El mensaje del Papa Francisco tras su visita a Papúa Nueva Guinea.
El Papa Francisco se encuentra realizando su 45º Viaje Apostólico, el más largo de su pontificado, entre Asia y Oceanía. Tras los primeros días en Indonesia, el país islámico más grande del mundo, Francisco hizo una parada en Papúa Nueva Guinea, donde fue recibido en el Santuario de María Auxiliadora de Boroko.
Allí se celebró un encuentro con los Obispos de Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas y catequistas. Al final de la jornada, tras la bendición, el intercambio de regalos y una foto de grupo con los obispos, el Papa se detuvo brevemente en la terraza para saludar a los fieles presentes en el patio de la entrada y compartir unas palabras.
«Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes.
Estoy contento de estar aquí, en esta hermosa iglesia salesiana. Los salesianos saben hacer bien las cosas. ¡Los felicito! Este es un Santuario diocesano dedicado a María, Auxilio de los cristianos; María Auxiliadora —yo fui bautizado en una parroquia de María Auxiliadora en Buenos Aires—, un título tan querido por san Juan Bosco; o María Helpim, como ustedes cariñosamente la invocan aquí. Cuando, en 1844, la Virgen inspiró a don Bosco la construcción de una iglesia en su honor, en Turín, le hizo esta promesa: “Aquí está mi casa, desde aquí saldrá mi gloria”. La Virgen le prometió que, si tenía el arrojo de empezar a construir aquel santuario, le sobrevendrían gracias abundantes. Y así sucedió: la iglesia se construyó y es estupenda, ¡aunque es más linda la de Buenos Aires!, y esta iglesia se ha convertido en un centro de irradiación del Evangelio, de formación de los jóvenes y de caridad; en un punto de referencia para muchas personas.
Así pues, este hermoso santuario en el que nos encontramos, inspirado en esa historia, puede ser un símbolo también para nosotros, sobre todo si hacemos referencia a tres aspectos de nuestro camino cristiano y misionero, como lo han resaltado los testimonios que hemos escuchado: la valentía de empezar, la belleza de existir y la esperanza de crecer.
Primero, la valentía de empezar. Los constructores de esta iglesia comenzaron la obra haciendo un gran acto de fe, que dio sus frutos, pero que sólo fue posible gracias a otros muchos inicios valientes de sus predecesores. Los misioneros llegaron a este país a mediados del siglo XIX y los primeros pasos de su labor no fueron fáciles; de hecho, algunos intentos fracasaron. A pesar de eso no se rindieron, sino que con gran fe y celo apostólico continuaron predicando el Evangelio y sirviendo a sus hermanos y hermanas, recomenzando muchas veces a partir de los fracasos y pasando por muchos sacrificios.
Así nos lo recuerdan estos vitrales —que ahora no se ven porque es de noche—, a través de los cuales la luz del sol nos sonríe en los rostros de los santos y beatos: mujeres y hombres de todas las procedencias, vinculados a la historia de vuestra comunidad, como Pedro Chanel; Juan Mazzucconi y Pedro To Rot, mártires de Nueva Guinea; y luego Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, María de la Cruz MacKillop, María Goretti, Laura Vicuña, Ceferino Namuncurá, Francisco de Sales, Juan Bosco y María Dominga Mazzarello. Todos hermanos y hermanas que, de distintas maneras y en tiempos diferentes, comenzando y recomenzando tantas veces obras y caminos, han contribuido a llevar el Evangelio entre ustedes, con una riqueza multicolor de carismas, animados por el mismo Espíritu y por la misma caridad de Cristo (cf. 1 Co 12,4-7; 2 Co 5,14). Gracias a ellos, a sus “salidas” y “recomienzos”,—los misioneros son mujeres y hombres “en salida”, y cuando regresan “vuelven a salir”. Esta es la vida del misionero, salir y volver a salir—, es gracias a ellos que estamos aquí y, aun a pesar de los desafíos que no faltan hoy en día, seguimos adelante, sin miedo, —no estoy seguro que sea siempre sin miedo—, sabiendo que no estamos solos, porque es el Señor quien actúa en nosotros y con nosotros (cf. Ga 2,20), haciéndonos —como a ellos— instrumentos de su gracia (cf. 1 P 4,10). Esta es nuestra vocación, ser instrumentos».
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – SEPTIEMBRE 2024