Consolas, pantallas, apuestas online y juegos de mesa.

Por: Franco Toffoli
fraatof@gmail.com
Jugar es una actividad maravillosa. Cuando jugamos ponemos libremente en acción la imaginación y todas nuestras cualidades personales. Jugar nos desafía, nos divierte, nos desconecta de las preocupaciones y nos conecta con otras personas.
En los últimos años ha crecido significativamente la cantidad de personas que juegan. Ya no es algo restringido a las infancias o adolescencias, sino que cada vez más adultos se suman a la propuesta. Este crecimiento se ha dado principalmente a partir de la masificación de los juegos online tanto en formato consola como celular y con más fuerza a partir de la pandemia.
También fue la pandemia la que puso de manifiesto que no es sano ni grato estar tanto tiempo frente a las pantallas. En los últimos años se ve con más frecuencia la necesidad que tenemos de dejar los dispositivos electrónicos y de relacionarnos cara a cara, de jugar alrededor de una mesa.
En muchas ciudades han surgido iniciativas para responder a esta necesidad humana de encontrarnos y divertirnos juntos. Cada vez se abren más salas de escape a las que podemos ir con familia o amigos, bares con grandes ludotecas disponibles y clubes de juego que organizan eventos y jornadas abiertas al público –actualmente hay más de cuarenta en todo el país– y, en muchos casos, gratuitas. Incluso hay eventos masivos de juegos de mesa a los que asisten miles de persona para compartir con otras personas y jugar: el Encuentro Nacional de Juegos de Mesa –se hace cada año en una ciudad distinta– y Cultura en Juego en Rosario, son dos de los más grandes.
Los jóvenes y los adultos, saturados de pantallas, estamos redescubriendo la belleza de interactuar cara a cara mediante un juego de mesa.
Los jóvenes y los adultos saturados de pantallas estamos redescubriendo la belleza de interactuar cara a cara mediante un juego de mesa: el desafío, la comunicación no verbal y la posibilidad de mirarse y reírse son cuestiones invaluables e irreemplazables.
¿Cuál es la recompensa?
Jugar siempre es bueno, pero no es lo mismo jugar de forma presencial que mediados por un dispositivo electrónico.
Los videojuegos nos permiten jugar en cualquier momento y sin necesidad de que los otros jugadores estén presentes, esto es una gran ventaja. También permiten experiencias muy inmersivas gracias a los efectos de imagen y sonido. Pero tienen sus límites y sus riesgos.
Videojuegos hay muchos y muy variados, algunos incluso de un gran valor educativo. Sin embargo, muchos de los videojuegos más populares se enmarcan dentro de la modalidad freemium: un modelo de negocio que propone acceso gratuito, pero luego intenta captar la mayor cantidad de atención del usuario para ganar dinero con ella de distintas maneras. Estos videojuegos son diseñados para generar conductas adictivas a través de distintos sistemas de recompensa variable. Incluso juegos como el Clash Royal, incorporan secciones de premios y colección de cartas cuya finalidad no es mejorar la experiencia de juego sino mantener cautivo al usuario durante todo el día. Este tipo de conductas, no solo genera una disminución de tiempo disponible para realizar actividades más enriquecedoras, sino que, además, van generando en los consumidores un estado de ansiedad, pérdida de la capacidad de atención y reducción de la capacidad de disfrutar de cosas tan simples como un diálogo profundo, la oración o la contemplación de la naturaleza.
Apostar no es un juego
Los modelos de juego basados en las recompensas variables llegan a su máxima expresión en las aplicaciones de apuestas online. En estos casos, las recompensas no son medallas, niveles o trofeos virtuales sino dinero real, lo que hace que los estímulos sean mucho más potentes.
Por definición, un juego es una actividad que está separada de la vida cotidiana. Es un espacio distinto en el cual podemos actuar libremente ya que nuestras acciones no tienen consecuencias más allá del juego. Por eso decimos “es solo un juego”. Esta cualidad del juego es muy valiosa ya que nos permite experimentar, imaginar y ser de otra forma distinta a como somos en la vida real. En este sentido, las apuestas online no son un juego. No nos permiten desplegar nuestras cualidades y tienen graves consecuencias sobre la vida real. Es habitual escuchar gente que dice que, desde que comenzó a apostar, ya no puede disfrutar de ver un partido de fútbol porque le resulta poco emocionante. Las consecuencias negativas van mucho más allá de la pérdida de dinero.
Las apuestas online no son un juego, no nos permiten desplegar nuestras cualidades y tienen graves consecuencias sobre la vida real.
El juego nos recrea a todos. George Bernard Shaw –autor de más de sesenta obras– escribió: “No dejamos de jugar porque envejecemos. Envejecemos porque dejamos de jugar”. La actitud lúdica puede impregnar la vida entera. Desde el juego libre de los más pequeños, el deporte recreativo, los juegos de mesa y también los buenos videojuegos pueden dotar a nuestra vida alegría, disfrute, conexión y aprendizaje continuo.
Para jugar más:
- Organizar noches de juego de mesa con amigos sin apuestas y sin celulares en la mesa.
- Generar un tiempo de juego para compartir con los hijos sin distracciones ni preocupaciones.
- Sumarse a una noche de juegos en el Club de Juegos más cercano o en un bar que tenga ludoteca.
- Jugar en el aula con los alumnos. ¡Hay muchos juegos educativos disponibles!
- Llevar juegos de cartas a la escuela para usar en los recreos o tiempos libres.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – NOVIEMBRE 2025
