Los hermanos de Don Bosco

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Juan, José y Antonio eran muy diferentes entre sí, pero sus historias están entrelazadas y conocerlas nos ayuda a entender las opciones de cada uno.

Por Arthur J. Lenti, sdb *

En 1817, la familia de Juan Bosco se mudó a la “casita” de I Becchi que hasta el día de hoy se conserva en pie. En ese momento, estaba formada por Margarita Occhiena Bosco, de 29 años, su suegra Margarita Zucca, de 65 años, y tres jóvenes “Bosco”: Antonio José, José Luis y Juan Melchor de 9, 5 y 2 años, respectivamente.

Los tres muchachos eran muy distintos. Juan era vivaz, perspicaz, fantasioso, emprendedor, con un gran deseo por descubrir y aprender… parecía que hubiese nacido para ser un líder. En cambio, su hermano José esencialmente era muy sociable. Salvo alguna ocasión, en que se mostró testarudo, en general era gentil y de modales dulces, paciente y reservado. Lo contrario de Antonio, el hijastro de Margarita, que parecía problemático desde el comienzo.

Antonio Bosco, el “hermanastro” de Don Bosco (1808 – 1849)

Francisco Bosco, quedó viudo con un hijito de tres años el 16 de junio de 1811. Con Margarita Occhiena de Capriglio, tuvo otros dos hijos, José y Juan, y el mismo Francisco murió en el mes de mayo de 1817. Antonio, con sólo 9 años, se encontró huérfano de padre y madre

Creció y se mostró difícil. Se le describió como desobediente e irrespetuoso hacia su madrastra, a pesar de la dulzura y la atención que ella le demostraba. Después lo vemos obstinado y en contra de la dedicación de Juan al estudio. Ambos tenían un carácter incompatible, que creaba tensión en sus relaciones. Parece que después de la muerte de la abuela Margarita Zucca, en 1826, Antonio de 18 años, se volvió más chocante. Por otro lado, era el que llevaba el peso mayor del trabajo agrícola. La preocupación de que el conflicto de la casa se tornase más serio y peligroso convenció a Margarita a enviar a Juan a trabajar como aprendiz en una finca cercana.

Antonio firmó con su nombre el certificado de nacimiento de su último hijo —como se requería desde 1842—, por lo tanto, no era del todo analfabeto. Esa imagen que podemos tener sobre Antonio como un ser tosco e ignorante, habría que revisarla.

Después de la división de la propiedad familiar, el 22 de marzo de 1831 Antonio se casó con Anna Rosso de Castelnuovo, con la cual tuvo siete hijos. Son los sobrinos de Don Bosco de parte de su hermanastro. No sabemos cómo Antonio pudo mantener a su familia con los pequeños pedazos de terreno que había heredado: probablemente trabajó también como jornalero. En todo caso, su familia debe haber vivido estrechamente.

Poco a poco los descendientes de Antonio y de José abandonaron I Becchi. Entre 1891 y el 1926 sus propiedades allí fueron vendidas o donadas a los salesianos. Sus porciones de terreno alrededor de la casita fueron donadas en 1919 por los herederos de Antonio y en 1926 por los herederos de José. Desde 1929, el centro histórico que abarca la casita, la casa del hermano José y la casa de Cavallo-Graglia, y gran parte de la colina, incluida la propiedad Biglione, pasó a los salesianos. El Rector Mayor, Don Felipe Rinaldi, proyectaba transformar la colina entera en un santuario en vista de la beatificación de Don Bosco en 1929.

La pequeña casa construida por Antonio frente a la “casita” fue demolida en 1915 para dejar espacio al santuario de María Auxiliadora, levantado entre 1915 y 1918, para conmemorar el centenario del nacimiento de Don Bosco y la festividad de María Auxiliadora.  

Podría pensarse que ambos hermanos no hayan nunca retomado contacto entre ellos después de 1831. Esto no responde a la realidad. En efecto, con el tiempo lo más probable es que se hayan acercado. Antonio iba a menudo al Oratorio para visitar a su mamá Margarita y a “Don Juan”. 

Con el tiempo lo más probable es que se hayan acercado. Antonio iba a menudo al Oratorio para visitar a su mamá Margarita y a “Don Juan”. 

Antonio murió casi repentinamente, el 18 de enero de 1849, tan sólo después de un malestar que parecía poco peligroso. Don Bosco estaba por viajar a I Becchi cuando recibió la triste noticia. Juan Bosco no dejaba escapar ocasión para demostrarle su afecto sincero hacia Antonio. Muerto éste, él se preocupó solícitamente de sus hijitos. A uno de ellos, llamado Francisco, lo recibió en el Oratorio y lo encaminó a trabajar como carpintero y llegar a ser un buen cristiano. Otro, que permaneció en I Becchi, recibía ayuda de don Bosco en caso de necesidad. 

Don Bosco afirmó haber soñado con Antonio entre 1831 y 1832, igual que en 1876. De ahí se evidencia que él no tenía rencores hacia su hermanastro. A pesar de esto, en la tradicional biografía salesiana Antonio es recordado negativamente, aunque en las Memorias biográficas, Juan Bautista Lemoyne lo describe con un elogio.

José Bosco, el hermano querido (1813-1862)

José es el sujeto principal de varios episodios narrados en las Memorias biográficas. Aparece como un niño tímido, amable y, a veces, obstinado: “José, de espíritu dulce y tranquilo, era todo bondad, paciencia y cautela, seguía con gusto la condición paterna; pero tenía una mente sutil, para sacar ventajas de cada cosa, aún de aquellas que parecerían poco útiles: de manera que habría sido un experto comerciante, si no hubiera amado la vida pacífica del campo”.

Ambos hermanos eran muy cercanos entre sí. José, si bien sufría a veces la estrechez económica, nunca le pidió nada a Juan, aunque éste le demostrara sus agradecimientos. Para permitirle que estudiara con Don Calosso, José le prometió que reemplazaría en el trabajo de la finca. Cuando se dividió la propiedad de la familia, decidió quedarse con Juan y con Mamá Margarita. 

En los años en que Don Bosco frecuentaba la escuela en Chieri o estaba en el seminario, él acompañaba a su madre a visitarlo. Cedió parte de su herencia para demostrar en la Curia que Juan poseía un patrimonio necesario para entrar en las Órdenes mayores. Don Bosco tuvo hacia su hermano mayor una total y afectuosa confianza, tanto en las buenas como en las malas, y con él formaba un solo corazón y una sola alma. 

José iba varias veces al año a Turín y se alojaba en el Oratorio un tiempo, según sus posibilidades. Su propósito era disfrutar de algunas horas de la compañía de Juan y de Margarita, que se ponía muy contenta de ver a su hijo primogénito. La buena madre tenía motivos para querer a este hijo. Él era profundamente religioso, diligente y afectuoso padre de familia, de corazón generoso y caritativo, y aunque tenía numerosos hijos, sentía como propios a los jóvenes del Oratorio.

Cada año, en tiempo de cosecha, se sentía contento si podía enviar al oratorio provisiones de comestibles, e iba en busca de parientes y amigos para convencerlos que donaran nueces, maíz, papas, uva y enviarlas al Oratorio en un carro. 

Un día, al ir al mercado de Moncalieri para comprar dos terneros, pasó por Valdocco a visitar a su hermano. Vista la penuria en que se encontraba el Oratorio, que en ese mismo día debía pagar una elevada deuda, sacó su billetera y le dijo a Don Bosco: 

— “Vine para gastar 300 liras en la feria de Moncalieri, pero veo que tus necesidades son más urgentes que las mías. De todo corazón te cedo lo que tengo”

“¿Y tú?” , dijo Don Bosco con lágrimas en los ojos.

“Esperaré otra ocasión”.

“¿No será mejor que tú me des esto como préstamo?  Apenas pueda yo te lo devolveré”.

“¿Y cuándo vas  a encontrar este dinero, Juanito? Siempre estás lleno de deudas. No, no. Te los doy y basta”.

Cuando José aparecía en el Oratorio, todos los jóvenes iban a su encuentro con afecto y confianza, como a un padre. Lo llamaban “el tío José”, pues su semblante era parecido al de Don Bosco, pero de estatura un poco más grande. Su aspecto manifestaba la bondad de su gran corazón.

A menudo lo invitaba a darles las “buenas noches” a los jóvenes desde la cátedra que él mismo utilizaba. José, por ser un simple campesino, se resistía, pero al final aceptaba. Les hablaba en dialecto piamontés y lo escuchaban con inmenso placer. 

El 18 de marzo de 1833 José se casó con María Calosso (1813-1874). Tuvieron diez hijos. De los varones, sólo dos alcanzaron la mayoría de edad: Francisco fue el último en llevar el apellido Bosco; y Luis no se casó, y provocó varios problemas a Don Bosco por su modo de vivir “poco ejemplar”. En 1839, José volvió a I Becchi, donde con sus ahorros y otros préstamos, se construyó una bella y hermosa casa delante de la antigua “casita”. 

Durante el período inicial del Oratorio, entre 1844 y 1846, Don Bosco iba cada tanto a I Becchi para descansar. En el verano-otoño de 1846, para reponerse de la gran enfermedad que lo llevó a un paso de la muerte, pasó más de tres meses en familia. En la casa de José siempre hubo un cuarto a su disposición en el extremo derecho del segundo piso, al costado de los cuartos de dormir de la familia.

En 1848 se abrió una puerta en la parte oeste de la casa y un cuarto, con la aprobación del vicario general de Turín, fue preparado como capilla y bendecida el 12 de octubre por don Pedro Antonio Cinzano, párroco de Castelnuovo. Dedicada a la Virgen del Santo Rosario, fue el “primer” santuario en la historia de I Becchi, y llegó a ser centro devocional del lugar y meta de peregrinaciones para los muchachos del Oratorio. Aquí Miguel Rua recibió su sotana en 1852, y dos años después Domingo Savio encontró allí a Don Bosco por primera vez. En 1848, en ocasión de la bendición de la capilla, Don Bosco trajo consigo a dieciséis muchachos. Esa excursión se considera como el primer “paseo otoñal” de los chicos del Oratorio, que prosiguieron cada año hasta 1864. 

José era un excelente “asistente”. Controlaba a los muchachos para que no fueran por las campiñas o las viñas de otros dueños. Y era obedecido, aunque más de alguno caía en la infracción a sus órdenes. Una mañana de un domingo, vio a un muchacho en el patio, y le reprochó haber ido por otros viñedos. El muchacho lo negaba, pero él con su despierta sonrisa le replicó: “¿No te das cuenta que contigo había un espía? ¿No ves la hierba que quedó pegada en sus pantalones?”

José estuvo junto a la cama de Mamá Maragarita el 26 de noviembre de 1856. Escuchó sus últimas palabras y los consejos; después de su fallecimiento, Don Bosco informó que dejó su cuarto a pedido de la misma madre. Poco después de haber muerto la mamá, José se enfermó de pulmonía durante una visita al Oratorio. Don Bosco rezó a la Virgen por su mejoría y José se reestableció y pudo volver a I Becchi.

Lemoyne cuenta que José tuvo una premonición de su propia muerte, cuando fue al oratorio para confesarse y hablar con Don Bosco de “cierto problema”. Vuelto a la casa, arregló sus cosas como si fuera inminente su muerte, aunque se sentía en perfecta salud. Una semana más tarde se enfermó. Don Bosco corrió donde él. El 12 de diciembre de 1862, José murió en los brazos de su hermano.

* Publicado originalmente en el Boletín Salesiano de Italia

BOLETÍN SALESIANO – MARZO 2022

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