte, intervenir en la discriminacion que atraviesan muchos jóvenes pertenecientes a la comunidad LGTB+. Y por último, prestar una especial atención al mundo digital, especialmente a la Inteligencia Artificial, teniendo en cuenta que no solo es una herramienta o instrumento, sino un fenómeno mucho más grande del que no podemos estar ausentes.
La misión obliga a salir de la zona de confort. “Está bueno juntarse con aquellos que pensamos parecido, pero para unir fuerzas hay que salir a las periferias”, comparte la hermana Silvia Dupont. De esta manera nos encontramos a quienes no comparten los mismos pensamientos o no coinciden con los modos de realizar las cosas, pero sí en un mismo deseo. Eso es parte de la interculturalidad: compartir conocimientos para enriquecer la misión. Además explica que ser misionero es “estar contínuamente en movimiento porque se trata de buscar a Dios en la realidad actual, que tiene rasgos del antes, pero que también se actualiza en el hoy, con cosas que se van viviendo”.
Por último, encontrar a Dios en la realidad actual requiere detenerse en momentos de la vida cotidiana y dedicar un tiempo a la reflexión y a la oración. El padre Domingo Bottasso recuerda su visita a una comunidad para celebrar la misa. Cuando llegó, se encontró con dos grupos que tenían problemas y se habían enfrentado. “Me senté delante de la capilla y pensé ‘me parece que no es el ambiente para celebrar la misa’. Me quedé callado ahí, hasta que un hombre se acercó y me dijo: ‘Padrecito, ¿le puedo decir algo? Dios es grande, y somos humanos. ¡Celebre la misa nomás!’. Y así lo hice”, concluye.
¿Cuáles son las claves que debemos tener en cuenta para entender y revitalizar hoy el impulso misionero que animó a los salesianos hace 150 años?
“Soñamos una misión audaz y fiel”
Por: Francisco Chimento sdb, delegado del campo misión de la Inspectoría de Argentina Sur
La primera clave para entender y revitalizar hoy el impulso misionero que animó a los salesianos hace 150 años nos la regaló el papa Francisco “…mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”, para así poder “despertar al mundo, ser expertos en comunión y salir de nosotros mismos para ir a las periferias existenciales” –mensaje que el Papa Francisco emitió por el Año de los consagrados 2015–2016.
La segunda clave para corazonar nos la ofrece el hoy cardenal Fernández Artime, al presentar el Aguinaldo 2025 y la invitación a los 150 años del primer envío misionero de los salesianos: “Anclados en la esperanza, peregrinos con los jóvenes”. En este 2025 tenemos que reconocer, repensar y relanzar la Misión. Por lo tanto:
Reconocer consiste en analizar y revisar la historia. Pedir perdón, perdonar con el compromiso de reparar. Revisar la historia de la misión también nos ofrece la posibilidad de dar gracias a Dios por el don de la vocación misionera que permite hoy a los hijos de Don Bosco y a su familia llegar a los jóvenes pobres y abandonados.
Repensar es profundizar la misión hoy, convirtiéndola en una oportunidad y una ocasión para reflexionar y desarrollar una visión renovada de las misiones salesianas a la luz de los nuevos desafíos y perspectivas misionológicas.
Relanzar es mirar el futuro discerniendo y consensuando la Misión. ¡Porque no sólo tenemos una gloriosa historia que recordar y por la que estar agradecidos, sino también una gran historia por construir! Miramos al futuro con celo misionero y renovado entusiasmo para llegar a más jóvenes pobres y abandonados, a sus culturas y sus contextos.
La tercera clave para servir y cuidar nos la brinda el Congreso Misionero Salesiano Americano en su Pronunciamiento –realizado en Pilar, Bs As, Argentina del 19 al 22 de mayo del 2025–. El Espíritu ha soplado fuerte en esos días y nos ha hecho preguntarnos juntos, como familia salesiana: ¿cómo y dónde estamos llamados a vivir la misión hoy?
Sentimos con fuerza que misionar hoy no es repetir moldes, sino corazonar la vida, discernirla desde el encuentro, inculturando la fe y habitando los espacios con respeto, audacia y ternura. En este camino, la sinodalidad se vuelve estilo, no uniformidad, sino unidad en la diversidad. La interculturalidad no es un recurso que se aplica, sino un modo de vivir, una manera de estar y de dejarse transformar. Nos moviliza la persona de Jesús, su envío y sus gestos que tocan la carne herida del mundo como Buen Samaritano. Su propuesta de vida plena nos impulsa a soñar una sociedad más justa, desde el Evangelio encarnado y desde la espiritualidad de Don Bosco, que nos enseñó a mirar el rostro de los jóvenes y los pobres como lugar teológico. Queremos pasar del “todos, todos, todos” al “salir, salir, salir”.
Soñamos una misión audaz y fiel. No queremos quedarnos en las ideas. Soñamos con una familia salesiana que no tema salir, que se deje interpelar, que se forme y se transforme, y que camine con otros, tejiendo juntos una historia de salvación.
“Todos somos discípulos misioneros”
Por: Juan Pablo Tobanelli sdb, delegado del Campo Misión de la Inspectoría de Argentina Norte
Las crónicas de aquellos días narran que el envío de la primera expedición misionera salesiana hizo “vibrar” al Oratorio de Valdocco y, si bien había un grupo que eran los misioneros, me gusta pensar que todos, de alguna manera, se sintieron misioneros. En nuestro tiempo, el Documento de los Obispos en Aparecida, en 2007, nos regaló la expresión de que cada bautizado y bautizada es “discípulo misionero”, expresión con “rostro” latinoamericano que el papa Francisco luego extendió a toda Iglesia en su Evangelii gaudium de 2013. Y aquí, otro punto: hasta hace un tiempo se entendía que había “lugares geográficos” de misión, lo que hacía que muchos de nosotros, al no estar en ese lugar, no nos sintiéramos misioneros o “tan” misioneros. Hoy la misión no se entiende solamente en términos “geográficos” –que siguen siendo reales y necesarios– sino también en las diversas situaciones donde se pueda llevar de muchas y creativas maneras la luz del Evangelio, pero ante todo con mi testimonio. Entonces ser “discípulos misioneros” de alma.
Y creo que aquí hay otra clave. En la expresión de Francisco sobre ser “misionero de alma”, que encontramos en su última encíclica “Dilexit Nos”. Desde los primeros días como Obispo de Roma, él hablaba de que se podía ser enfermera de alma, docente de alma, político de alma… sintiendo que la misión es un don y una tarea que “toma la vida por entero”, porque es Jesús y su Reino en mi vida y “por Él, con Él y en Él” intentamos transmitir ese amor que nos cambió la vida. Así, por ahí podemos pensar que los misioneros que vinieron hace 150 años no esperaron a que le dijeran “acá tenes estos chicos, estas personas…” para “iniciar” su tarea, sino que les habrá “brotado” desde dentro, se les habrá notado en sus rostros esa misión que querían llevar adelante, incluso en el mismo barco que los traía a estas tierras.
Otra clave que me resuena mucho trayendo al presente la misión de hace 150 años es este sentido de comunidad, que tanto se vivía en Valdocco y se vive en nuestras casas salesianas, esa “ecología” que es un ambiente salesiano de vida, cuidado, de crecimiento para tantas personas. Por eso, intentar llevar la misión en comunidad, “no caminar solos”. Quizás también por aquí empiece la misión.
Hoy, en cada expedición misionera salesiana que parte de Valdocco vemos a muchos salesianos jóvenes que, después de hacer los años de posnoviciado o de tirocinio, son enviados por el Rector Mayor como misioneros, dejando su patria, sus familias, su Inspectoría, para responder con audacia y generosidad a la misión salesiana. Esto para mí es un gran testimonio de fe y de consagración religiosa. También son para mí un gran testimonio tantos jóvenes que en las vacaciones de enero y luego de haber hecho un camino de crecimiento y discernimiento participan como voluntarios misioneros salesianos en los oratorios de nuestra Inspectoría. Detrás de esto hay comunidades que los reciben y cuidan, otros jóvenes que comparten, una misión por la cual trabajar y rezar, digamos que mucha vida. Es así: “¡las palabras mueven, pero el testimonio misionero de estos jóvenes arrastra!”
La misión en comunidad
Por: Catalina Readon fma, coordinadora del equipo del ámbito de la Inspectoría Laura Vicuña
Es fundamental la capacidad de mirada del Reino, porque el Reino ya está presente en nuestras tierras de misión. Una clave es agudizar la mirada y el oído por donde el Espíritu vive y obra entre la gente a la que vamos. Porque vamos a la misión y la realizamos en comunidad, la clave aquí es ser, con otros, comunidad de hermanos y hermanas que comparten lo que han visto y oído entre la gente como signos del reino ya presente y le piden juntos al Espíritu el don de la oportunidad en la intervención, en la propuesta.
Por otro lado, alentar los brotes del Reino, sumar a lo que hemos descubierto como comunidad en un “es por ahí”, apoyar la vida que existe por donde se manifiesta la presencia del Dios de la vida, confianza y paciencia en los procesos de crecimiento, aunque sean lentos a nuestros ojos, alegría y paz con la seguridad de ser colaboradores de Jesús.
Un joven que descubre su ser misionero le puede regalar a la comunidad su estar entre otros jóvenes compartiendo su tiempo, sus talentos, facilitando los vínculos de amistad con ellos y con los demás de la comunidad. También puede potenciar lo bueno que va descubriendo, animar a quien se siente que no puede, que no sabe, testimoniar su experiencia de Dios con la alegría, la presencia en la oración y la generosidad en el servicio.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – AGOSTO 2025