La esclavitud del siglo XXI: el trabajo infantil.
Por Alberto López Herrero //
Boletín Salesiano de España
Más de 160 millones de menores trabajan en la actualidad en el mundo. Son niños y niñas casi invisibles en las calles, en fábricas, minas. En la mayoría de los casos lo hacen para ayudar a sus familias porque viven situaciones de pobreza, pero sin ser conscientes de que sus derechos fundamentales son vulnerados y de que están perdiendo su infancia y condicionando su desarrollo integral.
Un negocio rentable
Anderson se encuentra en un basurero en Madagascar, Joel en una mina de Colombia, Pyalo en la casa en la que sirve en Benín, Iniya en una fábrica de ladrillos en India, Suzane lavando coches en Perú o Abdul vendiendo fruta en las calles de Sierra Leona. Estos son algunos de los más de 160 millones de niños y niñas que trabajan en la actualidad en el mundo. Forman parte de los rostros invisibles de la esclavitud del siglo XXI: el trabajo infantil.
Uno de cada diez menores en el mundo está en situación de trabajo infantil. Las causas de esta lacra social son la pobreza, la falta de educación, la desestructuración familiar, los conflictos, las desigualdades y hasta la tradición cultural. En el fondo los niños y las niñas son un buen negocio para los explotadores al ser mano de obra barata por lo que cobran y por lo que comen, trabajadores silenciosos y sumisos porque no conocen sus derechos, hábiles por sus pequeños cuerpos y ágiles manos y, por desgracia, también fácilmente reemplazables.
La pobreza, la gran causa
Gran parte de los menores que trabaja lo hace para ayudar a sus familias que viven situaciones de pobreza. No son conscientes de que algunos de sus derechos fundamentales, como por ejemplo a la educación, al juego y al descanso, son vulnerados. En el caso de las niñas que realizan una actividad laboral, la mayoría lo hace en la invisibilidad de la explotación en el hogar, sin posibilidades de ir a la escuela y con el riesgo de sufrir abusos de todo tipo. Pierden su infancia, adquieren responsabilidades de adultos antes de tiempo, ven retrasado su desarrollo cognitivo.
Uno de cada diez menores en el mundo está en situación de trabajo infantil.
Casi la mitad de los niños y niñas trabajadores – unos 79 millones– realiza actividades que ponen en riesgo su salud al cargar peso, al hacerlo con incómodas posturas o teniendo que inhalar gases o polvo en suspensión. Otra cifra inasumible son los casi nueve millones de menores que sufren las peores formas de explotación: tráfico, trata, esclavitud, prostitución, servidumbre, matrimonio temprano y reclutamiento forzoso.
Aquiles, uno de los protagonistas del documental Canillitas sobre el trabajo infantil –realizado por Misiones Salesiana y rodado en República Dominicana– decía convencido que “lo que tienen que hacer los niños y las niñas es trabajar”. Al preguntarle si no debían estar en la escuela y jugando, él respondía tajante y convencido que “no”. Y es que en muchos países una tradición cultural errónea asegura que trabajar desde la infancia forja el carácter y la responsabilidad. Hasta algunos dichos populares establecen que un menor “debe ser buen trabajador para que no salga ladrón”.
En la comida y en nuestro celular
Sin embargo, no podemos ver el trabajo infantil como una realidad lejana, porque la explotación laboral de niños y niñas en el mundo no es ajena a nuestras vidas. En los cereales que desayunamos, en las cremas, en los shampoos, en la pasta de dientes, en ese chocolate o helado que tomamos, en ese precocinado y, por supuesto, en los celulares, hay ingredientes y componentes conseguidos con trabajo infantil o ha habido menores involucrados en su proceso de producción.
Los misioneros salesianos trabajan cada día para que miles de estos menores invisibles no tengan que madrugar de lunes a domingo para ir al mercado a vender, no trabajen en casas como servicio doméstico, no tengan que bajar a la mina, puedan descansar e ir a clase en lugar de vivir en la fábrica.
Los Salesianos en el mundo tienen más de mil proyectos sociales destinados a niños, niñas y jóvenes en situación de vulnerabilidad.
Todos los programas salesianos tienen en común unas etapas para ganarse el corazón y la confianza de los menores, ofrecerles actividades recreativas y deportivas para alejarlos del trabajo y darles finalmente lo que necesitan: educación, alimentación, salud y un ambiente seguro y familiar. La educación resulta esencial para prevenir la explotación laboral infantil y también para combatirla. En la actualidad, en más de setenta países de los cinco continentes los misioneros salesianos desarrollan programas dedicados a estos menores.
En total, los Salesianos en el mundo tienen más de mil cien proyectos sociales destinados a niños, niñas y jóvenes en situación de vulnerabilidad, y desde Misiones Salesianas apoyamos muchos de ellos para cambiar sus vidas gracias a la educación y ofrecerles un futuro lleno de oportunidades, que los convierta en los protagonistas de sus vidas y en los dueños de sus sueños.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – SEPTIEMBRE 2024