Con los ojos al cielo

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La pandemia nos ha cambiado: ¿qué haría Don Bosco hoy para renovar la esperanza de los jóvenes?


La pandemia ha cambiado el modo en que nos relacionamos con el mundo, con los otros y con nosotros. Necesitamos renacer con más solidaridad y conciencia para reponernos de una calamidad silenciosa, marcada por el dolor, el confinamiento, el luto y el miedo. ¿Qué haría Don Bosco hoy?

Comienzo con una narración:

“Un equilibrista extendió una cuerda, a una discreta altura, sobre un amplio mercado. Los espectáculos anteriores habían durado más de lo previsto y la plaza había sido cubierta por la oscuridad. La exhibición del equilibrista se llevaría a cabo bajo la luz de un reflector.

En la penumbra, el artista no se percató de que un chiquillo lo había seguido tranquilamente al subir por la escalera.

‘¿Qué haces aquí?’, le preguntó. ‘Quiero ir contigo sobre la cuerda’. 

‘¿No tienes miedo?’ ‘Mientras esté contigo, no’. Los espectadores mantenían el aliento.

El acróbata tomó al niño y se lo echó a los hombros y para distraerlo de la altura, de la oscuridad y del peligro del vértigo, y le dijo: ‘¡Mira qué bellas son las estrellas allá arriba! ¡Mira fijamente a las estrellas!’ Y mientras el niño miró el destello de las estrellas brillantes, no pensó en el peligro de los pasos vacilantes sobre aquella delgada cuerda, ni en la profundidad bajo ellos, y se dejó transportar a lo largo de aquella plaza…”

“En todo esto, ¡sólo el amor puede triunfar! Debemos soñar de nuevo el sueño de los jóvenes”.

“Sobre los hombros de Don Bosco vamos sin miedo hacia el futuro, con los ojos fijos en el Cielo”

Don Bosco sería el primero en “subirse a la cuerda” con los chicos y jóvenes. Sería el primero en estar presente, haciendo uso de toda su capacidad para llevarlos hacia la esperanza, creyendo en ellos, ofreciendo protagonismo, hablando a cada uno del gozo de vivir y crecer en armonía, formándoles en el compromiso con los demás, sobre todo los más necesitados.

He aquí la esperanza en este tiempo: la oportunidad de crecer y aprender juntos como equipos de estudiantes, familias y maestros. Debemos valorar todo lo que hemos ganado en esta crisis y cuán innovadores han sido tantos educadores al responder rápida y eficazmente.

No queremos volver a donde estábamos. Tenemos necesidad de creatividad para crear nuevos paradigmas y nuevas respuestas. No requiere de improvisaciones, sino de la seguridad de un testimonio y el gozo de nuestra esperanza. Y más que nunca los jóvenes nos esperan con los brazos abiertos, para vivir una vez más su vida, con la fuerza de un amor capaz de superar todo, porque en todo esto, ¡sólo el amor puede triunfar! Debemos soñar de nuevo el sueño de los jóvenes.

Con método salesiano, esto significa:

Acogida completa y cordial. Los diálogos de Don Bosco con los jóvenes revelan su capacidad de acogida plena y cordial, elemento fundamental de la relación educativa salesiana. En un modelo de comunicación informal, situacional y amigable, Don Bosco llega al corazón, superando las barreras del “distanciamiento social”“Haz que todos aquellos que hablen contigo se vuelvan tus amigos” (MB X, 1085)— y en este modo todos se sienten acogidos y amados —cada muchacho se sentía “el preferido de Don Bosco”—. 

Sintonía y apertura empática. Don Bosco recomienda a sus salesianos una cercanía con los jóvenes, rica de atenciones y gentileza.

Conocimiento del joven y de sus posibilidades. Según la pedagogía de Don Bosco, el joven siempre puede hallar dentro de sí recursos personales que, puestos en juego, junto a la “gracia”, lo llevan a proponer y alcanzar nuevas metas.

Experiencia educativa y pastoral en la vida cotidiana. El acompañamiento educativo se realiza en la vida cotidiana del patio, por ejemplo, el espacio “informal” por excelencia para conocer y acompañar a los jóvenes. Lo extraordinario sucede en lo ordinario: educador y estudiante se ocupan en frecuentes conversaciones, comparten trabajo y ocio en una relación de conocimiento recíproco, a menudo también de intensa amistad, que prepara a la confianza, a la dedicación y a la docilidad —“Hazte amar, no temer”—.

Ambiente educativo y estilo familiar. Buscando imitar lo que experimentaba en su propia familia, Don Bosco quiso transferir este espíritu a la vida cotidiana de Valdocco. La tecnología no puede sustituir a los maestros; la educación permanecerá siendo una actividad con alta intensidad de interacción humana. En el futuro, el desafío será el de hallar el equilibrio entre apoyar la adopción de instrumentos digitales y continuar invirtiendo en el factor humano.

La prevención como sistema. El concepto de “prevención” desarrollado por Don Bosco no es de naturaleza puramente asistencial y protectora: es “promocional”, está dirigido al “potenciamiento” para superar los factores negativos que pueden destruir a la persona.

En el caso del COVID-19, son necesarias nuevas estrategias educativas para sensibilizar y preparar a los estudiantes, que serán los próximos nuevos ciudadanos, a buscar soluciones que tengan en cuenta el respeto por la vida, el desarrollo sostenible y el compromiso ético. 

El acompañamiento personal como dirección espiritual: la santidad. El educador de Don Bosco va a lo espiritual. Su fin es la felicidad total —el “Paraíso”—. Y por este fin va “hasta la temeridad”: caminar sobre la cuerda es siempre difícil y riesgoso, pero sobre los hombros de Don Bosco vamos sin miedo hacia el futuro, con los ojos fijos en las estrellas del Cielo.

BOLETÍN SALESIANO – OCTUBRE 2021

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