¿La gran olvidada?

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No hay fe cristiana sin cruces.

Por Enrique Lapadula //

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El 14 de septiembre de cada año los cristianos estamos invitados a rememorar y honrar la cruz en la que Jesús de Nazaret fue crucificado. Si bien esto puede parecer algo llamativo, o hasta anacrónico para algunos en nuestros días, es importante no perder de vista la trascendencia de este signo para la fe cristiana.

Sin ir más lejos el libro del profeta Isaías presenta al futuro Mesías entre símbolos y sombras, pero también desde la adversidad y el dolor: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me arrancaban la bárbara, no retuve mi rostro frente a aquellos que me lastimaban, sino que siempre tuve confianza en el Señor. Pero el Señor viene mi ayuda, por eso no quedaré confundido”.

Y en el Evangelio de Marcos, cuando reconocen a Jesús como Mesías él les dice que el Mesías va a sufrir mucho y así podrá entrar la gloria. Pedro no lo comprende y tampoco los demás discípulos, pero Jesús redobla la apuesta y concluye todo su discurso diciendo el que quiera ser su discípulo que tome su cruz y que lo siga.

El mensaje es claro, aunque pueda resultar difícil: no hay fe cristiana sin cruz, y es eso lo que hemos “gambeteado” siempre. Los primeros diez siglos del cristianismo, los seguidores de Jesús no podían contemplar la cruz. Fue Francisco que con la Cruz de San Damiano insistió en cambiar esa figura gloriosa de Cristo sentado con una corona, por la desnudez de la Cruz. También ahora tratamos de presentar un mensaje agradable, alegre, lleno de vida, que entusiasme a los jóvenes y a todos, pero no le podemos arrancar la cruz.

Las cruces de esta época

Y hay muchas cruces que son propias de esta época. En primer lugar, con una confianza ilimitada en el “progreso” estamos destruyendo la naturaleza, al tiempo que ponemos un montón de excusas políticas y económicas. En segundo término con una confianza desmedida en los medios de comunicación lo único que logramos es degradar nuestra cultura, nos separamos cada vez más entre nosotros a partir de constantes agresiones y empujamos a la mayoría a una gran indiferencia. Y en tercer lugar con una visión de mundo sin Dios, sin esperanza después de la muerte, lo transformamos en algo cerrado, reducido simplemente al aspecto material, el dinero y el poder, sin ninguna luz de esperanza. Lo demás que se agrega es solo literatura.

También ahora tratamos de presentar un mensaje agradable, alegre, lleno de vida, que entusiasme a los jóvenes y a todos, pero no le podemos arrancar la cruz.

¿Qué podemos hacer nosotros con todo esto? Podemos hacer mucho, porque todo esto produce en nosotros un gran dolor, un especial sufrimiento, sobre todo la resistencia a la fe. Es un verdadero sufrimiento que tenemos que llevar con altura, con alegría, con esperanza, con esfuerzo, porque es una señal de que estamos caminando bien. Estamos viendo el mal donde está y sabemos cuál es su solución: Dios hoy más que nunca. Porque como dice Pablo, cuanto más débiles somos más fuertes somos porque nos apoyamos en Dios.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – OCTUBRE 2024

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