Esa fue la pregunta que se hizo Don Bosco al recorrer las cárceles de Turín, y hoy ¿cuáles son las cárceles de los jóvenes?
Por Graciela Gigliotti Senosiain //
gssenosiain@gmail.com
Tres palabras claves definen la situación humana actual: incertidumbre, intemperie y desgaste. Somos seres pequeños y vulnerables que solo acompañándonos unos a otros, podremos mantenernos firmes y en contacto con Dios en este tiempo de tanta incertidumbre.
Simultáneamente encontramos que esta intemperie se halla sometida a algo más, el desgaste, no sólo el que produce el paso del tiempo, sino sobre todo de aquello que nos une, que nos conecta, que nos orienta hacia el sentido. Esta cuestión no es sólo una descripción epocal, sino una experiencia continua de erosión, disgregación, que se da en esa intemperie de la existencia humana actual.
En este contexto, podemos comprender la difícil tarea de ser jóvenes hoy, cuando desde hace tiempo se viene produciendo una marcada pérdida de referentes en los distintos grupos sociales y generacionales. Los adultos y las familias muy a menudo no llegan a comprenderlos, contenerlos y menos aún, a jugarse por ellos. ¿En qué sentido? En valorar que recuperen su alegría, su deseo de vida, que sientan el calor de una familia, que redescubran su dignidad personal y su vinculación con Dios.
Muy a menudo simplificamos, sin ver la complejidad del fenómeno de la cultura y la gramática juvenil, afirmando que son los juegos on-line, las redes, la violencia, las drogas, las dificultades con la alimentación.
Adultos y familias han abdicado de la realización del gesto más humano de lo humano que Esquirol denomina amparo. Amparo significa no solo protección, sino básicamente cuidar que algo no se desgaste, cuidarlo de las fuerzas que pueden destruirlo. Cuidar el vínculo, preservarlo de factores externos que atentan contra él.
Las cárceles de los jóvenes
Frente a la pregunta: ¿cuáles son las cárceles de los jóvenes hoy? Muy a menudo simplificamos, sin ver la complejidad del fenómeno de la cultura y la gramática juvenil, afirmando que son los juegos on-line, las redes, la violencia, las drogas, las dificultades con la alimentación.
No obstante, si intentamos dar un paso más a fin de captar dicha complejidad, podemos atrevernos a pensar en la existencia de un fenómeno que subyace a todos ellos, vinculado a las dificultades del estado de ánimo. Sentimientos depresivos, crisis de angustia, dificultades adaptativas y un estado de ansiedad generalizada.
Como adultos estamos interpelados, al igual que haría Don Bosco en este tiempo, a sacar a estos jóvenes de estas cárceles.
Recordando a Victor Frankl, cuando nos dice que el trípode del sinsentido es la depresión, la adicción y la agresión; encontramos en los jóvenes una fragilidad vinculada a la ausencia de sentido, de propósito.
Como adultos estamos interpelados, al igual que haría Don Bosco en este tiempo, a sacar a estos jóvenes de estas cárceles. Construyendo con ellos un horizonte esperanzador, alojándolos en nuestra alma, recuperando la empatía, la compasión y la alegría. Construyendo puentes, con normas, proyectos y confianza. Saliendo de la violencia de teorías únicas. Recuperando la esperanza, configurando el sentido de vida, comprendiendo que no hay felicidad sin otro, sin el ejercicio de valores en la vida y sin cuidar lo que se quiere.
De este modo, podemos redefinir el concepto de joven, como un espacio psíquico donde haya lugar para sueños y proyectos, donde haya posibilidad de construir un sentido conjunto.
Se trata de acompañarlos a descubrir cuál es su misión en la vida y hacer propia la frase de Victor Frankl según la cual la vida merece ser vivida aún en las condiciones más adversas.
Para finalizar, revalorizar en el contexto actual el sistema preventivo de Don Bosco y sus tres pilares: razón, religión y amor, como antídotos para estas dificultades en el estado de ánimo de los jóvenes.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – SEPTIEMBRE 2024