La aventura recién comienza

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Don Bosco escribe después de la partida de la primera expedición misionera.

Por Néstor Zubeldía //

nzubeldia@donbosco.org.ar

Una vez que los primeros misioneros partieron rumbo a América, Don Bosco no descansó. Al contrario, enseguida empezó a escribir para dar noticias a los salesianos y para agradecer a los bienhechores que con sus donativos habían hecho posible cubrir los gastos de la expedición. E inmediatamente comenzó también a planear nuevas fundaciones y expediciones. 

Al día siguiente de la partida del Savoie del puerto de Génova, Don Bosco escribió en una carta a su vicario don Miguel Rúa: “Ayer acompañé a bordo a nuestros argentinos. Alojamiento, comida, todo principesco. Estaban todos alegres y partieron a las dos de la tarde para Marsella, desde donde nos enviarán noticias. Recemos. Dios hará cuanto nosotros no podamos. Amén”.

Un día, después, completó la información al mismo don Rúa, siempre desde Génova: “Buenas noticias de nuestros misioneros. Don Cagliero escribe desde Marsella: estamos todos y estamos todos con salud. Viaje amenísimo. Con las palabras ‘estamos todos’ alude a Gioia y a Allavena, que abordaron el barco en esa ciudad. Dales la noticia a los demás hermanos. Demos gracias a Dios y continuemos rezando”. Como sabemos, Gioia y Allavena eran los dos salesianos más jóvenes del grupo, a quienes, por no haber cumplido el servicio militar, Don Bosco hizo partir desde Francia para evitar problemas legales.

A la condesa Callori le escribió el 17 de noviembre desde Varazze: “He acompañado a nuestros misioneros a bordo del vapor que los llevaría a América. Estaban alegres y conmovidos. Mientras estaba por alejarme de ellos, Don Cagliero, en nombre de sus compañeros, tomó la palabra y me dijo: Le enconmendamos agradecer de nuestra parte a la señora condesa Callori por la caridad que ha tenido con nosotros. Donde quiera que vayamos, rezaremos siempre por ella y por su familia. Esperamos que ella continúe favoreciéndonos mientras Don Bosco nos mande en ayuda nuevos operarios evangélicos. Después de esto, algunas lágrimas y a las dos de la tarde dejaban Génova para trasladarse a otro continente”.

A don Miguel Ángel Chiatellino le escribió el 18 de noviembre, también desde Varazze, en la costa ligur: “Recibí la donación que me envió para nuestros misioneros. Esté seguro de que no dejarán de invocar cada día las bendiciones de Dios sobre usted y sobre su familia. Amén”.

Y el mismo día se explayó también en una carta al conde Eugenio de Maistre: “La partida de nuestros misioneros me ha tenido muy ocupado. Además de lo que ya habrá sabido por los diarios. Le digo que los he acompañado a bordo del vapor Savoie donde los vi bien alojados, sea para la mesa como para el descanso. Tenían un altar a su disposición con un buen piano. Don Cagliero se puso a tocar y sus compañeros entonaron ‘Load a María’ y otros cantos. Eso maravilló a todos. Viajaban unas setecientas personas. Todos respondieron con silencio y con respeto. Entonces don Cagliero les habló sobre la misión en América. Después de predicar en español, sabiendo que había muchos franceses, habló también en francés. Después de esto, muchos pidieron confesarse. 

Nuestros misioneros partieron el domingo a las dos de la tarde. El lunes escribieron desde Marsella. Ayer partieron desde Barcelona y, si Dios quiere, estarán para la fiesta de la Inmaculada en Buenos Aires. Ahora yo continúo para Niza con tres de nuestros sacerdotes para abrir una casa allá y otra en medio de los protestantes en Bordighera. En la próxima primavera habrá otra expedición de once misioneros en ayuda de los primeros. Y en octubre de 1876 partirán treinta de nuestras monjas”.Efectivamente, antes de que los misioneros llegaran a Buenos Aires, otro pequeño grupo de tres salesianos atravesaron la frontera para instalarse en Francia, en la costa del Mediterráneo. Este sería el primer país fuera de Italia al que llegaron los salesianos, mientras los pasajeros del Savoie venían todavía en viaje hacia América. Mientras tanto, Don Bosco no dejaba de hacer planes. A veces los números resultan exagerados, como cuando habló de las monjas. De hecho, las primeras hijas de María Auxiliadora que cruzaron el mar vinieron recién en 1877 y fueron solo seis, que se instalaron en Uruguay. Pero con la cifra de los misioneros, en cambio, Don Bosco se quedó corto, porque los salesianos de la segunda expedición a América no fueron once sino veintitrés. La aventura misionera salesiana recién había comenzado.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – OCTUBRE 2025

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