¿Y por qué no ser como Don Bosco?

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Son jóvenes, tienen historias y sueños, pero sobre todo la certeza de querer dedicar toda su vida en favor de los demás.

Juan Cruz Valenzuela e Ignacio Eyquem, comparten la charla y el mate durante un recreo del estudio.

Por Juan José Chiappetti y Valentina Costantino
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

Muchos jóvenes en Argentina y en América Latina desarrollan cotidianamente propuestas y trabajos al servicio de los demás. Sin embargo, en la mayoría de
los casos se trata de actividades puntuales, que se extienden por un tiempo determinado. Dedicar la vida a trabajar por los que menos tienen, en nombre de Jesús, parece un objetivo ambicioso e incluso extraño en tiempos de cambios constantes, de popularidades efímeras, y de hipermediatización.

Juan Cruz Valenzuela, Ignacio Eyquem y Ezequiel Varela son algunos de los jóvenes que se animaron a tomar esta opción y durante el año pasado profundizaron su formación como salesianos en el posnoviciado Miguel Rua, ubicado en la ciudad de Córdoba.

No son los únicos, allí compartieron sus días con otros jóvenes provenientes de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay.

“Venimos de todas partes…”

Ezequiel, es el menor de tres hermanos y si bien sus padres siempre estuvieron vinculados a la Obra Salesiana de Tucumán, sus intereses en la adolescencia pasaban por el deporte. Sin embargo a los 17 años participó del
bicentenario del nacimiento de Don Bosco en Buenos Aires. Fue tan significativa esa experiencia que se decidió a comenzar un proceso de discernimiento y sumar se a otras experiencias juveniles, que paulatinamente lo llevaron a emprender la formación como salesiano.

Ignacio, es oriundo de Chile; allí cursó sus estudios secundarios y comenzó a pensar en la decisión de consagrar su vida al servicio de otros jóvenes. Sin embargo, en un principio le sugirieron tomarse más tiempo para reflexionar sobre la decisión: “Fue como una espina en la espalda. Yo venía lleno de sueños, de ilusiones, con muchas ganas y me dijeron que sería interesante que pueda crecer en algunos aspectos”. Entonces comenzó a estudiar Historia. Sin embargo las actividades pastorales seguían ocupando gran parte de su tiempo. “Eso me hizo pensar mucho en por qué le daba tanta importancia” y conversando con la misma persona que ya lo venía acompañando, decidieron que lo mejor era comenzar la formación como salesiano.

Juan Cruz, recuerda: “Venía charlando con un salesiano, e intuía que las preguntas que iba teniendo necesitaban tomar profundidad. Entonces, él me ofreció la posibilidad de hacer una experiencia distinta donde las preguntas pudieran tomar esa profundidad”. En su caso conoció la obra de Don Bosco a partir de los grupos juveniles, cuando tenía 9 años. Una amiga invitó primero a su hermana y él la vio volver tan contenta de esa experiencia que no quiso perdérsela.

“…Queremos vivir alegres”

Al igual que muchos otros jóvenes Juan Cruz, Ignacio y Ezequiel están repletos de sueños, proyectos y también de dudas, que los ayudan a reflexionar los próximos pasos, pero no los detienen.

Cuando me sueño como salesiano, me sueño como una persona ‘común y corriente’, que ha elegido amar con todo su ser, de manera radical, sin límites, sintiendo mucho, sufriendo a veces, pero a fin de cuentas muy contento”, reflexiona Ignacio sobre su elección.

«Me sueño como una persona común y corriente que, a pesar de todo, pueda estar siempre alegre«, Ignacio.

«Me gustaría ser un salesiano que pueda estar todo el tiempo aprendiendo de Dios, de los hermanos, de los jóvenes y de los pobres –comparte Ezequiel– Me gustaría vivir así, tratando de renovar siempre la consagración al Jesús de Don Bosco”.

Claro que una elección tan profunda requiere de algunas renuncias y no siempre es fácil, pero Juan Cruz no duda al afirmar: “Para mí lo más rico que me regaló la congregación es la posibilidad de compartir con la gente, los vínculos. Son vínculos que me hablan de la presencia de Dios en mi vida, y eso es todo regalado, ahí no perdés nada, al contrario, siempre ganás”. Ignacio completa: “Cuando uno ve a las personas siendo capaces de amar, le comparten a uno las ganas de amar o de sentirse amado. Y buscar el amor no
es otra cosa que buscar a Dios
”.

Hacer bien lo de todos los días”, era una de las frases que Don Bosco solía compartir con sus muchachos. Y algo de eso es lo que se intenta vivir en el posnoviciado, donde los días se reparten entre el estudio, las tareas cotidianas propias de toda casa, las actividades pastorales y la oración.

“Con toda el alma y toda la voz”

Las experiencias de fe también juegan un rol central en la vida cotidiana y en las decisiones que van tomando estos jóvenes. «Cuando uno se encuentra con la figura de Jesús a través de Don Bosco y de los jóvenes, sobre todo los más pobres, a mi se me hace imposible pensar la fe desde otro lado”, afirma Ezequiel.

Juan Cruz coincide con su compañero y afirma: “Podemos decir que Don Bosco agarró la Biblia y subrayó algunas palabras. Nosotros intentamos seguir esas palabras que subrayó Don Bosco en el Evangelio”.

En el camino que emprendieron Juan Cruz, Ignacio y Ezequiel todavía queda mucho por delante: “Me gusta pensar que la vida es positiva, que soñar las cosas no es solamente una utopía, sino que realmente se pueden hacer realidad y me gusta mucho lograr que los chicos no pierdan esa capacidad de soñar, que es lo que nos mantiene vivos siempre”, concluye Ignacio.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MARZO 2023

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